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Jordi Turull o la Convergència que siempre estuvo allí

Turull, durante un acto de campaña.

Neus Tomàs

Jordi Turull (Parets del Vallès, 1966) lleva media vida en política. En su caso no es un decir. Empezó a militar en las juventudes de Convergència en 1983 y cuatro años después ya tenía el carnet del partido. Licenciado en Derecho por la Universitat Autònoma de Barcelona, empezó de concejal hace más de tres décadas en su ciudad y desde entonces ha ido encadenando cargos públicos hasta convertirse en uno de los diputados con más tablas. 

En el Parlament, donde ha sido diputado en las últimas cuatro legislaturas, se le recuerda como azote del tripartito, como piloto junto a Marta Rovira del complejo grupo de Junts pel Sí, y por haber sacado de sus casillas a más de un letrado de la Cámara con sus propuestas (hasta el punto de llegar a acuñar el concepto de 'turullada' como sinónimo de dislate jurídico).

Turull fue un colaborador fiel a Artur Mas y lo ha sido a Carles Puigdemont. Es la prueba de que es un hombre de partido, con todo lo bueno y lo malo que significa esa descripción. Una de las imágenes que le perseguirá siempre es la que protagonizó junto a otros dirigentes convergentes cuando el 16 de abril del 2013 arroparon a Oriol Pujol Ferrusola a las puertas del Tribunal Superior de Justicia de Catalunya en su declaración por el 'caso ITV'. Una foto a lo 'Reservoir Dogs' que Ciudadanos se ha encargado de recordar para cargar contra él.

El previsible nuevo presidente ya conoce los despachos del Palau de la Generalitat. En julio del año pasado fue nombrado conseller de Presidència y portavoz del Govern en sustitución de su amiga Neus Munté aunque sabía muy bien que el cargo le comportaría problemas. Es uno de los imputados en la causa por rebelión ante el Tribunal Supremo, y los investigadores le otorgan un papel clave en la difusión de la publicidad del 1-O. Decidió quedarse en España tras la declaración unilateral de independencia y el 2 de noviembre ingresó en la cárcel.

Pasó un mes en Estremera donde compartió celda con Josep Rull. Pese a que hace muchos años que son compañeros de partido, cuando entraron en prisión no mantenían la mejor de las relaciones. Las horas que pasaron juntos durante ese mes sirvieron para forjar una amistad que parecía imposible tras el tempestuoso proceso de reconversión de Convergència en el PDeCAT y en el que ambos se alinearon en bandos distintos.

Turull es un currante y no es de los que se deja deslumbrar por las mieles del poder. Le gusta refugiarse en Josa del Cadí, un pequeño pueblo del Pirineo, y cuando habla de su familia demuestra una auténtica devoción por sus dos hijas. Una de ellas, Laura, escribió en su Instagram que nunca olvidará el encarcelamiento de su padre. Y añadió: “Ellos han llegado hasta aquí, ahora nos toca a nosotros”.

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