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La crisis entre JxCat y ERC agrieta el Govern y rompe el tabú sobre unas elecciones anticipadas en Catalunya

Los grupos de Ciudadanos y PSC, sentados en sus escaños a la espera del comienzo del pleno

Arturo Puente

El primer pleno del Parlament catalán del curso, después de tres meses sin celebrar uno, ha dejado una fotografía contundente: ni el Govern ni la mayoría parlamentaria son estables. La crisis abierta entre JxCat y ERC a cuenta de la fórmula para sustituir a los diputados suspendidos ha obligado a aplazar el pleno en el que se debían votar más de un centenar de iniciativas y, al mismo tiempo, ha abierto la caja de Pandora con gruesas acusaciones cruzadas que incluso llegaban a cuestionar el Govern conjunto.

El auto de suspensión dictado por el juez Llarena en julio pasado contra seis diputados procesados por rebelión ha acabado teniendo un efecto devastador en la cohesión del independentismo, que ha saltado por los aires tan pronto como ha habido una sesión plenaria. JxCat pretendía no solo rechazar la suspensión desde la Cámara, algo que se hizo el martes pasado, sino también no dejar ningún margen de duda a que no se acogía a la fórmula dispuesta por Llarena de sustituir a los diputados.

Pero la negativa del grupo de Carles Puigdemont a designar un sustituto para sus cuatro parlamentarios, tal como hicieron Oriol Junqueras y Raül Romeva el mismo martes, dejaba al Govern sin mayoría para sacar adelante sus iniciativas. “Si la oposición nos cuela cien propuestas de resolución ya podemos irnos”, aseguraba un dirigente republicano este jueves en los pasillos del Parlament. Según las horas pasaban y JxCat no registraba sus delegaciones de voto, el pleno más se aplazaba y los reproches entre los independentistas crecían.

JxCat y ERC han acabado salvando la mayoría parlamentaria, de momento, con un acuerdo in extremis que han representado en una rueda de prensa conjunta, siete horas después de la hora prevista para el debate. Para el acuerdo ha sido clave la intervención del vicepresident Pere Aragonès y la consellera de la Presidència Elsa Artadi, que han terciado a última hora. Pero el daño al proyecto mutuo ya estaba hecho.

Después de mostrarse incapaces de solucionar en tres meses el obstáculo de las suspensiones, en las propias filas independentistas se extiende la duda de si el Govern será capaz de superar el siguiente revés.

Por si los problemas de entendimiento entre los grupos fuera poco, el debate de Política General más accidentado que se recuerda comenzó con una inesperada desautorización al president de la Generalitat. En el discurso de apertura, Quim Torra lanzó un ultimátum al Gobierno de Pedro Sánchez para que negociara sobre la autodeterminación antes de noviembre, pero ni siquiera su propio partido le tomó la palabra, al presentar una propuesta de resolución que reclama el referéndum pactado sin límites temporales.

Tanto Torra como el independentismo mayoritario de JxCat y ERC han acusado en las últimas semanas la presión de sus propias bases, que les reprochan no estar haciendo lo suficiente por la secesión. Esos dardos hacen más daño a los de Puigdemont que a los republicanos, más acostumbrados a verse cuestionados por este flanco. Pero lo cierto es que hasta ahora los miembros del Govern no habían recibido abucheos en ninguna manifestación independentista, algo que sí pasó en la conmemoración del 1 de octubre.

La semana en la que debía comenzar el “otoño caliente” anunciado por Torra ha servido, por tanto, para constatar que el Govern tiene al menos tres problemas: un president con el liderazgo mermado, una mayoría inestable y críticas en la calle de sus propias bases. En esta situación, a nadie le sorprende que en los partidos del Govern se haya roto el tabú del avance electoral. Según el Estatut, la primera fecha en la que Torra podría disolver el Parlament es un año después de la última disolución del Parlament que, ironías de la historia, decretó Mariano Rajoy al aplicar por primera vez el artículo 155 de la Constitución el 27 de octubre de 2017.

El portavoz de JxCat, Eduard Pujol, ha negado que en la negociaciones de los grupos la cuestión electoral se haya tocado pero, en privado, ningún partido negaba con convencimiento esa opción. Y menos aún cuando la fórmula pactada por JxCat y ERC para la sustitución de los cuatro diputados del grupo de Puigdemont no ha recibido el aval de los letrados y, antes o después, habrá de pasar por el filtro del Constitucional. Roger Torrent ha dejado el pleno de las votaciones en suspenso, previsiblemente hasta el próximo martes. Dejar que el tiempo pase parece haberse convertido en la única solución que el independentismo es capaz de consensuar.

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