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Santi Vila: “Salvador Illa es una refrescante ausencia de bronca”

Santi Vila, fotografiado en el Turo Park, en Barcelona.

Neus Tomàs

9 de febrero de 2021 22:00 h

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Santi Vila (Granollers, 1973) es historiador, exconseller con Artur Mas y con el Govern de Carles Puigdemont, y presentó su dimisión antes de que se aprobase la DUI. Fue condenado por desobediencia por el Supremo aunque los jueces le absolvieron del delito de malversación. “Para defender mi lealtad a la Constitución, he recibido mis palos en Catalunya”, había declarado durante el juicio por el 1-O. Desde entonces vive alejado de la política y de muchos políticos. Actualmente es director general d'Aigües de Banyoles y profesor de la Universitat Ramon Llull.

Vila dice que no tiene aún claro qué papeleta cogerá este domingo pero sí sabe que no votará a Laura Borràs. Reconoce que le han llegado propuestas para dar apoyo a alguna candidatura, pero ha preferido mantenerse al margen. Pronostica que es muy probable que el 14F no resuelva nada y haya que repetir elecciones antes del verano. Más partidario de los indultos que de la amnistía, advierte que “no habrá solución si se cronifica la represión”. Habla con admiración de la política fiscal de Madrid aunque admite que la gestión de la pandemia que ha hecho la presidenta Ayuso es mejorable. 

¿Está siguiendo la campaña?

Poco.

¿Por qué?

No acabo de identificar ningún proyecto que realmente tenga interés en hablar de las cosas que me interesan.

¿Qué cosas le interesan?

Cómo superar la pandemia con el mínimo de dolor para las personas y las familias, cómo remontamos la economía o cómo regeneramos la convivencia en Catalunya.

En el ámbito económico a menudo se contrapone el modelo de la Comunidad de Madrid con el de la Generalitat. ¿Es de los que cree que Madrid lo ha hecho mejor?

Sin ninguna duda, porque más allá de la realidad objetiva, el terreno de las percepciones también importa. En estos momentos la ciudad de Madrid ha sabido proyectarse al mundo como una ciudad abierta, 'business friendly', liberal en el buen sentido de la palabra, cosmopolita, y con una presión fiscal muy contenida y por lo tanto muy atractiva para los emprendedores. Son valores que habían sido tan barceloneses y por extensión catalanes, y ahora no los encontramos aquí. En Catalunya tenemos una sociedad enfadada consigo misma, que siempre justifica sus desgracias con imponderables y enemigos externos.

Lo que pasa es que, por ejemplo, en la gestión que se ha hecho de la pandemia, en Madrid las cifras de víctimas son superiores a las de Catalunya.

En el caso concreto de la gestión de la pandemia sí creo que el gobierno de Ayuso es criticable. Lo podría haber hecho mejor.

¿Se atreve a pronosticar qué pasará el 14F?

No, pero puestos a hacer augurios, aunque sea siempre una temeridad, es muy probable que el 14F no resolvamos nada y tengamos que volver a votar antes del verano. Lo digo porque me cuesta imaginar mayorías suficientes para conformar un gobierno más o menos viable.

¿Qué gobierno le gustaría?

Me gustaría tener un gobierno que nos asegure una refrescante ausencia de bronca. Seguramente este gobierno se puede conseguir si es un poco mixto, entre independentistas y no independentistas. Tenemos que superar como sea esta etapa tan maniquea, tan de blanco o negro, de españolistas o catalanistas, de héroes o traidores... Hay que dejar atrás esta etapa porque ha sido un gran disparate.  

En esta fórmula mixta que a usted le gustaría, entre independentistas y no independentista hay diferentes opciones, desde el tripartito de izquierdas a la que propone ERC que es sumar CUP y 'comuns' a su acuerdo con Junts. ¿A cuál se refiere?

Para mí sería un valor que el nuevo Govern tenga como prioridad la gestión y con un acento marcadamente ideológico. Lo hemos hecho rematadamente mal y por eso hablo con admiración de la ciudad de Madrid. También debería ser un gobierno que rompa definitivamente con el frentismo. Yo pienso votar en clave pragmática, a aquella opción que más se acerque a estas prioridades que he señalado.

Hay que dejar atrás esta etapa porque ha sido un gran disparate

El voto es secreto, pero igual lo quiere desvelar.

No creo que sea ningún secreto que por eliminación yo me moveré en el espacio centrista, en el espacio soberanista que no cree que en vías unilaterales para la independencia ni considere que hay que alargar más la dinámica de represión. Todos los que estén por superar esta etapa de bronca pueden ser susceptibles de mi voto.  

Usted hace tiempo que defiende que los cuadros centristas de la antigua Convergència i Unió vuelvan a los orígenes ideológicos de este proyecto. El PDeCAT lo está intentando pero los sondeos vaticinan que su representación se puede limitar a muy poco o incluso quedarse fuera. ¿A qué atribuye que los pronósticos sean tan malos para esta formación? 

Porque en el espacio soberanista aún prima el voto emocional. Habrá mucho elector que de manera natural tendría que votar al PDeCAT o al PNC y que por sentimientos o fidelidades mal entendidas posiblemente votará proyectos nacionalistas de izquierdas.

Se dio de baja del PDeCAT. ¿Se ha dado de alta en algún otro partido? 

No, yo ya he hecho lo que tenía que hacer.

¿Echa de menos estar en política?

Sí, durante muchos años fui un servidor público. Echo de menos la política bien entendida, como aquella que es capaz de cambiar cosas, de mejorar la vida de los conciudadanos. Lamentablemente llevamos muchos años en los que se asocia a otras cosas.

¿Ha tenido alguna oferta para que apoye a algún candidato o candidata? 

Si, algunas formaciones que han querido que las apoyase. Pero sumado y restado, lo que nos conviene es apoyar ideas y valores, eso es lo que estoy haciendo. Es evidente que yo no votaré intransigencia ni de un lado u otro. Votaré moderación.

Citando a Stefan Zweig escribió en un artículo que hay momentos, personajes y accidentes que marcan el devenir de los pueblos. Añadía que existe también el libre albedrío de los hombres, su capacidad para saber decir basta o para seguir adelante, para ­seguir ciegamente a su líder o para advertirle ­honestamente de que ¡hasta aquí hemos llegado! ¿Lo dijo pensando en Puigdemont?

Sin ninguna duda. Soy un puigdemontista nato en lo personal, creo que sufre de la traición de aquellos que con lágrimas de cocodrilo lloran su exilio, pero en lo político mantiene una propuesta que no es positiva para Catalunya. Su posición solo se explica porque le toca resistir.

¿A quién se refiere cuando habla de los que le lloran con lágrimas de cocodrilo?

A aquellos que le empujaron a tomar decisiones equivocadas que todos sabíamos que eran equivocadas y que como la DUI no fueron nada bueno para Catalunya.

Los que le han sucedido, por ejemplo, Laura Borràs, no son más moderados.

Puedes estar seguro de ello. A Laura Borràs la respeto mucho pero no la votaré.

¿Sigue pensando que sin Puigdemont no puede haber solución al conflicto?

No hay solución al conflicto si cronificamos la represión. Debemos trabajar por la reconciliación de todos. Como advertía la propia sentencia del Supremo, lo que pasa en Catalunya tiene una componente política, que deberíamos haber afrontado los políticos en vez de dejarlo en manos de jueces y fiscales. En algún momento, si queremos recoser todas las heridas y generacionalmente volver a mirar hacia adelante, hay que encontrar una solución para Puigdemont y evidentemente para los que tienen penas de cárcel.

¿Es de los que cree que el indulto no es suficiente y que haría falta una amnistía?

En política es muy importante ponerte en la piel del otro. Yo, que siempre he pensado que el castigo había sido del todo desproporcionado, creo que el soberanismo ahora tenemos que decir que no lo hicimos lo suficientemente bien porque seguro que hicimos sufrir a mucha gente y no deberíamos haberlo hecho. La represión desproporcionada que hemos sufrido no justifica algunas de nuestras acciones. Desde esta autoexigencia moral estaremos en condiciones de que el conjunto de España entienda que cada hora que los presos pasan en la cárcel es desproporcionada y que cada día que pasa sin una solución para Puigdemont también es injusto. Por lo tanto, yo soy sobre todo partidario de los indultos.

¿Está sugiriendo que lo que deberían hacer los dirigentes independentistas es pedir perdón?

La reconciliación pasa más por la empatía que por el perdón.

Puigdemont sufre de la traición de aquellos que con lágrimas de cocodrilo lloran su exilio

¿Cómo califica el hecho de que haya tenido que poner la hipoteca de su casa en Figueres como aval para la demanda que hay por no haber devuelto las obras de arte de Sigena, una decisión que se tomó como Govern mientras usted era consejero de Cultura?

Como un gran despropósito. Es la constatación de que, estos últimos años, nuestros gobernantes en la Generalitat tienen seguramente más de idealistas que de gestores. Presuponiendo bondad y no necesariamente malicia ni ganas de perjudicarme, es evidente que no saben cómo gestionar con rigor y eficacia una situación como esta. Y es un aviso a navegantes, porque si un servidor público actúa ajustado a derecho, haciendo caso a los gabinetes jurídicos de su departamento, sometido a querellas permanentes y la institución no sabe cómo defenderte, significa que la institución tiene un problema grave con sus gestores.

Tanto a usted como a su sucesor, Lluís Puig, les exigieron 88.000 euros de fianza. A Puig le ayudó la llamada caja de solidaridad. ¿A usted le ofrecieron ayuda o ni eso?

Este fue un tema muy desgraciado. Solo puedo decir en defensa de la caja de solidaridad que su objeto fundacional es la ayuda y defensa de los represaliados del independentismo, tal y como ellos los llaman. Yo no formaba parte de su agenda de preocupaciones. Me parece más ético y sostenible que la posición del Govern.  

Artur Mas decía hace unos días en El País que él no se siente nada responsable de lo ocurrido a partir de octubre de 2017. Pero él fue el primero en hablar del procés, hace ya una década. ¿No tiene ninguna responsabilidad?

Artur Mas me convenció a mí para entrar como conseller e íbamos a hacer de Catalunya un gran Estado como Massachussets. Curiosamente, ese gran Estado coge una deriva hacia las rocas y acabamos estrellándonos. De nuevo, cada uno sabe hasta dónde puede llevar su propia autocrítica. Yo soy muy crítico conmigo mismo porque como reconocí en sede judicial pienso que tensamos demasiado la cuerda y se nos escapó de las manos. Nos hicimos daño y provocamos daño. Lo primero, al final se trata de hasta dónde quieres llevar tu ideario. El problema es cuando tus decisiones perjudican a la convivencia y al bien común.

¿Qué opinión tiene de Salvador Illa?

Es una refrescante ausencia de bronca.

Algunos adversarios reprochan al candidato del PSC que más allá de que prometa pasar página de los últimos diez años no haga una propuesta para resolver el conflicto.

La solución al conflicto la articularemos juntos, soberanistas, socialistas, liberales y conservadores moderados. Hay buena gente en todos los partidos y gente que entiende lo que está pasando en Catalunya en todos los partidos. Lo que pasa es que si tu propuesta para negociar es afirmar que volverás a hacer una DUI o que enviarás los tanques como parece que dice Vox no empezamos bien.

¿Todavía se declara independentista?

Yo no lo había sido nunca. En el 2016 publiqué un libro en el que explicaba que Catalunya y España tenían que vivir un nuevo momento fundacional y argumentaba que tal vez el independentismo puede ser el revulsivo para que España viviese ese momento fundacional. En ese momento dije que si España sabe de nuevo actualizar el pacto constitucional y hacer de la diversidad un valor y no un problema, no compensaría el quebradero de cabeza de toda una generación discutiendo si somos más catalanes o españoles.

¿Qué le parece la comparación que se hace de las manifestaciones independentistas en contra de la sentencia del procés con el asalto al Capitolio?

Las comparaciones siempre son odiosas y en este caso tiene un punto de injusto. A excepción del president Torra, que sí que le dio una cierta cobertura, el resto de líderes independentistas reprobaron y han reprobado siempre cualquier iniciativa o manifestación violenta. Así que con esta excepción, que ha sido una anomalía institucional, no hay ni un solo discurso de los presidents Mas y Puigdemont o de Oriol Junqueras que hayan blanqueado una acción violenta.

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