Sin Rambla pero con cientos de puestos en la calle y nuevas librerías: Sant Jordi no quiere renunciar a su esencia
Los libros y las rosas regresan a las calles de Barcelona y de toda Catalunya en su fecha señalada: el 23 de abril. Después de un Sant Jordi de 2020 casi inexistente –en el mejor de los casos, con compras online–, y de un segundo intento descafeinado en verano, esta vez los libreros y los floristas, también las instituciones, confían en que la jornada recupere parte de su esencia. Sin aglomeraciones, que son casi una seña de identidad de este día, pero con puestos en la calle, algunos actos y conciertos en formato reducido y las clásicas –y ahora controladas– colas de autores para firmar sus novedades.
“Hay muchas ganas de Sant Jordi”, resumía el jueves Irene Jaume, librera de la cooperativa La Ciutat Invisible en el barrio de Sants de Barcelona. A media mañana, una decena de clientes merodeaba ya por el local, un volumen nada habitual a esas horas. “Parece como si todo el mundo quisiese tener preparado el regalo por si acaso”, comentaba. En eso coincide la mayoría de libreros, que se están encontrando con cifras de ventas en días previos a la Diada que ni siquiera se daban antes de la pandemia.
Esto se debe en parte a que, técnicamente, la Diada empezó el miércoles. Al prever el Gremio de Libreros que mucha gente podía descartar la idea de salir a pasear por el centro de la ciudad, como suele ser habitual, se ideó un Sant Jordi descentralizado pero también extendido en el tiempo. Unas 90 librerías plantaron su parada en la calle el miércoles y, aunque esa mañana llovió, desde entonces la afluencia ha ido en aumento y no les ha dado respiro.
Objetivo: 60% ventas y revivir la esencia
El sector editorial llega optimista a la fecha, consciente de que a pesar de todas las restricciones y puntuales cierres, no ha sido de los ámbitos económicos más golpeados por la pandemia. La lectura ha resistido a la COVID-19 –las cifras trimestrales de ventas apuntan en este sentido– y hasta han abierto varias librerías en Barcelona durante el último año. Para la Cámara del Libro, la aspiración es alcanzar el 60% de las ventas de 2019, cuando se compraron 1,64 millones de libros, aunque a pie de calle los libreros y clientes habituales defienden que su principal objetivo es volver a saborear la esencia de su fiesta más esperada.
Lo que no será es un Sant Jordi al uso, eso seguro. El Procicat, el comité de la Generalitat que gestiona la pandemia, dio su visto bueno a distintos planes en función de cada municipio. En el caso de Barcelona, se habilitan once puntos en distintos distritos en los que se pueden juntar varios puestos de flores y libros, en total 180, así como mesas para la firma de libros. Estos espacios, que son exteriores, tienen un único sentido de circulación y un acceso controlado. Luego cada librería tiene permiso para desplegar un puesto de venta frente a su local, lo que en principio llenará la ciudad con hasta 490 de estas paradas.
La gran ausencia de esta edición es el protagonismo que suelen adquirir la Rambla y las calles como Rambla de Catalunya y Passeig de Gràcia, que se llenan de paradas una al lado de otra y a media tarde se convierten en una auténtica riada de gente, el único día que los barceloneses se permiten pasear por una avenida que suele estar tomada por los turistas. En esta ocasión se ha descartado concentrar puestos de librerías y de entidades a lo largo del paseo.
En otras ciudades, el planteamiento de Sant Jordi es parecido. En l’Hospitalet de Llobregat se cerrará la Rambla Just Oliveres, en Sabadell las paradas también estarán frente a los establecimientos y en Girona se ubicarán estos puestos en la esplanada de La Copa y en la Devesa. En Tarragona se ubicarán en La Rambla Nova, perimetradas y con control de acceso, y en Lleida se colocarán una decena de paradas en la Avinguda Francesc Macià.
Entre quienes retoman las actividades de Sant Jordi se encuentran también las instituciones. El Govern recupera la presencialidad de algunos actos tradicionales, como la apertura de puertas para visitantes –aunque con reserva previa–. Se celebra también la misa a las 9.30, a puerta cerrada y con los consellers que quieran asistir, y la conselleria de Cultura organiza en su sede el evento Lletres Lliures, una sesión de lectura de textos en voz alta. Lo que no habrá es discurso oficial del president, pero no por la pandemia, sino porque es una figura ausente desde que Quim Torra fue inhabilitado en septiembre.
Las librerías 'pandemials'
Este jueves al mediodía, una de las librerías que se preparaba para desplegar su parada en la calle Casanovas de Barcelona era la Byron, mitad dedicada a los libros y mitad cafetería, que abrió sus puertas por primera vez en noviembre. El confinamiento de marzo les pilló que habían empezado las obras para poner a punto el local de cara a Sant Jordi, el del año pasado, pero lo tuvieron que aplazar todo. La pandemia no les echó para atrás: “Tuvimos que reformular el plan de empresa, pero más allá de la parte emocional, no lo dudamos”, recuerda Mariana Sarrias, directora del establecimiento.
No son pocas las librerías que han levantado persiana durante la epidemia. Solamente en Barcelona se han puesto en marcha dos grandes locales, Ona Llibres, centrada en las obras en catalán, y Finestres, estrenada hace apenas dos semanas. Otras más pequeñas que han desafíado los tiempos de restricciones y crisis económica son La Piccola, Farenheit 451 o Arts Libris. “Es un síntoma de que el sector ve futuro en ello, también a nivel empresarial”, reflexionaba Sarrias, que cree que Barcelona debería aspirar a ser una de las capitales europeas del libro.
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