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Manual para identificar a la nueva extrema derecha

Integrantes de Hogar Social Madrid en una manifestación en Septiembre del año pasado. Foto: Facebook

Laura Martínez

Cataluña y la defensa de la unidad de España es el conflicto que ha canalizado a las fuerzas de extrema derecha en el Estado. Es la teoría que manejan varios periodistas especializados en fascismos, como Miquel Ramos. Desde que un Gobierno central incapaz de entender la singularidad de algunos territorios chocara con su homólogo catalán, dispuesto a declarar la independencia unilateral, en todo el Estado y especialmente en Cataluña se ha visto un repunte de actitudes violentas típicas de la extrema derecha, alentadas por la retórica bélica que se ha dado al problema político y territorial. Como explica el periodista Alejandro Torrús, el mensaje se camufla entre expresiones grandilocuentes como 'golpe de Estado' o “sediciosos catalanes' o la supuesta amenaza de la ruptura de España.

En la Comunitat Valenciana, el mejor -o quizá el peor- ejemplo se vivió en la manifestación del 9 d'Octubre, interrumpida por ultras vinculados a varios grupos políticos que se saldó con graves agresiones captadas por las cámaras de varias televisiones y cuyas acciones están pendientes de ser juzgadas. Desde el “a por ellos” que coreaban en Huesca o Córdoba a la Guardia Civil hasta peleas en los alrededores de manifestaciones son síntomas de que la extrema derecha y los grupos afines violentos siguen en la calle. O de que nunca se han ido del todo.

En España, los grupos de extrema derecha apenas están organizados políticamente y no tienen representación en los parlamentos, aunque algunos sí han logrado hacerse hueco en ayuntamientos. No existen partidos potentes que promocionen esta ideología. En las últimas elecciones generales, VOX obtuvo 46.638 votos, un 0'2% del electorado; la Falange 9.862, el 0'04% del total, y España 2000, en las últimas elecciones municipales consiguió 7 concejales en todo el Estado. Este último, junto a otras organizaciones de extrema derecha, ha constituido la federación Respeto junto con la renovada Plataforma per Catalunya (PxC) y el Partido por la Libertad (PxL), con el objetivo de ser una candidatura nacional y europea. La falta de un liderazgo claro y de un proyecto común favorece que se diluya el discurso de ultraderecha.

“La extrema derecha está ocupada en Cataluña; legitimada por el discurso del poder. Las manifestaciones de Societat Civil Catalana no son de extrema derecha, pero están todos los grupos y organizaciones de extrema derecha”, señala el periodista en una charla sobre los renovados fascismos europeos y el discurso del odio. La teoría de Ramos apunta a que las personas afines a la extrema derecha se sienten cómodas en partidos conservadores que hacen una defensa a ultranza de la unidad de España como el PP y recelan del resto de formaciones. Si bien este partido no se significa tanto en otros temas como la inmigración o el Islam, solo apelando a la unidad de España ya logra aunar a toda la ultraderecha. Primero, patriotas.

Esta nueva derecha ha cambiado en apariencia, lo que la hace menos identificable, explica el periodista en la conferencia. Han renunciado a la simbología neonazi, al discurso antisemita, incluso a la vestimenta tipo skin. Por contra, han adoptado símbolos y luchas de la izquierda, como la defensa de los derechos de las mujeres -como arma de confrontación con el Islam-, de los trabajadores e, incluso, de la lucha contra el machismo -España 2000 celebraba el día contra la violencia machista en su Facebook-.

La extrema derecha española aspira a ser como el Front National francés y copia los lemas de la campaña de Donald Trump (hacer España grande otra vez). En general, estos partidos imitan a los europeos y, como ellos, rehúsan la etiqueta “extrema derecha” y prefieren que se les conozca como social-patriotas y defensores de los derechos de los españoles. Les unen además el rechazo a la Unión Europea, a la inmigración -especialmente a la que proviene de países musulmanes-, a la globalización y el ensalzamiento de los valores nacionales. No se definen como racistas pese al claro tinte islamófobo, sino que dicen ser etnopluralistas: la no mezcla de culturas para no perder la identidad, explica Ramos. “Han pasado del antisemitismo a la islamofobia y la xenofobia y a hacer apología de la diferencia cultural. Dicen que no son racistas, pero que cada uno, a su casa”, comenta el periodista.

Para el periodista, los grupos juveniles son el punto que más debería preocuparnos. “Le están comiendo el terreno a la izquierda”, señala Ramos, alertando del fenómeno. En España, todavía no son numerosos las asociaciones vinculadas a la extrema derecha. Hogar Social en Madrid, Lo Nuestro en las comarcas alicantinas y en y Murcia o Proyecto Impulso en Castellón son algunos ejemplos, que se disfrazan de organizaciones sociales, juveniles y deportivas.

Imitan el lenguaje xenófobo de sus homólogos europeos y buscan sus referentes en Casa Pound (Italia) o Generación Identitaria (Francia), con quienes comparten actividades. Además, como el resto de organizaciones europeas, han aprendido que los símbolos fascistas tradicionales generan rechazo. Ahora se cuidan de portar simbologías. Sin embargo, no son invisibles para otros jóvenes. Cuando, por ejemplo, en una manifestación estudiantil se les identifica y se les expulsa, aducen que es por llevar banderas españolas, comenta Ramos. Se escudan en la patria.

Estos grupúsculos crean entornos de debate en sus instalaciones, hacen apología del deporte, del culto al cuerpo y del esfuerzo físico -Hogar Social tiene en su edificio un gimnasio- e incluso organizan acciones aparentemente solidarias como donaciones de comida y de juguetes. Solo para españoles. Y mientras estas organizaciones campan a sus anchas por las calles, el periodista y los asistentes se preguntan en la sala: “¿dónde está la izquierda?”.

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