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CV Opinión cintillo

Las fronteras del audio

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El fenómeno del videopodcast, parece que ha llegado para quedarse. Es un contrasentido absoluto sin ninguna duda: si a la radio se le añade la imagen, es televisión. Y sin embargo, programas de mucho éxito que incorporan vídeo no quieren ser asociados con la TV y reivindican su carácter de podcast, a veces incluso de manera burda. Influencers como Jordi Wild, utilizan en sus espacios difundidos mayoritariamente por YouTube, llamativos micrófonos que recrean una estética radiofónica y que no tienen utilidad ni función real: no son más que elementos de decorado, de atrezzo. Vicky Martín Berrocal en A solas con… cuenta con una realización de vídeo totalmente profesional, pero los micros hiperbólicos son también una constante: pura imagen ya que para grabar audio de calidad, no hacen falta hoy en día esos mamotretos. Y se reivindica también como podcaster, tanto que la Berrocal ganó el premio Ondas Global al “Podcast Revelación”. Plataformas como Spotify ya hace tiempo que incorporaron a su servicio el vídeo, y cada vez más YouTube se convierte en la plataforma de acceso preferida también para los contenidos de audio.

Los estudios de recepción sin embargo, detectan que el público masivo está formado por oyentes. La gente escucha esos programas ­­(sobre todo con auriculares conectados al teléfono inteligente) mientras está haciendo otras cosas: entrenar en el gimnasio, correr o andar por la calle, desplazarse en el metro o en coche. Y gran parte del éxito del podcast está en esas condiciones singulares en las que nos llegan los contenidos: el audio sólo coloniza el sentido el oído, igual que ocurre con la vieja radio de toda la vida, y deja el resto libre para hacer otras cosas. La audiencia lo oye todo, y a veces como mucho, mira. Levanta su móvil para pegar una ojeada rápida. Nada más. Y sólo para eso, ¿vale la pena que la banda audio vaya acompañada de vídeo? No parece necesario. Pero a pesar de esto, las cifras mandan: la mayor parte de los podcasts más oídos, incorporan también vídeo. Puede que un motivo fundamental y determinante para su éxito, sea que los algoritmos de las plataformas favorecen los contenidos que incorporan imagen.

Además, en un momento fundacional en el que los códigos, los géneros, los recursos que acompañan a los contenidos del podcast se están inventando, en este nuevo lenguaje heredero de la vieja radio, la introducción del vídeo marca las tendencias de futuro. Los videopodcast, el género de moda, son casi siempre programas conversacionales o de entrevistas: con un despliegue técnico simplificado y cada vez más automatizado, es relativamente fácil y económico grabar la banda de imagen, como si fuera un programa de televisión en un estudio. Las cámaras computerizadas y la IAgen facilitan que las necesidades de operadores y profesionales de la imagen sean mínimas. En cambio, grabar un programa de ficción o un documental con vídeo añadido, con guiones más elaborados y donde el periodismo es protagonista, es mucho más complejo. Si quieres hacerlo bien es caro, muy caro, y eso no es bueno para el negocio: invertir tanto para que casi nadie lo vea, solo lo oiga, hace que sea difícil obtener rentabilidad. Y al final, dificulta que haya más contenido original y con calidad periodística en el competitivo mercado del podcast.

La verdad es que toda la pugna entre contenidos de audio más elaborados y que proponen periodismo de investigación, frente a los conversacionales de cháchara con vídeo incorporado, me recuerda mucho la clásica lucha en los inicios del cine entre el mudo tradicional, que en los años 30 había conseguido cotas artísticas muy avanzadas, y los que llamaban talkies, las películas habladas que sin duda supusieron un retroceso en el avance de la técnica y el lenguaje cinematográfico: resultaban planas y simples. Charles Chaplin fue uno de los directores que más se opuso a la irrupción del sonoro, que consideraba que atentaba contra la poesía del gesto y “eliminaba la belleza del silencio”. Es significativo que la primera vez que un genio como Chaplin habló en el cine fue para poner voz a Adolf Hitler, en El gran Dictador (1940). Pero el cine sonoro evolucionó de forma muy rápida y cambió la forma de contar creando un nuevo código que es el que seguimos manejando en el cine actual. Desde luego hoy es sólo un ejercicio de ciencia ficción el pensar que el séptimo arte pudiera haberse anclado en las películas mudas que defendían a capa y espada muchos prestigiosos creadores en esos tiempos de pioneros.

Ahora todo ha cambiado, y es en el audio donde vivimos la batalla entre los contenidos más puramente de audio, y los que traspasan la frontera para incorporar un vídeo que tampoco parece aportar mucho. Y en medio de este bronco panorama de discusión sobre la esencia y especifidad de los contenidos de audio, acaba de estrenarse en España un podcast que viene para romper las reglas. Se trata de Vivir y morir en Gaza, una serie de RTVE play firmado por la periodista y corresponsal Almudena Ariza en colaboración con Yes we cast, la productora de Fran Izuzquiza y Alberto Espinosa. El año pasado, el mismo equipo estuvo detrás de una de las revelaciones de la temporada, el fantástico El guerrillero, donde se contaba la peripecia vital de un activista contra la dictadura chilena.  Ahora, lo han vuelto a conseguir con un podcast formado por seis episodios, donde el médico valenciano Raúl Incertis cuenta su día a día en un hospital de la Franja. En una situación en la que el ejército israelí impide la entrada de periodistas a la zona de guerra, el testimonio de este voluntario es único e insustituible. Pero además, Raúl cuenta la historia desde dentro como uno de ellos, con su cotidianeidad de voluntario médico marcada por las bombas de todos los bandos. El tema elegido es de plena actualidad, obviamente. A pesar de la presunta tregua promovida por Donald Trump, desgraciadamente las bombas israelíes siguen masacrando a los palestinos. La historia no la cuenta un periodista sino un testigo de primera línea, pero Vivir y morir en Gaza destila periodismo por todos sus poros. Almudena Ariza y Fran Izuzquiza construyen un relato que te sitúa justo al lado de las víctimas de esta guerra. Quizás no para conseguir entender lo imposible, pero sí para al menos empatizar con los que sufren.

Además, el trabajo de Yes we cast es videopodcast: incorporan una banda de imagen simple, pero efectiva. Esto no es un conversacional en directo, es un reportaje de testimonios: utilizan recursos básicos, rótulos, fotos fijas desenfocadas y vídeos que grabó el mismo médico protagonista. Con eso es suficiente para que los algoritmos te reconozcan, y satisface la curiosidad cuando levantas el teléfono para conocer algún detalle visual.

Véanlo, pero sobre todo óiganlo. Los testimonios de Raúl, con todas su ansiedades y sus dudas de si está haciendo lo suficiente, lo justo y lo correcto, son pura emoción y periodismo, que es lo que le hace falta al universo del podcast.

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