La gaseosa y las radios del apocalipsis
Vivimos en una sociedad líquida –lo dijo Zygmunt Bauman– caracterizada por la fluidez, la inestabilidad y el cambio constante, en contraste con la modernidad sólida que para anteriores generaciones ofrecía estructuras vitales definidas, como el trabajo fijo y las relaciones duraderas. Pero respecto a la comunicación, el periodismo y las redes sociales, el estado ha mutado rápidamente a gaseoso: lo afirma Carlos Scolari. Los medios son ahora dispersos, sin volumen ni forma, en constante movimiento con una gran velocidad y sobre todo intangibles. Los ritmos de vida marcan los de consumo, que antes eran más lentos que los de ahora. El otro día un alumno me contaba que oía siempre los podcast al doble de velocidad, y mientras aprovechaba para planchar la ropa. Yo no creo que nunca sea capaz de alcanzar a ese nivel. Esta volatilidad y velocidad en los procesos comunicativos se cumple invariablemente en el universo podcast: los contenidos son más híbridos que nunca y están en constante movimiento creando formatos fronterizos, sacando nuevas versiones y habilitando nuevas opciones para su consumo. Ya hemos hablado en este Territorio de los videopodcasts. Un fenómeno ascendente cuya lógica hace agua por todas partes: si tiene video no es sólo audio, y ya no tendría que considerarse podcast. Pero no es así. Y existen más circunstancias extraordinarias que caracterizan a la nueva radio, como por ejemplo el éxito de los programas en directo, producidos en salas teatrales a las que la gente acude a ver a las nuevas estrellas del podcast.
Es sin duda un contrasentido absoluto: la recepción a través de internet, aleatoria y no lineal, caracteriza tanto al podcast como a la televisión de las plataformas que triunfan hoy en día. Sin embargo, miles de jóvenes seguidores llenan las salas para oír La Ruina, Poco se habla o Estirando el chicle. También se organizan sesiones de escucha colectiva, donde los asistentes llenan un pub para oír nuevas propuestas sonoras: las que organizan en Valencia Laura Romero y Carys Wall (Soniquetes), son una delicia. Otro caso singular es el de los festivales. Tanto por España como por toda América latina congregan a cientos o miles de aficionados que quieren conocer a sus locutores favoritos. Por cierto qué antiguo, qué clásicamente radiofónico queda lo de los locutores: quizás sea más propio hablar directamente, de influencers.
Y mientras todo esto ocurre, RTVE anuncia el fin de las emisiones en Onda Media. Por fin, quieren impulsar de esta manera la radio digital DAB, cuyo destino es acabar sustituyendo también a la FM tradicional. Porque la radio sigue emitiendo con tecnología más del siglo XX que del actual. En los pasado años 80 se produjo el transvase mayoritario de audiencia de la OM a la FM, y aún así las emisiones se han seguido manteniendo hasta ahora. Además hace nada menos que quince años que se produjo la transición de la televisión analógica a la TDT, y después se han repetido otros apagones para adaptarse a la Alta Definición (HD) y al 4K. Mientras, la radio transmitida por ondas sigue sin completar la transición al mundo digital. Pero no crean que todos están de acuerdo en consumar este cambio: el papel de las viejas radios a transistores, que captan emisiones por las obsoletas Onda Media y Frecuencia Modulada, han sido fundamentales en los momentos de crisis, cuando todo lo que llega por internet se cae. En España lo tenemos reciente: el apagón del 28 de abril, nos recordó la fragilidad de esa sociedad líquida que se expande por doquier afectando nuestro día a día.
Por cierto que los últimos premios Ondas han reconocido el papel delos programas especiales de radio que esa jornada llegaron a todos los rincones de nuestro país gracias a las radios de pilas. La actual por ondas, en las antípodas de lo digital, se erige como alternativa segura y confiable en estos tiempos en los que el miedo a las distopías tecnológicas y a las hecatombes zombies está a la orden del día. La radio que apenas necesita energía, que se puede alimentar con manivela o energía solar, nunca falta en los equipos de supervivencia que atesoran los apocalípticos, los que piensan que el fin del mundo está a la vuelta de la esquina. Además, en los podcasts narrativos de ficción sonora abunda el subgénero distópico/apocalíptico: por ejemplo, El gran apagón (Podium Podcast) anticipó lo que pasaría en un mundo sin electricidad.
Pero en las antípodas de los agoreros están Alexis Martínez y Jorge García: se juntaron en la Universidad, donde estudiaron Comunicación Audiovisual. Los conocí a través de las redes: se hacen llamar Jajajers, y hacen contenido –siempre en valenciano– para Instagram, TikTok y YouTube, también eventos en vivo. Hablan con mucho humor de la paella, de lo pesados que nos ponemos los valencianos con nuestra intocable y monolítica –eso piensan muchos– seña de identidad gastronómica. De que algunos le ponen chorizo y otras cosas, ya saben. También tratan a menudo temas sobre la cultura del almuerzo –tan singular también en mi tierra– que genera la existencia de grupos que se comunican por whatsapp, y para los que las visitas a los templos del esmorzar sirven para conocerse, hablar de cultura y de política, en definitiva, para socializar. Recuerden lo que decía al principio: la comunicación ahora es siempre fronteriza y gaseosa.
Fíjense que todas estas cuestiones identitarias respecto a la comida, con defensas radicales de la esencia primigenia de los platos simbólicos no se circunscriben tan sólo a la paella: en todo el Cono Sur americano la cultura del asado, sobre como cocinar al carbón de forma casi unívoca las carnes, es también una religión con millones de seguidores, y objeto de bromas, chanzas y pullas. Hay un podcast muy recomendable, Manual de parrilla, lleno de consejos y recetas a cargo de un influencer de Montevideo muy interesante si quieres introducirte en esteuniverso gastronómico paralelo con tantas coincidencias con el de las paellas.
Los Jajajers también hacen un podcast, con vídeo claro. Se llama Disfrutons, y hacen entrevistas, también sobre salseo paellero, almuerzos auténticos y simulados, y tratando todas esas pequeñas/grandes cosas que nos hacen reír. Pero en ese podcast, en el que almuerzan con gente que puede contarnos cosas interesantes, también hablan de las responsabilidades por la DANA o incluso del alzhéimer, ayudando a saber más sobre esta terrible enfermedad que tenemos demasiado cerca tantas veces. Y ahí es donde se nota que son periodistas. Seguro que no son sus programas con más visitas, pero quizás al final se trata de eso: de alternar la viralidad gaseosa con los contenidos que tienen que fijarse en nuestra memoria, y permanecer. Esos de los que toda la vida el periodismo se ha ocupado.
0