Las claves informativas de la semana en la Comunitat Valenciana.
Valencianofobia
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Más de cuatro décadas después de la Llei d'Ús i Ensenyament del Valencià
La derecha apuesta por la involución cultural y lingüística
Conviene recordar que la Llei d'Ús i Ensenyament del Valencià forma parte, con el Estatut d'Autonomia, de lo que podemos denominar el “bloque de autogobierno”. Junto a la Acadèmia Valenciana de la Llengua (AVL), es una pieza clave de esos consensos básicos que tanto costaron y sin los cuales no es viable la convivencia de una comunidad política. Tiene la Llei d'Ús más de cuatro décadas de vigencia (fue aprobada en 1983) y la Acadèmia, cuya ley de creación se aprobó en 1998 y se constituyó en 2001 para incluirla en la reforma de 2006 como una de las instituciones estatutarias, ya supera las dos décadas. Nada de eso parece suscitar el más mínimo respeto en una derecha que vuelve a apostar por la involución cultural y lingüística.
Tiene la principal responsabilidad de esta deriva el PP de Carlos Mazón, que tan dispuesto se muestra a romper las reglas del juego al aceptar el estrangulamiento económicio de la AVL (que el conseller de Educación y Cultura, José Antonio Rovira, justifica porque dice que el presupuesto “estaba bastante hinchado) y al pactar con los ultras que la ciudad de Alicante sea considerada zona de predominio lingüístico castellano (así lo ha pedido en una declaración institucional el Ayuntamiento que preside Luis Barcala).
Desacreditado por su negligente dejadez en la emergencia de la mayor catástrofe vivida en la Comunitat Valenciana desde hace mucho tiempo, parece no importarle a Mazón la posibilidad de pasar también a la historia por reventar lo que tantos esfuerzos, fruto no solo del sentimiento valencianista, sino de la más elemental valencianidad, ha costado alcanzar y desarrollar. Que sus socios de Vox son antivalencianos, por su españolismo centralista de extrema derecha, es evidente, pero que suscriba sus posicioness el mismísimo president de la Generalitat, sin que en su partido, ni en su entorno social y mediático, apenas levante nadie la voz para discrepar aunque solo sea por mala conciencia (la excepción, por ahora, es el presidente de la Diputación de Alicante y alcalde de Benidorm, Toni Pérez, que ha aprobado una moción propuesta por Compromís “en defensa de la oficialidad del valenciano” en la capital alicantina), abunda en la percepción de que una gran parte de la derecha local no solo no ha avanzado en sus posiciones identitarias desde los tiempos del tardofranquismo y la conflictiva transición a la democracia sino que retrocede sin remedio.
La escandalosa declaración institucional aprobada por el PP y Vox ha suscitado inmediatamente protestas para reivindicar que Alicante es una ciudad valenciana donde la lengua propia, aunque minorizada, está viva. La misma Acadèmia Valenciana de la Llengua ha advertido de que esa actitud política pone en riesgo la convivencia lingüística y ha subrayado que “la valencianidad lingüística de Alicante es inequívoca”.
Son conscientes en la Acadèmia de que el PP ya tuvo reticencias cuando se negoció la Llei d'Ús i Ensenyament (de hecho, no la votó en contra pero se abstuvo en su aprobación) sobre la consideración de los territorios de predominio lingüístico valenciano. Se resistía a aplicar criterios históricos y sociolingüísticos como los que emplearon las universidades de València y de Alicante en el informe en el que se basó la relación de municipios considerados castellanohablantes y valencianohablantes incluida en la ley.
A diferencia de otros territorios con los que compartimos idioma propio, como Catalunya o Balears, en el País Valenciano ha habido históricamente zonas castellanohablantes debido a las particularidades del proceso colonizador de las tierras orientales de Al-Ándalus que llevó a la creación del Regne de València por Jaume I. Dar encaje a esa realidad histórica y territorial en la legislación lingüística es muy distinto a pretender que no se considere oficial el valenciano allí donde se encuentre en minoría frente a la lengua impuesta por el poder político a lo largo de tres siglos desde que el decreto de Nueva Planta abolió Els Furs. En otras palabras, se considera en la Llei d'Ús i Ensenyament zona valencianohablante aquella que lo fue históricamente y en la que sigue viva esa lengua, cuya recuperación debe ser objeto de “protección y respeto especiales”.
Pese a aquellas reticencias iniciales, todos los gobiernos del PP en la Generalitat Valenciana, de Eduardo Zaplana a Alberto Fabra, pasando por Francisco Camps y el fugaz José Luis Olivas, habían actuado dentro del marco definido por la Llei d'Ús i Ensenyament. Ha tenido que llegar Mazón (y su conseller de Educación Rovira) para que la valencianofobia oriente ciertas estrategias institucionales que ponen en cuestión los fundamentos del autogobierno.
Por ejemplo, el arrinconamiento de la enseñanza en valenciano que pretendía el referéndum entre las familias sobre la lengua base en los centros educativos, que el conseller Rovira perdió estrepitosamente en marzo porque una mayoría optó por la lengua propia, pervive en la política de la Generalitat porque, como señalan sobre su aplicación las plataformas y organizaciones de la sociedad civil, “aunque el resultado de la consulta sobre la lengua base haya sido favorable al valenciano, el valenciano sale perdiendo”.
Pidió hace unos días el Síndc de Greuges, Ángel Luna, al Defensor del Pueblo que acuda al Tribunal Constitucional en defensa de la autonomía de la AVL al considerar que el Consell ha desvirtuado el papel estatutario de la Acadèmia “por la vía de la Ley de Presupuestos”. “Una institución de autogobierno, como es la Acadèmia, cuya ley de regulación requiere para su aprobación de una mayoría cualificada en Les Corts, no puede ver condicionada su función esencial por una ley presupuestaria aprobada por mayoría simple en la Cámara”, sostiene el Síndic.
Es evidente que el gobierno que preside Mazón, con el apoyo parlamentario de Vox, va al choque en materia tan delicada, situándose sintomáticamente en contra de los sectores cívicos, culturales y políticos que defienden la recuperación del valenciano. ¿Quiere eso decir que no existe una derecha autóctona con sensibilidad hacia el valenciano y espíritu autonomista? Sería bueno poder sospechar que no es así, aunque se trata de una gran pregunta que planea sobre la sociedad valenciana sin una respuesta palpable que desmienta la evidencia.
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