Los seres humanos hacemos la historia en condiciones independientes de nuestra voluntad.
Carles Puigdemont frente al rey
No creo que sea objeto de discusión que es mejor pensar antes de hablar. Y, sin embargo, esto que nadie o casi nadie discute, se suele practicar con una frecuencia sorprendente. De manera bastante generalizada, sobre todo, después de concluidas las elecciones generales y conocidos los resultados de la votación. Insisto en que no es una práctica infrecuente, pero no siempre se produce de la misma manera y con la misma intensidad. No sé qué pensarán los lectores, pero yo estoy sorprendido por la carrera que emprendieron el presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo, y otros dirigentes del partido desde la misma noche electoral para decir públicamente lo primero que les venía a la cabeza, sin reflexionar previamente sobre lo que iban a decir.
No recuerdo otra ocasión en la que haya ocurrido lo que está pasando desde la noche del 23J. No recuerdo una sola ocasión en la que el candidato de un partido se haya autoproclamado vencedor de las elecciones. Nadie hasta la fecha había sentido la necesidad de hacerlo. El candidato que acababa siendo presidente del Gobierno era reconocido como tal por la Administración Electoral primero, por los líderes de los demás partidos después y por el conjunto del cuerpo electoral, por último. En nuestra experiencia democrática no recuerdo ninguna autoproclamación.
Tampoco recuerdo ninguna en los demás países democráticamente constituidos y universalmente reconocidos como tales, con la única excepción de Donald Trump en las elecciones de 2020. La autoproclamación de Alberto Núñez Feijóo únicamente cuenta con este precedente. Y aunque es verdad que el candidato del PP ha sido el cabeza de la lista más votada, no lo es menos que España es una democracia parlamentaria y no presidencialista y que, en consecuencia, las elecciones las gana quien tiene mayoría parlamentaria para ser investido primero y formar gobierno después. En este sentido tan ilegítima es la autoproclamación de Donald Trump como la de Alberto Núñez Feijóo. Ni Donald Trump ganó en 2020, ni Núñez Feijóo ha ganado en 2023. Ni Donald Trump puede considerarse presidente de los Estados Unidos, ni Alberto Núñez Feijóo puede considerarse presidente del Gobierno de España.
Es verdad que Núñez Feijóo no ha llegado al extremo al que ha llegado Trump, cuya conducta está ya residenciada ente diversos tribunales por si pudiera haber sido constitutiva de numerosos delitos. Pero no lo es menos que el presidente del PP está retorciendo el ordenamiento de manera desconocida hasta la fecha, además de presionar al rey antes de que, una vez constituidas las Cortes Generales, se inicie propiamente el proceso de investidura con el trámite de audiencia por el rey de los representantes de todos los partidos presentes en el Congreso de los Diputados. El orden de los factores establecido por la Constitución tiene que ser respetado por todos. Y no se respeta ese orden si se presiona al rey para que designe el candidato a la investidura sin que las audiencias hayan siquiera empezado.
El PP está generando un escenario para la investidura proclive a que se puedan hacer circular bulos o, directamente mentiras, acerca de la conducta del rey en este proceso. Y lo está haciendo a sabiendas. Pareciera que se está prefigurando el cuestionamiento de la decisión del rey en el supuesto de que Alberto Núñez Feijóo no fuera el candidato propuesto. Decisión que únicamente habría podido producirse por la intervención del presidente del Gobierno en funciones. O que se esté prefigurando un asalto al Congreso en el supuesto de que Alberto Núñez Feijóo sí fuera el candidato, ya que entonces se acusaría al Congreso de los Diputados de no aceptar la interpretación del resultado electoral por parte del rey: ‘El rey me ha reconocido como vencedor, pero el Congreso de los Diputados, con el voto decisivo de los diputados de Puigdemont, se opone a esa interpretación. Como consecuencia de ello, va a acabar siendo presidente del Gobierno quien hasta el propio rey considera que ha perdido las elecciones’.
De forma distinta, y algo más enrevesada, volvemos a donde estábamos en la anterior legislatura: ‘Pedro Sánchez carece de legitimidad para ser presidente. Ha cambiado al rey por Puigdemont para llegar al Gobierno. El rey considera que yo he ganado las elecciones, pero va a ser la decisión de Puigdemont desde Waterloo la que se imponga’.
Esto es lo que está detrás de la exigencia de Alberto Núñez Feijóo de ser propuesto como candidato a la investidura por el rey. El líder del PP sabe que con la composición del Congreso de los Diputados no va a ser investido nunca. Lo que pretende es deslegitimar la decisión del Congreso con ese relato del rey frente a Puigdemont.
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Cómo frenar las mentiras
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