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Fortuny y su desierto inspiran la pieza para shakuhachi que estrena la OCNE

Fortuny y su desierto inspiran la pieza para shakuhachi que estrena la OCNE

EFE

Madrid —

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La flauta shakuhachi es un instrumento tan difícil como el violín y quizá por eso el compositor Ramón Humet no había conseguido estrenar sus piezas para ella. Se ha “atrevido” a hacerlo la Orquesta Nacional de España (OCNE), que mañana, dirigida por el italiano Paolo Brossan, dará vida a “Desert”.

Humet estudia shakuhachi, un bambú con cinco orificios que se fabrica en Japón, con el argentino Horacio Curti como solista, que la estrenará en los conciertos programados en el Auditorio Nacional -14, 15 y 16 de junio- en los que Brossan dirigirá también “La isla de los muertos”, de Rachmaninov, y “Le fontane di Roma” e “I pini di Roma”, de Respighi.

La historia, según explican los tres en una entrevista con EFE, nace de las conmemoraciones del bicentenario del Museo del Prado, que sugiere al INAEM una colaboración con la Orquesta Nacional de España y ésta encarga a Humet la pieza.

La OCNE, recuerda Humet, le dio “carta blanca” y él pensó que era la ocasión idónea para estrenar, “por fin”, una obra con ese instrumento: “fueron muy valientes; creo que han hecho una apuesta de riesgo”, alaba.

Su inspiración fue el grabado de Fortuny “Anacoreta”, depositado en el Museo del Prado, en el que queda patente que “la soledad del desierto está llena de vida”, según Humet, Premio Reina Sofía de Composición Musical y Premio Internacional de Composición Olivier Messiaen.

Estuvo dos años componiendo la pieza y un año preparando con Curti la parte solista porque el shakuhachi, recalca el barcelonés, es “dificilísimo”, tanto como el violín o el violonchelo, y es muy complicada su afinación.

“Para tocarlo se necesita un virtuoso”, subraya el compositor.

De la dificultad tremenda, abunda Curti, da idea que él lleva veinte años estudiando, y aún no domina, una de las piezas “más sencillas” de un repertorio antiguo de estas composiciones, que interpretan monjes de la secta Fuke Zen para la meditación.

“Es un instrumento al que hay que entregarse, que explora el trabajo de permanecer, el de estudiar con mucha dedicación, el de quedarte, el de no pasar de una cosa a otra”, detalla Curti, que cree que esta flauta “funciona muy bien en su exploración con la orquesta”.

Paolo Bressan, estudioso de otra flauta, la nay, que usan los sufís turcos, coincide en la extrema dificultad del instrumento pero está convencido de que la pieza “conectará” con el público.

“Es un estilo de música contemporánea, sí, pero concreta, es decir, es un mundo con el que se puede establecer una relación comprensible para quienes nunca oyen ese tipo de composiciones”, apuesta el director.

El italiano, que debuta frente a la OCNE, opina que “Desert” es una obra “circular”, “como la vida misma”, música para ocho movimientos que salen y llegan a un lugar “muy parecido”.

“Lo que inspira la obra nace de experiencias muy reales. Una vez estuve en el desierto y me decían que es generoso. Es verdad esa frase que dice 'ahí donde ves el desierto, centenares de mundos hormiguean'. Es un universo vacío pero lleno, que te obliga a entrar”, añade.

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