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'Ahogarse en un mar de datos', o cómo tu teléfono se ha convertido en un buzón laboral abierto las 24 horas

'CONUNDRUM', comisión de Susana Pomba para el evento de la serie Old School (2018). Foto : Vera Marmelo

José Antonio Luna

El futuro que propone una novela como Neuromante no es nada agradable. A pesar de que la tecnología ha avanzado hasta niveles insospechados, estos recursos no han llevado a una mejor vida. En el libro, el futuro está dominado por la información, por los datos, y las personas son el combustible que alimentan esta jungla digital. Pero William Gibson no sería el único que miraría con escepticismo a lo que estaba por venir. A él se unieron otros autores que vieron en la ciencia ficción un aliado perfecto para canalizar sus preocupaciones. De hecho, hasta inventaron un subgénero: el ciberpunk.

No es de extrañar que, en la actualidad, estemos asistiendo a otra época dorada de las distopías tecnológicas. Ya sea en clave amorosa, como Her, o en términos algo más paranoicos, como Black Mirror, nuestra relación en un mundo con nuevos códigos todavía nos parece algo confusa y, en muchos casos, desalentadora. Es precisamente sobre lo que advierte Ahogarse en un mar de datos, un ciclo de La Casa Encendida (Madrid) que se extenderá hasta el 19 de mayo y que está dividido en tres partes: una exposición, un programa de performances y un libro. Todos los formatos con algo en común: analizar el estado de ansiedad derivado de las nuevas tecnologías.

“La información se ha intensificado y multiplicado, y una de las consecuencias ha sido la ruptura con las narrativas centrales en las que se basaban nuestra sociedad y nos explicaban el mundo de cierta forma”, explica a eldiario.es João Laia, escritor y comisario de la muestra. Por ello, la exposición es un reflejo de este desconcierto. Las distintas obras que la componen no siguen un itinerario ni tienen que contemplarse de una manera concreta, sino que están dispuestas entre cortinas y pasadizos para adentrarnos en el laberinto de la sociedad de la información. Perderse en él no es una opción, sino algo intencionado.

Además, las luces de la sala potencian aún más ese mensaje: estas varían gradualmente entre colores como el azul, el rojo o el amarillo, como introduciéndonos en una especie de psicodelia digital. Una que es dinámica y nunca descansa, como el flujo de datos que circula por la Red.

“Hemos querido conseguir un ambiente inmersivo, ya que la exposición al final habla de cosas cotidianas y ordinarias. Es también lo que pasa con la tecnología: no es algo que está por ahí, sino por todas partes”, destaca el especialista en arte. De hecho, la conexión con el público queda clara desde un primer momento. Nada más entrar, el asistente tiene a su disposición unas bolsas con bebidas energéticas que puede consumir mientras contempla las obras, ya que, como ocurre en el gimnasio, lo que se busca es que el visitante “deje su cuerpo en la muestra”.

Lo que sigue es un vídeo que sirve como monólogo de apertura. Su enfoque recalca la idea de que la información es poder y de que los cambios en cómo es producida generan también distintas formas de control. Se trata de un homenaje al programador y activista Aaron Swart, que con solo 14 años ayudó a desarrollar la tecnología web RSS. También fue uno de los creadores de Reddit, e incluso llegó a bajarse cuatro millones de artículos de la biblioteca digital de Harvard para luego hacerlos públicos en Internet. Fue uno de los símbolos de la libre información, pero en enero de 2013, cuando solo tenía 26 años y la Universidad le estaba investigando con cámaras ocultas, decidió ahorcarse en su piso de Brooklyn (Nueva York).

Un rumbo oculto entre algoritmos

Ahora no solo hay una vía para la estimulación, sino una gran galería de pantallas que, al igual que la droga de Un mundo feliz de Aldous Huxley, sirven para evadirse de la realidad. Es lo que señala el capítulo Nosedive de Black Mirror basado en Instagram. Pero la incertidumbre sigue presente, aunque se intente ocultar bajo un filtro belleza o un buen puñado de likes.

“Las tecnologías digitales han expandido una forma neoliberal del trabajo donde ya no hay una separación con el individuo. Siempre tenemos que estar activos, contestando a un email o un mensaje, y eso nos deja un poco desorientados”, afirma João Laia. Pero la desorientación no es fruto de no saber dónde nos encontramos, sino de no saber cuándo desconectar. “Esta intensidad de estímulos es una forma también de provocar ansia”, añade el comisario.

A través del laberinto expositivo se puede comprobar cómo lo inquietante es una pulsión constante. Ocurre cuando se contemplan obras como Recinto cercado X, de Joanna Piotrowska, unas imágenes de jaulas de zoo vacías y ruinosas en las que cuesta imaginar a algún ser vivo. O cuando, tras atravesar una de las cortinas, descubrimos a una rata rabiosa de tamaño humano que abraza con sus manos y engulle la cabeza de una persona. Es la que, según el artista tailandés Korakrit Arunanondchai, se convertirá en “la rata del futuro”.

Flotadores para no ahogarse en el mar de datos

A pesar de que la muestra pone el acento en la sociedad heredada de los números binarios, esta tampoco tiene la intención de rechazar la tecnología. “A pesar de su título no habla de ahogarnos en este mar de datos, sino de enfatizar las posibilidades que tiene. La tecnología ya está aquí y no va a irse, así que no tiene mucha lógica estar en contra de ella”, considera Laia.

Un ejemplo de ello se puede ver en la instalación de Evan Ifekoya, que recrea una gran ola adornada por un techo de globos mientras se escuchan unos alaridos que parecen proceder del fondo del mar. Representa lo que ella llama “un algoritmo negro”. “Habla precisamente de las posibilidades que tienen estas narrativas para que surjan otras nuevas. En su caso, estaría conectada con la historia de la cultura negra, con el feminismo y con el ámbito queer”, sostiene el comisario.

Cada nueva revolución despierta consigo movimientos de resistencia, pero, en lugar de negar su existencia, estas obras proponen otras formas de relacionarnos con ella. “Al final tampoco se puede andar hacia atrás. Hay que avanzar intentando que sea lo más interesante y beneficioso para todos”, afirma João Laia, quien asegura que, precisamente, eso es lo que proponen los artistas presentes en la muestra: “Resistir al nihilismo”.

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