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¿Por qué tu favorita de los Oscar (sea cual sea) debe ganar a Mejor Película?

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elDiarioes Cultura

A veces cometemos el error de dar demasiado pábulo a las encuestas. “La favorita de los Oscar” es una afirmación arriesgada y suele depender más de lo que creemos que van a premiar los académicos de Hollywood que de lo que nos conmueve de verdad. Por eso, en el año de la 91 edición de los Oscar, no hemos querido sentar cátedra con una sola película. Hay gustos para todos los colores y en nuestra redacción los hemos encontrado especialmente heterogéneos y cargados de argumentos.

Cada cual con una favorita distinta, nueve redactores y redactoras defendemos la que para nosotros debería ganar a Mejor Película el próximo domingo. He aquí el resultado:

Roma

RomaPor Francesc MiróFrancesc Miró

A poco que conozcamos la situación de la industria cinematográfica, Roma se nos presenta como una ganadora más que digna en los Oscar aunque fuese solamente por razones meramente extracinematográficas. Ante el auge de nuevas formas de consumo audiovisual que no pasan por una sala de cine, la película de Cuarón se ha revelado como definitoria de un debate que marcará la historia del cine.

El Video on Demand es un cambio irreversible y algunas de las películas más relevantes de nuestro futuro próximo pueden perfectamente no proyectarse en un ningún cine. Pueden habitar salones de casas, portátiles y móviles en el metro. Por eso, tal vez a su pesar, ya figura como el ejemplo de un cambio de paradigma y eso es más que relevante.

Sin embargo, las virtudes de la última película de Alfonso Cuarón van mucho más allá del signo de los tiempos. El día a día de Cleo -una gran Yalitza Aparicio- como sirvienta de una familia de clase alta que se desmorona a marchas forzadas es también el reflejo íntimo de un momento histórico: la agitación política del México de los 70.

Y no solo eso: Roma es un acercamiento, de un alcance formal majestuoso, a la mirada y la historia silenciada de tantas y tantas mujeres que son y fueron como Cleo. Que no tuvieron su voz, y a las que debemos justicia y dignidad.

Ha nacido una estrella

Ha nacido una estrellaPor Laura García HiguerasLaura García Higueras

Bradley Cooper se dio a sí mismo su mejor papel en Ha nacido una estrella, su adaptación del clásico de William A. Wellman. A Lady Gaga, su debut en el cine por el que está nominada al Oscar a Mejor actriz y a Mejor canción, dos de las ocho estatuillas a las que opta la película.

La historia de un músico alcohólico que descubre a una potencial estrella de la que termina enamorándose -y no contaremos más-, puede parecer poco innovadora. Y tampoco cuenta con el trasfondo social o de denuncia que tan bien suele funcionar en los Oscar. Pero porque Ha nacido una estrella va de otra cosa.

A su adictiva banda sonora hay que añadirle a su favor la emoción y disfrute que proporcionan unos conciertos que han debido de convertirse en la envidia de todos los artistas internacionales que hayan llenado estadios. Esta es una historia de amor, de pasión por la música. Una historia protagonizada por dos artistas entre los que la química hará rebosar el lacrimal de los que se dejen llevar por los vaivenes de su relación. Sorprende que la Academia dejara fuera a Cooper de la mejor dirección, pero podría compensarle dándole el máximo galardón por su ópera prima. Y lo más importante: “In the shallow, shallow”.

Bohemian Rhapsody

Bohemian RhapsodyPor Alejandro NavarroAlejandro Navarro

Sin duda, el biopic más esperado del año. Damos por hecho que el Oscar a mejor protagonista va a ser para Rami Malek, ¿verdad? Punto a favor para que se lo lleve esta historia centrada en la vida de Freddie Mercury y no en el grupo de música, cosa que hizo sonar más de un resoplido de decepción en algunas salas. Una endulzada historia con happy ending que muestra que Mercury aprendió la lección: pago con soledad y amargura la gloria que alcanzó de forma simultánea. El cantante sufre, y nosotros sufrimos con él.

La película consigue que empaticemos en todo momento con su protagonista y la banda sonora es el principal cebo en el que picamos. La cinta es un descosido en sí, con más de medio largo por rodar y sin capitán al mando que la dirija. La música es ese hilo que consigue cerrar la cicatriz de lo que podría haber sido un fracaso. Pero no lo fue. Los éxitos de los británicos hilan perfectamente con un montaje narrativo que no nos aburre en ningún momento. Ayuda a digerirla mejor, muy necesario en la fórmula de un taquillazo.

Más que una película de cuyo director queremos olvidarnos, Bohemian Rhapsody es todo un concierto ya escrito. Un concierto de Queen, tutorizado por Brian May, que convencerá los fans y que sorprenderá a los no tan fans de la banda, como un servidor.

No podemos olvidar la visibilización del colectivo LGTBI+, que ocupa gran parte de la historia. Una trama ausente en el trailer, pero que ahonda tanto en ella que haría cambiarse de bando a más de un votante de Vox. Porque, aunque a veces se obvie, Freddie Mercury era maricón y que se destaque en la película, en los tiempos que corren, es de agradecer.

El vicio del poder

El vicio del poderPor Mónica ZasMónica Zas

A Hollywood le gusta pensar en sí mismo como el azote del establishment político y económico de su país, por eso es más que probable que Vice se alce este domingo con la estatuilla dorada. El director Adam McKay recurre de nuevo a su estilo frenético y (des)enfadado para recordar la gestión despótica del presidente Bush y de su segundo al mando, Dick Cheney, antes y después de los atentados del 11-S.

Aunque el montaje abusa de la ruptura de la cuarta pared y de los subtítulos, lo que cuenta es necesario para entender el tablero político actual y situar a los dirigentes en el paredón. McKay no titubea al presentar a Bush como un trepa borracho que se coló en la Casa Blanca y se dejó manejar por su vicepresidente en aquella legislatura, el mismo Satán. Pero lo más impresionante de Vice es su labor de investigación sobre una figura blindada ante la prensa y ante los ojos del mundo, a pesar de haber sido uno de los ideólogos más peligrosos de la guerra de Afganistán.

Si a todo eso le añadimos una interpretación (o mejor, mimetización) brillante como la de Christian Bale, tenemos una digna vencedora del gran Oscar de 2019. Vice hace justicia satírica con las víctimas de una ofensiva que dejó un millón de muertos en tres continentes distintos e inició la ola de terrorismo que hoy en día azota a todo el mundo. Quizá no sea muy sutil en sus metáforas, pero hay ciertos temas en los que la sutileza no debería formar parte de la ecuación.

La favorita

La favoritaPor José Antonio LunaJosé Antonio Luna

La favorita no es una película de época cualquiera. Aunque suene paradójico, Yorgos Lanthimos consigue llevarnos hasta la Inglaterra del siglo XVIII sin que tengamos la sensación de abrir un polvoriento libro histórico. Todo lo contrario: al igual que ya hizo Kubrick en Barry Lyndon, el sarcasmo sobre una aristocracia caduca impregna prácticamente cada fotograma.

El trío protagonizado por Olivia Colman (la reina Ana), Rachel Weisz (Sarah Jennings) y Emma Stone (Abigail) es, además, un lujo de puesta en escena que refleja a la perfección una ambivalencia tan humana como la de sentir amor y odio al mismo tiempo. Porque, aunque en este relato se aprecia la corrupción del poder, en realidad versa sobre otro tipo perversión: la moral.

Probablemente no sea la elegida por la Academia. No porque no lo merezca, sino porque carece de un mensaje dramático de superación que en ocasiones parece ser requisito para recibir la estatuilla dorada. Así lo demuestra el Oscar a Mejor película que ganó Alguien voló sobre el nido del cuco en lugar de Barry Lyndon, tónica que probablemente se repita. Abigail no es Freddie Mercury ni Lady Gaga.

Comprenderla resulta complicado, y a veces su mente transita por un surrealista laberinto cuya única salida lleva a la locura. El mundo de la reina Ana no es amable: choca con el espectador por su claustrofobia, por su absurdez e incluso por sus grandes angulares. Si lo consigue, entonces es que Lanthimos ha cumplido con un cometido que no pasa por hacer una obra complaciente, sino trascendental.

Infiltrado en el KKKlan

Infiltrado en el KKKlanPor Francesc MiróFrancesc Miró

“No pienso jugarme la vida para impedir que unos paletos hagan fogatas”, suelta el personaje de Flip -interpretado por Adam Driver- tras estar a punto de morir por haberse infiltrado en el Ku Klux Klan. “Es nuestro trabajo”, le contesta Ron Stallworth -John David Washington-. “Ese es el problema, que para ti es una cruzada, para mí es un trabajo”, confiesa el primero. A nadie le extraña que para el policía blanco no sea personal, pero para el policía negro sea algo más que un trabajo. En escasas líneas de diálogo, Spike Lee deja claro de que lado está. De qué lado ha estado siempre, y en qué consiste su cine.

El genial realizador de Atlanta lleva casi cuatro décadas haciendo 'su trabajo' pero consciente de que el suyo, como lo era el del verdadero Ron Stallworth cuando se infiltró en la organización supremacista, tiene una repercusión pública y permanecer impasible o equidistante no solo no mejora la sociedad en la que vive, sino que en tiempos convulsos revierte en una silenciosa complicidad para quien alimenta el odio.

Con Infiltrado en el KKKlan compila sus tesis de lo que significa el cine, de sus posibilidades cuando se compromete con una causa y de su naturaleza política como parte de un tejido inseparable de la realidad. Y lo hace con humor, construyendo una eficaz proclama contra el odio, deconstruyendo la esencia del buddy film y la blaxploitation, y significándose a la postre, como un espejo en el que se mira la actualidad y reclama un compromiso del que el séptimo arte a veces se desentiende.

Para Lee, no vivimos tiempos aptos para la despreocupación: el auge de la extrema derecha es algo real y el cine puede y debe combatirlo. No se me ocurre mejor forma de reclamar la vigencia del séptimo arte en la sociedad actual.

Green Book

Green BookPor Marta GastónMarta Gastón

La historia que relata Green Book no es nueva: dos personajes contrapuestos, condenados a entenderse, comparten una experiencia vital que les redescubre el significado de la amistad y la empatía. Muchas son las películas hollywoodienses basadas en relaciones a priori incompatibles que terminan por reconciliarse, pero pocas pueden presumir de contar con un guion tan bien hilado como el ideado por Brian Hayes Currie, Peter Farrelly y Nick Vallelonga.

Tampoco suele ser muy común que sus protagonistas destilen tanta química y que lo borden en sus actuaciones (el Oscar para Mahershala Ali parece cantado y sería más que justo que Viggo Mortensen se llevase a casa este domingo su primera estatuilla dorada).

Divertida y a ratos necesariamente dura, la dramedia dirigida por Farrelly narra el viaje que emprende en la década de los 60 un pianista negro, refinado y culto, junto a su chófer blanco, un tanto básico y bruto, por los estados sureños de EEUU Los prejuicios raciales y la intolerancia serán el aderezo principal de una historia que algunos consideran que peca de ser demasiado 'buenista'. Pero precisamente esta es una de sus mayores virtudes.

No en vano, Green Book aborda de forma amable y con delicadeza el nacimiento de una bonita amistad, en el marco de una sociedad racista y profundamente hipócrita. Sin duda, un filme disfrutable que logra que el espectador abandone el cine con la sensación de haber amortizado más que de sobra el precio de la entrada y con ganas de repetir visionado. ¿Y acaso no es eso a lo que aspira el séptimo arte?

Black Panther

Black PantherPor Moha GerehouMoha Gerehou

Si la película ganadora del premio Oscar tiene que ser una que haya hecho historia por transformar algún aspecto del cine, no hay mejor candidata a la estatuilla que Black Panther.

En tiempos de cambio y transición entre diferentes paradigmas en la vida real, la ilusión (o tal vez no) de Wakanda sitúa a Black Panther en el centro de los debates globales, pero condensado en unas horas de pantalla. La cuestión racial es transversal en el discurso, en la representación y en la acción, y así lo demuestra un reparto copado por actores y actrices negros con una misión superior a salvar a Wakanda: librar a Hollywood del racismo inherente a su historia.

A lo largo del filme, Chadwick Boseman, Michael B. Jordan o Lupita Nyong'o cuentan una historia que surfea las discusiones políticas más actuales como las fronteras o el valor de hacer política. Pero claro, regado de una acción trepidante, personajes más complejos de lo que puede saltar a simple vista y una dirección que, si bien pone el peso en el entretenimiento, toma conciencia de que no es película más, de que no es solo cine. Aprendes que Wakanda ni se salva ni se conquista sola, una lección que Hollywood debe aprender si se quiere salvar a sí misma.

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