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El 'matrimonio sin hombre' que inspiró a Isabel Coixet: la historia real detrás de 'Elisa y Marcela'

Marcela y Elisa -haciéndose pasar por Mario-, en la foto de bodas.

Francesc Miró

En 1901, siendo Alfonso XIII menor de edad, María Cristina, la reina regente,   convocaba unas elecciones que volvían a proclamar a Sagasta como Presidente, cargo de ocupaba por séptima ocasión. La Segunda República aún tardaría treinta años en llegar y España era un lugar profundamente católico y conservador. Por eso no deja de sorprender que fuese la Iglesia quien oficiase el primer matrimonio homosexual del que se tiene constancia documental en nuestro país.

Ocurrió el 8 de junio de 1901, en una celebración a cargo del párroco Víctor Cortiella, en la Iglesia San Jorge de A Coruña. Allí se casaron Marcela Gracia Ibeas y Elisa Sánchez Loriga, dos maestras que se habían conocido cuando estudiaban magisterio en una institución religiosa. Elisa, eso sí, se hacía pasar por un hombre llamado Mario Sánchez, bautizado por el mismo párroco poco antes de contraer matrimonio.

Sin embargo, pronto se descubrió el engaño y fueron perseguidas por las instituciones, que alentaron un escarnio público. Su situación obligó a la pareja a exiliarse a Portugal primero, y Argentina después.

Narciso de Gabriel, catedrático de la Universidade da Coruña, descubrió la historia en los noventa. La plasmó en el libro Elisa y Marcela: amigas y amantes, publicado en castellano por Ediciones Morata y en galego por Edicións Xerais. Reconstruyendo “hasta donde fuese posible” un hecho histórico que ahora llega a nuestras pantallas en forma de largometraje de la mano de Isabel Coixet para Netflix.

Asunto ruidoso: “un matrimonio sin hombre”

“Realmente fueron ellas las que vinieron a mi encuentro”, cuenta el escritor y ensayista Narciso de Gabriel a eldiario.es sobre cómo conoció la historia de estas dos mujeres. “Me encontré con esta historia cuando estaba investigando los expedientes disciplinarios instruidos al magisterio gallego durante la segunda mitad del siglo XIX y comienzos del XX”.

Entre carpetas de expedientes a maestros y maestras de la época descubrió uno en el que iba adjunta una noticia de La Voz de Galicia del 22 de junio de 1901 que rezaba: 'Asunto ruidoso: un matrimonio sin hombre'.  “Se trataba de una historia verdaderamente singular, que me fascinó desde el primer momento, y que me prometí reconstruir hasta donde fuese posible”, cuenta el catedrático. “No resultó fácil porque las fuentes son escasas y carecemos de testimonios directos de las dos protagonistas, y los pocos que tenemos están situados en un contexto que los distorsiona”.

Según el autor, que se ha encargado de coescribir junto con Coixet la película que ahora llega a Netflix, “Elisa y Marcela solamente se dejan ver en la medida en que los poderes judiciales, eclesiásticos, académicos o mediáticos se ocupan de ellas. De modo que el relato de sus vidas [...] presenta múltiples lagunas”.

Aunque lo que se sabe, no deja de ser fascinante: ambas se conocen en la llamada Escuela Normal de Maestras de A Coruña, en un ambiente opresivo y católico que hace que su amistad no pase desapercibida en su entorno. El padre de Marcela, de hecho, la envía a terminar sus estudios para ser profesora de primaria en Madrid, con el objetivo de alejarla de la influencia de su amiga. A su vuelta es destinada a Calo, una pequeña aldea del municipio de Vimianzo, y más tarde a Dumbría. Elisa, mientras, ejerce de maestra interina en Couso, a escasos sesenta kilómetros de su amada. Nunca pierden el contacto.

Años después, ambas deciden casarse y para ello trazan un plan: Elisa -que hasta entonces había ido a menudo a Dumbría-, volvería convertida en Mario Sánchez, haciéndose pasar por un supuesto primo de sí misma. Así que, convencido de que estaba casando a un hombre y una mujer, el párroco Víctor Cortiella oficiaría su matrimonio. Y ahí empezarían sus problemas.

Perseguidas pero juntas

“Si Marcela y Mario, una vez casados, hubiesen tomado otra dirección, podrían haber vivido el resto de sus días como mujer y marido”, explica Narciso de Gabriel. De hecho, según el escritor existen muchos precedentes en este sentido.

“Pero cometieron el error de volver a Dumbría, donde habían vivido hasta unos días antes como dos mujeres, y se descubrió el engaño. La prensa transformó este matrimonio entre dos mujeres en un 'matrimonio sin hombre' e hizo una cobertura espectacular del caso, y fue efectivamente esa publicidad el desencadenante de la intervención judicial y académica”.

Así que, en el caso de estas dos mujeres, los medios de comunicación jugaron un papel fundamental en el escarnio y la persecución de sus vidas. “Hubo un importante debate a este respecto”, explica de Gabriel, “¿Debía informar la prensa de este tipo de sucesos? La respuesta dependía de si se daba más importancia a los criterios comerciales o a los morales. Y fueron pocos los que no sucumbieron a la tentación crematística”.

Aquel 'matrimonio sin hombre', como se le conoció desde que así lo apodase La Voz de Galicia, “suscitó la condena de algunos, la compasión de otros y la admiración de Emilia Pardo Bazán, que atribuía una inteligencia nada común a Elisa Sánchez Loriga, capaz de urdir y ejecutar un proyecto quimérico”, cuenta el autor de Elisa y Marcela: amigas y amantes. “La gente estaba fascinada por la transgresión sexual que el caso entrañaba, pero también, por la transgresión de género protagonizada por Elisa”.

Una transgresión que pagaron con la prisión y el exilio. “La orden de búsqueda y captura dictada por el juez coruñés Pedro Calvo y Camina, padre por cierto del político José Calvo Sotelo, determinó su huida a Oporto, donde vivieron como marido y mujer”, cuenta el escritor. Sin embargo, a los dos meses fueron detenidas por la policía portuguesa, a petición de la española, e ingresadas en prisión. Allí pasaron varias semanas hasta ser absueltas, momento en el que decidieron marcharse a Buenos Aires.

Cien años antes de la legalización

Hoy conocemos la historia de Elisa y Marcela gracias a la investigación de Narciso de Gabriel y de otros estudios de historia con perspectiva LGTBI. Pero también, gracias a que aún quedan personas que nos cuentan lo que sucedió. 

En 1902, Marcela dio a luz una niña que, según especula la película de Coixet, formaría parte de un plan para normalizar la relación de Marcela y Mario ante su entorno. Una prueba incuestionable del género del segundo. Aunque finalmente ambas decidiesen darlo en adopción.

En el epílogo de la nueva versión del libro, Elisa y Marcela: amigas y amantes, se explica además que el nombre del bebé fue María Enriqueta. Se sabe que “llegó a Buenos Aires en 1902, que se casó y tuvo diez hijos y que acabó por abandonar el domicilio conyugal por motivos inciertos”, cuenta el catedrático. Una información que consiguió gracias a Norma Graciela Moure, bisnieta de Marcela y nieta de María Enriqueta.

“Considero que es necesario seguir trabajando a favor del respeto y, sobre todo, del reconocimiento y del autorreconocimiento de nuestras sexualidades”, opina Narciso de Gabriel. “La historia de Elisa y Marcela nos muestra el sufrimiento que tuvieron que padecer dos mujeres para poder dar vida a su amor. Un sufrimiento que siguen padeciendo las personas homosexuales en muchos lugares, incluso en sociedades que no condenan legalmente este tipo de relaciones”.

Al fin y al cabo, como el filme de Isabel Coixet se encarga de remarcar en su último tramo, el matrimonio homosexual no se legalizó en España hasta el 2005. Y a día de hoy solamente es legal en 25 países del mundo. En 72, de hecho, la homosexualidad está penalizada, en 14 de ellos se castiga con penas de cárcel y cadena perpetua, y en 13 directamente con la pena de muerte.

El reconocimiento a través de la ficción o del ensayo del caso de Elisa y Marcela es también la legitimación del recuerdo de sus vidas. Fueron una de las primeras parejas homosexuales que se atrevieron a plantar cara a su situación legal en nuestro país. Su relación es, por todo ello, un pedazo de la historia de la lucha por los derechos sociales y políticos de la comunidad LGTBI. Y eso, por sí solo, merece ser recordado.

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