“En la acción policial y del Estado hay un desprecio generalizado hacia la vida de las mujeres”
Cometierra no se llama Cometierra pero es así como la gente la conoce. Echándose un puñado de arena a la boca es como consigue averiguar qué ha sido de los seres queridos, mujeres sobre todo, que sus familias buscan desesperados. A ella llegan después de que las autoridades no hagan su trabajo. Es la historia con la que la escritora argentina Dolores Reyes (Buenos Aires, 1978) vuelve a poner los feminicidios en el foco literario, pero con un estilo alejado de lo escabroso y más cercano a lo lírico. “Un libro a veces oscuro y triste y, sin embargo, vitalista porque esos jóvenes quieren vivir y tienen un montón de sueños, el libro muestra todo el potencial de esas vidas que se están perdiendo”, explica Reyes. Después del éxito cosechado en su país, la editorial Sigilo publica ahora 'Cometierra' en España.
¿Tanta es la impunidad en los crímenes contra las mujeres que es una adolescente con visiones la que tiene más probabilidades de resolver y ofrecer justicia que el propio sistema judicial y policial?
En la acción policial y del Estado hay generalizado un desprecio hacia la vida de las mujeres. Generalmente, cuando se denuncia una desaparición, esa denuncia de las familias muchas veces se menosprecia. Hay contestaciones del tipo 'bueno, ya va a aparecer', 'se habrá ido con el novio', 'se fue a pasear', 'hay que esperar 72 horas'... No se busca a esa chica o a esa mujer en instancias en las que aún podría estar viva o en las que se podría cerrar una frontera o buscarla a conciencia. Incluso muchas veces hay un millón de atenuantes para los feminicidas, no se les castiga. No creo que alcance con un castigo penal pero al menos sería necesario dejar de dar este mensaje enorme de impunidad.
En cuanto al tratamiento que hago de esto en la novela me parece que sí, que todos los familiares primero van al Estado, intentan la vía policial y racional, y cuando ven que no tienen una respuesta adecuada acuden a esta suerte de vidente que los lleva más allá en la búsqueda.
En tu novela habla de ese desprecio y también de cómo se mezcla con la clase social y la pobreza. Muchas de las personas que acuden a Cometierra viven en barrios muy humildes y que parecen sufrir aún más el silencio y la inacción de las administraciones.
El desprecio pasa por el silencio y por la violencia hacia los cuerpos. La violencia de género atraviesa todas las clases sociales, pero en las zonas con más carencias existe muchísima más violencia, se añaden la violencia de la explotación, de las condiciones precarias de vida, de las familias totalmente fragmentadas y con jóvenes dispersos que se agrupan como pueden para seguir adelante. También pasa por el tema de la difusión. Aquí ha habido feminicidios muy renombrados de clases altas, pero más que mal se pudieron discutir y analizar, si bien hubo intentos de mentir y de cubrirlo, incluso de alterar pruebas, al final hubo un debate social. En cambio, en zonas con más carencias eso queda silenciado y es raro que llegue a medios. Ahí es más fácil aún que quede en la impunidad y en el olvido.
Entiendo que la escritura del libro coincide con el 'Ni una menos' que nace justo para denunciar esa impunidad y exigir soluciones. ¿En qué manera le influyó ese ambiente?
La mirada puesta hacia la vida de las mujeres era una obsesión previa, siempre me interesó el tema de las matanzas, de las desapariciones, de esos cuerpos que son robados de los seres queridos y que no vuelven y también la figura del familiar que se queda buscando. Nosotros tenemos una larga trayectoria de robo de cuerpos, de entierros en fosas comunes sin identificaciones. Yo nací en el 78 y de alguna forma fui creciendo con esa historia, por eso hay como una sensibilidad y un material social que proviene de ahí. Después termina de ser una coincidencia que justo en el epicentro de las organización de las asociaciones de mujeres coincida con la salida de Cometierra.
A pesar de lo duro de las historias, el libro no se recrea en la violencia, es más, casi la evita. ¿Es adrede el buscar otra forma de contarlo, el no centrarlo en la sangre y lo escabroso?
Ese detalle morboso y esa forma de narrar tiene que ver con toda una presencia de los feminicidios en las artes, que es un tema presente pero siempre narrado desde las masculinidades y hay como un regodeo morboso en eso, hay una estetización que yo no quería. Siempre tuve presente que yo quería narrar eso desde otra perspectiva que tiene que ver con la mirada de las víctimas, por eso está dedicado a ellas. Me parece que el tema no es nuevo, lo nuevo es salirse de esa lógica y discurso masculino sobre el cuerpo de las mujeres.
Sobre la violencia sexual concretamente, vivimos un dilema. Estamos rompiendo el silencio como nunca antes sobre esa violencia que sufrimos las mujeres, ¿pero cómo hacer compatible esos relatos que encontramos ahora tan frecuentemente con una vida en la que no tengamos siempre miedo?
Sí, eso es muy tremendo. De alguna forma acercarse a la violencia genera miedo y justo la disciplina que impone el patriarcado es por vía del miedo. Cada feminicidio es un mensaje para todas. Por otro lado, el silencio que se nos ha impuesto nos ha traído un montón de micro violencias que son invisibilizadas. Me parece que el silencio no es el camino para enfrentarse a ello, sino la discusión, el debate de cómo hacerlo. La literatura lo que puede hacer no es revertir, no es la solución al problema pero sí puede sensibilizar, puede romper la indiferencia, detener al lector en una problemática.
Para terminar, como activista por el derecho al aborto, ¿cree que las elecciones que se celebran en Argentina a finales de octubre darán lugar a un Congreso que finalmente dé el sí a ley del aborto próximamente?
Soy militante por el aborto legal desde los 14 años en distintas organizaciones. Lo que se abre ahora después de un tiempo enorme de lucha es al menos la posibilidad de debate que se nos negó durante años. Se presentaba la ley y nunca se debatía, ahora hay una suerte de consenso social sobre el aborto legal, que es una necesidad médica y de salud hacia las mujeres. Todos los días mueren en Argentina víctimas del aborto clandestino. Ahora a los políticos que se postulan se les pide que se posicionen en torno a este debate, que se va a seguir dando y que nosotras sabemos que en algún momento se conseguirá.