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Del fútbol como material literario y de “cultura del esfuerzo colectivo”

Momento en el que Messi homenaje a Maradona

Miguel Ángel Villena

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No resulta nada casual que la cita con la que arranca Nunca fuimos más felices (Tusquets) sea una famosa frase de Albert Camus sobre el fútbol. “Todo cuanto sé con mayor certeza sobre la moral y las obligaciones de los hombres se lo debo al fútbol”, afirmó el premio Nobel de Literatura de 1957, jugador de fútbol en su juventud en Argelia y un referente ético y democrático. Esta actitud del escritor francés planea con claridad sobre el último libro de Carlos Marzal (Valencia, 1961), un poeta galardonado con el Premio Nacional de Literatura, entre otros, que mezcla aquí géneros que van de las memorias al reportaje, del cuento a la crónica, y siempre con un aliento poético de amores y amistades. Y todo ello girando en torno al mundo del fútbol en sus múltiples facetas y en sus infinitas vertientes y con un tono de literatura reflexiva de un autor que se detiene a meditar, que funde aquí su trayectoria de poeta (Metales pesados, Fuera de mí…) con la de narrador (Los reinos de la casualidad) o la de articulista de periódicos.

Marzal se encuadra en esa minoría de escritores que aman el fútbol y lo reivindican como material literario frente a una mayoría de intelectuales españoles que desprecian el fútbol. “Es cierto”, comenta el escritor valenciano en charla con elDiario.es, “que muchos intelectuales odian este deporte y lo siguen considerando una especie de opio del pueblo. Las causas de esta actitud apuntan a una identificación simplona del fútbol con el franquismo o bien a falsos prejuicios sobre el tema o quizá a que no han jugado con un balón en su infancia. Creo que nadie queda inmune tras experimentar la ilusión que despierta el fútbol en los niños y, de hecho, es una afición que imprime carácter. Podemos afirmar que el fútbol no es de derechas ni de izquierdas, lo practica gente rica y gente pobre y atrae a multitudes en los cinco continentes. Por tanto, reivindico que pueda convertirse en un tema muy atractivo para la literatura”. Jugador también en su juventud, Carlos Marzal acompaña desde hace años a su hijo pequeño a partidos, entrenamientos y desplazamientos de tal manera que esa relación paternofilial, con el fútbol como argamasa, figura entre los ingredientes de este original libro estructurado en capítulos cortos, en relatos breves y amenos. “Soy un escritor sin plan y voy descubriendo el texto según lo voy escribiendo”, señala.

Así pues, ¿qué valores puede enseñar el tantas veces denostado fútbol a los chavales de hoy? Marzal no duda en la respuesta porque de algún modo Nunca fuimos más felices está orientado a contestar a esa pregunta. “El fútbol es una auténtica escuela de vida”, manifiesta Marzal apelando a Camus, “que enseña disciplina, también cultura del esfuerzo colectivo, que relativiza el triunfo y el fracaso y anima a vivir el presente, a disfrutar del placer del juego”. Sin embargo, no peca de ingenuidad el autor que resalta asimismo los lados oscuros del deporte más popular. Con un punto de nostalgia por la práctica del fútbol que vio su generación hace unas décadas, menos mercantilizada y más lúdica que hoy, Marzal opina que esa época ha pasado a la historia. “Ahora bien”, matiza, “sigo apostando por las canteras de jugadores, por equipos que fomenten la progresión de chicos del club. Por otra parte, condeno cualquier forma de violencia en los estadios, aunque cabe aclarar que los episodios violentos representan un porcentaje irrelevante en el fútbol si tenemos en cuenta los miles de partidos que se disputan diariamente en todo el mundo. Además, el fútbol puede tener una función catártica, de purgar nuestros demonios”.

Marzal admite que la relación entre el fútbol y la literatura mantiene todavía hoy una brecha de género, ya que apenas unas pocas autoras españolas, como la recientemente fallecida Almudena Grandes o la joven Elena Medel, han mostrado interés por este deporte o lo han incluido como tema en sus obras. “Es cierto”, señala Marzal, “que el auge del fútbol femenino, la afluencia cada vez mayor de aficionadas a los estadios o la mayor presencia de mujeres periodistas de información deportiva no se han traducido en creación literaria de escritoras. Así pues, parece indiscutible que hasta ahora solo los hombres hemos utilizado el fútbol como material literario. Pero las cosas cambiarán. Seguro”.

El balón en clave de novela y ensayo

El interés de Marzal por el fútbol sigue una estela de novelistas, poetas y ensayistas que desde hace medio siglo han volcado su pasión por el balón en la literatura. En España destacan, en primera fila, nombres como el del ensayista Vicente Verdú, autor de un texto de referencia como Mitos, ritos y símbolos del fútbol; el novelista y periodista Manuel Vázquez Montalbán, un confeso culé y autor de libros como Fútbol, una religión en busca de un Dios; o Ramiro Pinilla, que firmó el relato Aquella edad inolvidable. Pero muchos otros han incursionado, en mayor o menor medida, en ese mundo futbolístico como Javier Marías, Julio Llamazares, Manuel Rivas e incluso clásicos como Miguel Delibes o José Luis Sampedro. Todos ellos están incluidos, por ejemplo, en Cuentos de fútbol, un libro colectivo publicado en 1995 y coordinado por Jorge Valdano, donde, por cierto, solo colaboraba una mujer: Rosa Regás.

“Si extendemos la nómina de escritores futboleros a América Latina”, afirma Diego Barcala, director de la revista Líbero y un experto en el tema, “nos encontramos también a autores de primera división como los uruguayos Eduardo Galeano y Mario Benedetti, el mexicano Juan Villoro o el argentino Osvaldo Soriano. Cabe recordar que para muchos latinoamericanos el fútbol supone un factor identitario de su país, de su ciudad e incluso de su barrio. Ese factor de identidad también está presente en autores como Vázquez Montalbán y su vinculación con el Barça”. Aunque Barcala explica que el uso del fútbol como argumento de una novela o un ensayo no es muy frecuente, destaca a continuación que asistimos en los últimos tiempos a una saturación editorial del tema en forma de biografías de jugadores, cómics, libros ilustrados y del género de autoayuda. Al frente de una singular revista como Líbero, de periodicidad trimestral y centrada en la relación del fútbol con la literatura, el cine o la historia, Diego Barcala critica a aquellos que desprecian la cultura popular desde una posición elitista. “Quiero recordar”, comenta, “a modo de ejemplo significativo que Almudena Grandes, seguidora fiel del Atlético de Madrid, se quejaba siempre de que la izquierda padecía una gran miopía al no reconocer los valores de la copla o del fútbol. Son visiones elitistas y sesgadas porque ese tipo de manifestaciones culturales populares son universales y transversales. Hubo fútbol con Alfonso XIII, con la República, con el franquismo y con la democracia”.

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