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Una nueva era dorada de los fanzines en España

Festival de fanzine en Barcelona Gutter Fest

Carmen López

No siempre es evidente, pero existen más realidades que las etiquetadas como “oficiales” y el sector editorial no iba a ser la excepción. Las empresas del sector –pertenezcan a un gran grupo o estén clasificadas como independientes– son las que acaparan la atención de los medios y, en consecuencia, del público. Pero, de forma paralela, el fenómeno de la autoedición se ha hecho fuerte y se presenta en la actualidad como una alternativa contundente al circuito editorial más tradicional.

Podría decirse que el germen de este movimiento (cuya principal característica es que elimina al intermediario entre el autor y el editor ya que estos dos papeles están encarnados por la misma persona o colectivo) fue el fanzine. En sus inicios eran revistas o folletos artesanales, hechos a base de cuartillas fotocopiadas y grapadas en los que el autor o autores plasmaban sus textos, dibujos o fotografías. La filosofía del hazlo tú mismo trasladada al mundo de las publicaciones, la cual se ha mantenido con el paso del tiempo aunque las nuevas herramientas hayan permitido sofisticar el resultado.

El movimiento fanzinero ha vivido varias épocas de gloria durante todos estos años, alternando subidas y bajadas. Para Mon Magán, editor de metafanzine Pez y autor del documental sobre el sector titulado Grapas, estos ciclos son habituales: “Cada cierto tiempo se ve un resurgimiento del fanzine y ahora lo estamos viviendo. Lo que se ha cambiado son algunas cosas: antes eran más colectivos y ahora son más individuales. Antes funcionaba más el tipo cajón de sastre donde entra de todo y no hay un tema claro. Hoy eso no es así, están hiperespecializados”.

La principal motivación para poner en marcha un fanzine suele ser la libertad de publicar la propia obra sin tener que depender de otra persona o empresa. Pol Rodellar se encarga del fanzine Chuck Norris desde 2002 y explica: “Realmente la autoedición fue una necesidad, queríamos sacar una revistilla con nuestros textos y bromas y así lo hicimos. En esa época [de los inicios] tampoco pensábamos demasiado en las connotaciones políticas que tenía esto, pero bueno, actualmente tampoco lo hacemos demasiado. En el fondo encuentro la mar de normal editarse a uno mismo. No hace falta perseguir editoriales o lo que sea para que te editen tus textos, hazlo tú y ya está. Tiene cierta lógica”.

Para Magán, la motivación fue parecida: “Unos conocidos míos tenían un fanzine (estoy hablando de principios de los años 90) y me pareció una idea fenomenal, así que les envié material. Y no me lo sacaron. Ahí fue cuando me dio un vuelco a la cabeza y pensé: '¿Para qué los necesito a ellos si yo también puedo autoeditarme?' Podía publicar mi material y el de la gente que me interesaba en ese momento. Fue cuando me decidí y me di cuenta de que no hacía falta ese intermediario”. Y hasta ahora.

Un circuito propio

Al igual que el sector editorial tiene sus ferias y citas oficiales, el de la autoedición también tiene las suyas. El Gutter Fest, que hace unas semanas celebró su segunda edición en Barcelona, es una de ellas. Dos días dedicados a la venta de material autoeditado (fanzines, libros, láminas o música) con actividades como conciertos, talleres y charlas organizados por un colectivo de apasionados de la autoedición. Sin ayudas externas ni participación institucional: “Yo creo que en el Ayuntamiento ni se enteran, no están por estas labores. El Gutter lo financiamos entre nosotros, ponemos un dinero que sirve para comprar cervezas y para pagar el Hangar [el recinto en el que se celebra] y luego se recupera con la venta de la bebida. Hacemos hucha y, de momento, el gráfico va ascendente y tenemos para organizar las siguientes ediciones”.

Ninguno de los integrantes de la organización se conocía hasta hace dos años, cuando coincidieron en otro acto similar que se organiza en Valencia, el Festival Tenderete. Decidieron trasladar el modelo a Barcelona siguiendo una premisa clara: que fuese gratis tanto para participantes como para asistentes. “Nos conocimos en enero y en mayo se celebró el primer Gutter”, comenta Pablo Taladro, otro de los organizadores. De un año a otro han aumentado en 30 el número de expositores y ya están pensando en ampliar el espacio para la próxima edición.

El éxito de su convocatoria coincide (o puede que sea consecuencia de) la nueva época dorada que están viviendo los fanzines: “Yo creo que ahora es el boom. Yo hago fanzines desde los 18 [ahora tiene 32] y antes eras un colgado que estabas haciendo las cosas tú mismo. Te lo hacías porque no te publicaba nadie y ahora, aunque sigues siendo el mismo colgado, se ve un poco mejor”, comenta Taladro. Tanto él como Néstor mencionan otras citas similares que se están celebrando por España e incluso Europa: Grapa Grapa, en Galicia; MEA, en Madrid; o Crack!, en Italia. “Debe de ser el más viejo de Europa, este año cumple 10 años. Se hace en Roma, en un fuerte que antes era una okupa. Los puestos están en los calabozos de lo que era el fuerte y la gente que vamos de fuera nos quedamos los cuatro días viviendo ahí. Es como tener una banda de música de rock o de punk y dar una gira pero haciendo fanzines”, detalla Pablo, al respecto del festival italiano.

Debates internos y diferencia de opiniones

Uno de los temas en los que es difícil encontrar unanimidad dentro del sector es en la definición de fanzine, sobre todo ahora que es relativamente fácil editar y publicar con una calidad más que notable por poco dinero. ¿Dónde está la línea que separa al fanzine de otro tipo de publicación autoeditada? Para Magán, la barrera es la profesionalización de la publicación: “La diferencia entre un fanzine y otra cosa está en cobrar o no cobrar. Es algo que no haces con una finalidad clara de que sea tu forma de vida o de ganar dinero con ello”.

Pablo y Néstor no ven demasiada diferencia. Éste último especifica: “Un libro con lomo pero autoeditado, si lo ha hecho un tipo que es editor-autor, sin intermediarios, se puede considerar fanzine. Especialmente ahora que tenemos las herramientas para hacer lomos de tela y serigrafías y esas cosas. A mi me gusta más el de grapas y fotocopias, cuanto más puro y no disfrazado de publicación seria. Pero para gustos...”

Sí hay consenso a la hora de aceptar la mejora de la calidad de las publicaciones. Tal y como explica Rodellar: “Ahora el formato está más en boga, sobre todo porque las ediciones están mucho más cuidadas”. Taladro se muestra más tajante y se atreve a afirmar: “Hay cosas autoeditadas con mucho nivel. La editorial se está yendo al carajo”. Su predicción puede que no sea inmediata, pero como alternativa ya está más que presente.

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