Ray Bradbury: 100 años del aleteo de una mariposa que cambió la literatura de ciencia ficción
El 22 de agosto de 1920, nacía en un hospital de Waukegan, Illinois, un niño llamado Ray Bradbury. Aunque podría no haber nacido ese día si Esther Moberg hubiese roto aguas unas horas después, o no hubiese llegado al hospital debido a algo tan baladí como el pinchazo de una rueda de taxi o un atasco inesperado. Y ahora no estaríamos celebrando el centenario de uno de los escritores más influyentes de la literatura de ciencia ficción del silgo XX.
Tampoco lo haríamos si su tía, una mujer de clase trabajadora llamada Neva pero conocida en el barrio como “la loca de las calabazas”, no le hubiese leído a aquel niño los cuentos de Edgar Allan Poe en su más tierna infancia, despertando en él una fascinación por lo desconocido que marcaría profundamente su personalidad. Sin aquellas noches en vela pensando en El corazón delator, tal vez nunca habrían existido Fahrenheit 451 (Minotauro) o Crónicas Marcianas (Minotauro), dos de las obras más famosas del autor.
“El aleteo de las alas de una mariposa se puede sentir al otro lado del mundo”, reza el popularísimo proverbio chino origen del concepto del efecto mariposa. ¿Y si el errático volar de un lepidóptero de la Alpujarra granadina provocase un huracán en el cabo Melville, Australia? Una teoría que viene a subrayar que el universo es impredecible. Algo que Bradbury exploró maravillosamente en el relato Un sonido atronador, que ahora rescata Nórdica Libros en una versión ilustrada por Elena Ferrándiz y traducida por el colectivo Ray Bradbury Billar de Letras.
El peligro de juguetear con el pasado
Un sonido atronador se publicó anteriormente en España con el título El ruido de un trueno dentro de la colección de relatos Las doradas manzanas del sol (Minotauro), traducido por Francisco Abelenda, probablemente una de las personas que más ha hecho por el fantástico en castellano.
Ahora, Nórdica Libros rescata el relato convirtiéndolo en un libro ilustrado de la mano de Elena Ferrándiz. Ilustraciones que transforman una breve narración en una experiencia de lo más interesante: un objeto de deseo para amantes de la ciencia ficción.
Siendo esencialmente descriptivas, las imágenes de Ferrándiz dialogan estupendamente con las obsesiones de Bradbury. Capta desde el miedo a la tecnología en manos irresponsables, que en Crónicas Marcianas estaba esencialmente ligado a la Guerra Fría y la bomba atómica, hasta la fascinación y la terrorífica belleza de una naturaleza anterior al hombre, presente en libros de relatos como Remedio para melancólicos (Minotauro).
La historia que nos ocupa narra un viaje de placer de Eckels, un hombre que ha decidido aventurarse a vivir la experiencia más brutal de su época: el Safari en el tiempo. Se trata de una empresa que procura a sus clientes viajes a cualquier año del pasado, especializada en ofrecer la indescriptible sensación de cazar dinosaurios.
Eckels está convencido de que va a hacerse con un Tyrannosaurus rex, así que se pertrecha de buenos fusiles y se adentra en la máquina del tiempo dispuesto a asesinar a un ejemplar del mayor depredador del Cretácico. Pero la aventura no sale como estaba planeada y, a su vuelta, se da cuenta de que ha pisado involuntariamente una bella mariposa. Su presente no volverá a ser el mismo.
La influencia de un escritor brillante
“El sonido que escucho hoy son los atronadores pasos de un gigante que se desvanecen”, escribía Stephen King sobre Bradbury, “pero las novelas e historias permanecen, en toda su resonancia y extraña belleza”.
La influencia de Ray Bradbury en la literatura de ciencia ficción actual es innegable y enorme, como lo es su huella en el audiovisual. Un sonido atronador, sin ir más lejos, se publicó originalmente en la revista Collier's en 1952 y cuenta con una infausta adaptación dirigida Peter Hyams en 2005. Pero es la huella de este relato, como el aleteo de una mariposa, lo más interesante. Con perdón de H. G. Wells, el eco de Un sonido atronador se escucha en algunas de las más célebres películas de viajes en el tiempo, desde Regreso al futuro a El efecto mariposa, pasando por 12 monos.
Se han hecho más de un centenar de adaptaciones en televisión y cine de muchas de sus historias. El mismo Bradbury escribió los guiones de películas como la Moby Dick que dirigió John Huston y protagonizó Gregory Peck en el 56. Entre las adaptaciones fílmicas de sus relatos se suele recordar la Fahrenheit 451 de 1966 dirigida François Truffaut —mejor olvidar la que HBO produjo en 2018—.
Pero también son de obligada mención películas como Vinieron del espacio, experimento de un 3D añejo dirigida por Jack Arnold en 1953, o El monstruo de los tiempos remotos de Eugène Lourié, una exploitation de Godzilla de lo más particular. Sin olvidar, claro, El verano de Picasso de Serge Bourguignon o El carnaval de las tinieblas de Jack Clayton.
Otras, pensadas para la pequeña pantalla, figuran entre los mejores episodios de Alfred Hitchcock presenta… o La Dimensión Desconocida. Especial reconocimiento merecieran las adaptaciones que Chicho Ibáñez Serrador hizo de la obra de Bradbury en la serie Historias para no dormir. De hecho, su padre, Narciso Ibáñez Menta, protagonizaría fantásticos mediometrajes como El cohete o La espera en la televisión española de mediados de los sesenta, ambos basados en historias del autor de Crónicas Marcianas.
Como ocurre con el efecto mariposa, un relato escrito hace más de medio siglo por un chaval que pasaba las noches escuchando a su tía contarle historias de Edgar Allan Poe, sigue teniendo respercusiones inesperadas en la actualidad. Y su influencia sigue sintiéndose, como el ruido de un trueno caído el 22 de agosto de 1920 en algún lugar de Illinois.
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