Has elegido la edición de . Verás las noticias de esta portada en el módulo de ediciones locales de la home de elDiario.es.
La portada de mañana
Acceder
Puigdemont estira la cuerda pero no rompe con Sánchez
El impacto del cambio de régimen en Siria respaldado por EEUU, Israel y Turquía
OPINIÓN | 'Pesimismo y capitalismo', por Enric González
ENTREVISTA | Sara Velasco, médica y ensayista

“Mi padre y mi hermana murieron por la contaminación de esos volcanes malignos que son las centrales de carbón”

Imagen de archivo de la central térmica de Lada, en la cuenca minera del Nalón, en 2008. EFE

Miguel Ángel Villena

“Fuimos muy felices allí, en la Térmica, pero a ellos dos les costó la vida”. Ellos dos fueron el marido y una hija de esta señora octogenaria cuya frase cierra Carbón (Papeles mínimos), una sobrecogedora novela de Sara Velasco, otra de sus hijas.

Médica, psicoanalista y autora de varios ensayos sobre mujer y salud, Sara Velasco (Ponferrada, 1954) ha necesitado que transcurriera medio siglo para contar, al fin, la trágica historia de las muertes de su padre y de su hermana Ana a causa de la contaminación. Escrita en primera persona y en presente histórico, Carbón nos ofrece un testimonio impresionante, (“unas huellas, unos hilos dorados” como dice la autora) sobre los efectos letales de las centrales térmicas para las poblaciones cercanas, al tiempo que nos ofrece un retrato intimista y cotidiano de su familia en la España de los años sesenta.

“Quería contar dos cosas”, señala la escritora, “por un lado, la estrecha unión con mi hermana que se rompe con mucho dolor, que deja para mí una soledad eterna, cuando ella fallece con apenas 14 años. Me interesaba también relatar la historia de mi padre y nuestra relación con Compostilla, aquella central térmica cercana a Ponferrada inaugurada por Franco en 1949 como símbolo del progreso. Llevaba toda mi vida deseando escribir esta novela y ahora noto una clara sensación de ligereza y a la vez de peso. Podría decir que ya no creo que mi vida esté colgada de un hilo”.

Sara Velasco se salvó por puro azar de ser víctima de alguna enfermedad provocada por aquella central térmica donde vivió de niña. No en vano, la cita de la escritora Siri Hustvedt con la que abre Carbón reza así: “La vida camina de puntillas sobre un campo minado”.

Cuando se le pregunta por qué ha tardado tanto tiempo en escribir esta historia que la persigue desde su infancia, la autora se queda en silencio unos instantes antes de responder. “He dedicado muchos esfuerzos a mi profesión de médica y psicoanalista. Además me casé en más de una ocasión, tuve dos hijos, viví en varias ciudades… En fin, dedicarme a la literatura no fue una decisión consciente, sino que las circunstancias me han llevado a escribir narrativa en la madurez”, contesta.

Retirada ya del ejercicio de la medicina, con varios ensayos y una crónica (El arco de la histeria, 2015) en su currículo profesional y literario, Sara Velasco guarda en su ordenador un par de novelas sin publicar que está revisando. De hablar sosegado y gesto tranquilo, la escritora muestra en Carbón un estilo literario construido sobre frases cortas y precisas, sobre un lenguaje sensible pero no sensiblero y ambientado en una época de susurros, miedos y medias verdades.

“No quiero entretener a los lectores con esta novela”, afirma muy segura, “sino causar efectos en ellos, llevarlos a su infancia, por ejemplo. Tal vez influya mi profesión de psicoanalista en esta actitud, o sea, esa búsqueda de causar efectos en los otros. Debo decir que ese regreso a las impresiones de la niñez y la relación entre un padre y una hija figuran entre lo que han destacado muchos lectores de mi narración”.

Ahora bien, en paralelo a esa atmósfera de complicidad entre dos hermanas, a ese deseo infantil de escapar de la sociedad gris y opresiva del franquismo (que recuerda en ocasiones a la película El espíritu de la colmena, de Víctor Erice), la autora de Carbón recorre Ponferrada, Madrid o la costa gallega en su novela con el paisaje de fondo de un país sometido a la censura y donde muchas opiniones sólo podían expresarse en la intimidad de una familia.

“Mi novela”, afirma Velasco, “denuncia a las centrales térmicas a través de los muertos de mi familia. Está fuera de toda duda que mi padre y mi hermana murieron a causa de cánceres por la contaminación de esa especie de volcanes malignos de las centrales térmicas que envenenan a la gente de los alrededores de estas industrias. Hoy, la gente debe saber que 16 centrales térmicas de carbón todavía siguen funcionando en España”.

La publicación de esta novela ha coincidido con una campaña de Greenpeace, a la que se ha sumado Sara Velasco, contra las centrales térmicas y que se ha plasmado en un documental titulado El lado oscuro del carbón, disponible en YouTube. La película está sirviendo, a lo largo de estas semanas, para organizar proyecciones y debates públicos en varias ciudades sobre los peligros de este combustible fósil.

En su condición de médica, Sara Velasco ha investigado a fondo en los últimos años sobre los efectos letales del carbón, ha consultado mucha bibliografía y subraya las responsabilidades de la medicina para ignorar, a veces deliberadamente, las consecuencias del deterioro del medio ambiente sobre la salud.

“Bastaría decir”, manifiesta con mucha firmeza, “que el 90% de los cánceres infantiles es causado por razones medioambientales. Pero la medicina sigue su propio curso absorta en el funcionamiento interno de los cuerpos, en los órganos, sin prestar atención a las causas en el medio ambiente. Por ello añadí a la novela una nota final sobre las investigaciones médicas acerca de la contaminación de las centrales térmicas”.

¿Por qué se silencian estos peligros si resultan tan evidentes?  La escritora, médica y psicoanalista opina en esa triple condición durante la entrevista. “Mucha gente potencialmente afectada”, explica, “desarrolla un mecanismo defensivo de negación por mucho que le muestres datos científicos incontestables. De otro lado, zonas mineras como León y otras han vivido durante mucho tiempo de la explotación del carbón y poner de relieve los peligros para la salud significa que muchos obreros pueden perder sus puestos de trabajo. Así, la suma de negación y miedo permite que 16 centrales térmicas sigan funcionando en España”.

Etiquetas
stats