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Muriel Barbery: “Conocer Japón ha transformado mi vida profundamente”

Muriel Barbery: "Conocer Japón ha transformado mi vida profundamente"
Barcelona —

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Barcelona, 11 mar. (EFE).- A la escritora francesa Muriel Barbery le gusta olvidarse de sí misma cuando se sienta ante el ordenador para crear sus historias. Sin embargo, no rehuye que mucho de lo que cuenta parte de experiencias propias, como ocurre ahora en su nueva novela, la evocadora “Una rosa sola”, que ambienta en Japón.

Este jueves, a través de conexión telemática, Barbery ha hablado con Efe de su último título, que en Francia publicó coincidiendo con los momentos más duros del confinamiento y que llega a España estos días de la mano de Seix Barral y Edicions 62.

El lector conocerá a Rose, una mujer en la cuarentena, solitaria y huraña, que viajará a Japón por primera vez en su vida para que le lean el testamento de su padre, Haru, un hombre a quien, por diferentes circunstancias, nunca conoció.

En Kioto, la protagonista del relato, botánica de formación, vivirá una transformación total gracias al amor y a su deambular por una ciudad de jardines, templos y restaurantes sublimes.

Muriel Barbery, mundialmente conocida y con millones de ejemplares vendidos desde que en el año 2006 publicara “La elegancia del erizo”, rememora que desde muy joven está interesada por el país nipón, al que acudió por primera vez “gracias al anticipo que me ofrecieron por esta novela” y, luego, posteriormente, residió allí durante dos años, entre 2008 y 2009.

“Los dos años que estuve en Kioto fueron extraordinarios y, desde entonces, vuelvo siempre que puedo. Debería haber estado hace unos meses, pero la situación por la que estamos pasando no lo permitió. Pero conocer Japón ha transformado mi vida profundamente”, apunta.

No esconde que le llevó tiempo comprender la realidad del país y que no habla el idioma, aunque comprenda algunas palabras, por lo que a la hora de hilvanar “Una rosa sola” apostó por una protagonista occidental, que descubre aquellas islas “como yo las descubrí hace más de diez años”.

Confiesa, asimismo, que empezó la escritura de la obra justo cuando acababa de publicar su libro anterior, la fábula “Un país extraño”, lo que no ocurre habitualmente, porque necesita que haya aire, tiempo, entre novela y novela.

Sin embargo, “en este caso, se produjo algo raro, porque me puse a escribir y, de forma imprevisible e imprevista, todo surgió con mucha facilidad, lo que para mí era desconocido”.

Al principio, su intención era hablar de Kioto, una vez fue consciente de que había “metabolizado” su experiencia de la ciudad, incidir en “la maravilla y el asombro que había sentido allí, la sobriedad y, al mismo tiempo, la riqueza increíble de la naturaleza y de los templos”.

Pero a medida que iba avanzando, “el personaje de Rose fue conociendo a otros y quise explorar el vínculo que mantenían con ella, convirtiéndose, sin más, en una historia de amor”.

Asimismo, es la descripción de la transformación de esta mujer gracias a descubrir quién era su padre fallecido de la mano de otros personajes, desde su asistente, el belga Paul, a la criada Sayoko o al inclasificable pintor, poeta, calígrafo y alfarero Keisuke Shibata.

Barbery subraya que “la realidad de la vida es la transformación permanente” y agrega que los artistas que más admira son los que potencian el cambio “del dolor en belleza. El paso por el prisma artístico y literario consigue la transformación de lo peor en lo mejor”.

Como ocurre en otras novelas suyas anteriores, en ésta vuelva a tener su peso lo gastronómico, con comidas que llevan a Rose a recordar “lagos, gatos, cenizas”.

La novelista, nacida en Casablanca en 1969, remarca que “Japón ofrece una dimensión adicional al amor por la alimentación que sentimos en Francia, porque en la mesa se añade la dimensión espiritual, que provoca que surjan siempre imágenes y emociones diferentes y, no sé si es por la influencia del budismo, pero en cualquier restaurante, por modesto que sea, todo es bello y se presenta de una manera que alimenta el estómago, la vista y el alma”.

Novela de metáforas, también es un texto zurcido de parábolas que, aunque el lector crea que proceden de la tradición nipona y china, son invenciones de Barbery que le han servido para “poner en escena de manera simbólica las diferentes transformaciones de la protagonista en su deambular por un Kioto, que me he permitido la licencia de mostrar sin respetar el palmarés de los templos y los jardines más célebres, sino mis propios descubrimientos”.

Preguntada por futuros proyectos, contesta que siempre se había tenido por “una escritora lenta y perezosa, pero me están creciendo las ganas de escribir de forma constante, de manera que he empezado un nuevo texto, pero se encuentra en un estado tan frágil que si se habla del mismo, igual se cae, aunque igual podemos encontrar algún personaje de los que aparecen en 'Una rosa sola”.

Irene Dalmases

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