Pional, el house en la maleta
Dos momentos claves en la carrera del madrileño Pional. La primera un día cualquiera en que Miguel Barros se acercó a una pequeña sala del centro de Madrid, el Mondo. “Estaba tocando un tal Nathan Fake. Él debía andar por los 17 años en aquel momento, y yo tenía un año menos. Fue una revelación. Utilizaba un software que no había visto nunca antes, Ableton Live, y que me llamó mucho la atención. Al día siguiente empecé a investigar y a meterme en el mundo del Live, que es tanto como decir de la música electrónica, algo que me había resultado ajeno hasta entonces”. A partir de ahí la inevitable apertura de perfil en el por entonces pujante Myspace bajo el alias de Alt Fenster (los curiosos todavía pueden rastrear aquellas primerizas grabaciones aquí) y los primeros contactos con sellos de fuera como Traum o Trapez.
Un par de años más tarde Miguel se había hastiado del característico sonido Border Community y daba sus primeros pasos con un nuevo alias, Pional, más orientado al house y la música de baile en general. Y ahí tiene lugar el que hasta ahora es el segundo encuentro: “John Talabot, cuando todavía ni utilizaba ese nombre, sino DARYL, me escribió comentándome que estaba montando un pequeño sello llamado Hivern y que le gustaría arrancar editando un maxi con mis canciones”. La figura de Talabot y su ascenso a los altares de la música de baile contemporánea con su primer álbum ƒIN en el que Miguel colabora con dos canciones, se convierte en el pasaporte al estrellato para Pional cuando éste se convierte en su mano derecha en directo. “De repente nos encontramos teloneando a The XX en su gira por EEUU, igual nos vio medio millón de personas durante esos conciertos... Y de repente estaba conversando sobre música con gente a la que admiraba profundamente como James Holden, Daniel Snaith de Caribou o Todd Terje, compartiendo camerino con Josh de Queens Of The Stone Age o Dave Grohl”.
En medio de todo esto, Pional publica tres maxis y un cuarto compartido con el productor alemán Bostro Pesopeo. El quinto, Invisible/Amenaza llega el 4 de noviembre y supone un nuevo salto de calidad. Tanto es así que lo edita Young Turks, subsello de XL, posiblemente el sello independiente más poderoso de la actualidad (casa de Adele, Prodigy o Basement Jaxx entre muchos otros). Además, Young Turks también publicará la primera referencia de Lost Scripts, proyecto junto a John Talabot que de ahora en adelante servirá de vía de escape a sus composiciones a cuatro manos. “Estos meses serán un poco locura, con promo en Francia, Polonia, Alemania, Holanda y sobre todo en Londres. Hay seis bolos seguidos en diferentes locales de Londres, eventos con artistas invitados, fiestas,...”. Y todo esto sin un disco largo en el mercado, que llegará si todo sale según lo previsto para el 2014. “En enero aprovecharé que tengo un hueco para encerrarme en el estudio que me he montado en casa, componer y grabar. Ahora mismo tengo ofertas de cinco discográficas muy interesantes, pero aún no está claro con quién va a salir: no quiero ponerme en la situación de elegir el sello antes de tener el álbum para evitar que de alguna forma me condicione a la hora de componer”.
Fuga de cerebros electrónicos
En este momento Pional es uno de los mejores ejemplos de los males que nos aquejan, un país con una generación de jóvenes brillantes que se ven obligados a emigrar para recibir el reconocimiento o las facilidades para trabajar que no obtienen en España. Trasladen el paisaje desolador al terreno de la cultura de clubs. “Yo tengo un punto de vista un poco desde fuera, pero creo que el mal de la cultura de club en nuestro país es que aquí hay mucha fiesta, pero falta profesionalidad por parte de promotores y programadores, que hacen las cosas muy baratas para ganar dinero rápido. Es una mentalidad muy española, muy mediterránea. Fuera ves clubs muy pequeñitos con una programación increíble. En una ciudad como Stuttgart, que no es comparable con Madrid, puedes encontrar 70 salas como Mondo o Siroco. Aquí el concepto es de macrodiscoteca en los polígonos de las afueras, porque las salas de pequeño y mediano aforo sufren una enorme presión por parte del Ayuntamiento. Así que al final los chavales a los que les gusta el house o sonidos así un poco más cuidados se van un día a una discoteca en la que van a encontrar a 5000 macarras y no vuelven. Y el promotor de esos espacios termina apostando por un tío que tira una lancha al público y se lanza encima. Es un círculo vicioso”.
Más allá de este deprimente (aunque certero) análisis del estado de las cosas, hay motivos para la esperanza. “En España hay un nivel de productores brutal, y eso se sabe en todo el mundo. En la música como en cualquier otro tipo de trabajo tienes dos opciones: sellos de fuera o nacionales con distribución internacional y los que están enfocados por y para España. Yo he tenido la suerte de que las oportunidades me las dieran siempre fuera antes que aquí. Que es algo que en el fondo es bastante triste, pero bueno... sin resquemor”.