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Reconstrucción virtual, el milagro de recuperar el patrimonio que ya se ha perdido

Recreación de la catedral de Santa María, en Vitoria, durante el periodo de construcción, en el siglo XIII

José María Sadia

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Pasear por las calles del Burgos del año 1921, acceder a la entrada de una mina leonesa desaparecida en los años sesenta, identificar cada detalle de un hospital de peregrinos del siglo XIII en La Rioja del que hoy únicamente sobreviven unas pocas ruinas o colarse en la construcción de la catedral de Santa María de Vitoria y observar, en primera fila, cómo los operarios levantan sus muros desde primitivos andamios. Todos estos ejemplos son deseos hechos realidad… Realidad virtual, claro. Porque ni el centro de la ciudad de Burgos es hoy como hace un siglo, ni los obreros de la catedral gótica vitoriana han prolongado sus duras jornadas laborales hasta nuestros días. Pero, ¿de verdad se puede recuperar el patrimonio que ya no existe? La respuesta es que sí, y hay que buscarla en la reconstrucción virtual.

Un reto que se plantea cada día el grupo de trabajo 3DUBU de la Universidad de Burgos desde hace más de una década, periodo en el que han desarrollado decenas de proyectos como los citados. La Historia ha colocado en primer plano el patrimonio que ha sobrevivido, el que está en pie. Pero, ¿qué hay, por ejemplo, de las cabañas de madera de la ciudad medieval de Portilla (Álava), engullidas por el tiempo debido a su efímera arquitectura? “Lo que existe está protegido por un montón de leyes desde las guerras napoleónicas; sin embargo, no hay ninguna ley, ni española ni de carácter internacional, que proteja lo que ya ha desaparecido”, cuestiona Mario Alaguero, profesor de la Universidad de Burgos, quien da un paso más en esta idea. “En el primer caso, hay financiación para conservarlo; para lo que no existe, no hay dinero”.

Así es como diseñadores, programadores informáticos, comunicadores, historiadores y arqueólogos se convierten en guardianes del patrimonio que se ha esfumado. Juntos, en una tarea transversal, se han propuesto “resucitar” periodos de nuestra era ya superados, edificios maltratados por el paso del tiempo o yacimientos al borde del último aliento. ¿El objetivo? Reunir ese conocimiento en la llamada “reconstrucción virtual”, un término que “se está empezando a estandarizar —afirma Mario Alaguero—, pero hay quien nos critica por estar reconstruyendo algo que no se sabe muy bien cómo era”. Precisamente, esa es la encrucijada: ¿se puede dar vida a una realidad cuando faltan datos clave? La solución está en los llamados “niveles de detalle” de la reconstrucción, un aspecto complejo al que Alaguero, profesor del área de Comunicación Audiovisual y Publicidad de la Universidad de Burgos, dedica su tesis doctoral.

Cuando existe información fiable, cuando la arqueología o las fuentes históricas tienen donde agarrarse, el equipo “se siente seguro”, pisa suelo firme y da vida a reproducciones hiperrealistas, con un impresionante nivel de detalle. Esto lo saben bien los vecinos de Burgos que han recorrido sus calles tal y como eran en 1921. “Hemos utilizado un plano que hicieron los franceses en una batalla que hubo aquí en Burgos y los trabajos de escáner del programa LIDAR (que toma medidas fiables del terreno en 3D)”, explica Alaguero. Así que el resultado, al que se accede a través de vídeos en 360 grados desde el teléfono móvil, es “bastante fiel”.

Como estar en Matrix

Precisamente, “Burgos 1921” es el trabajo que destaca Bruno Rodríguez, comunicador audiovisual, también miembro del equipo 3DUBU. “Poder reconstruir cómo era la ciudad hace cien años me ha permitido ver detalles que no conocía y, además, de una forma bien distinta, casi como si estuviera en Matrix”. Y no solo eso. La experiencia se ha trasladado a las calles, donde los burgaleses solo han tenido que escanear un código QR con el teléfono móvil para abrir un vídeo en YouTube. “Es un trabajo que ha calado en la gente, he visto su impacto en los vecinos de Burgos, que han podido apreciar la evolución de su ciudad”, reconoce Rodríguez, quien dedica su tesis doctoral, precisamente, a la reconstrucción del patrimonio a través de la realidad virtual.

Aunque el equipo de trabajo de la Universidad de Burgos no siempre cuenta con datos tan fiables. Cuando la arqueología y las fuentes documentales escasean, hay que bajar un escalón en el nivel de detalle de la reconstrucción y, acaso, imaginar cómo fue un edificio que ya no está. Hacer conjeturas. Llegan entonces las arenas movedizas. Así fue como, por ejemplo, se enfrentaron a la reconstrucción del hospital de peregrinos de San Juan de Acre, un edificio del siglo XIII en la localidad de Navarrete (La Rioja), actualmente en ruinas. Trazaron un primer dibujo sobre el papel, lo convirtieron en un modelo tridimensional y lo sometieron al análisis de un historiador y de un arqueólogo. “Cada vez que había un vacío documental, planteábamos varias hipótesis y elegíamos la más adecuada”, relata Mario Alaguero. Finalmente, una anécdota —un antiguo documento que refería cómo los niños lanzaban piedras al campanario del hospital desde un husillo— permitió ubicar la torre en el plano de la forma correcta.

Sin embargo, esto no va de invenciones, ni tampoco de hacer creer a la sociedad lo que no es. “Esta disciplina nos exige ser transparentes”, aclara Alaguero. De ahí que, junto a la hiperrealista reconstrucción virtual del hospital riojano, crearan un modelo idéntico en el que cada parte lucía un color, como una especie de semáforo de fiabilidad histórica. Así, la parte que se basaba en evidencias arqueológicas, la más segura, estaba pintada en verde; el nivel de fidelidad en la propuesta iba descendiendo por el amarillo y el naranja hasta el rojo, “la pura conjetura” y el azul, “lo que creemos que debió de haber ahí”, explica el profesor de la Universidad de Burgos.

Pero el trabajo no acaba en el modelo digital. Revela Alaguero cómo consiguen que el diseño final desprenda esa sensación tan realista. A partir de la volumetría, trabajan en cómo vestir muros y cubiertas del edificio. El problema es que esos colores, esas tonalidades, no se encuentran en las ciudades del siglo XXI, sino más bien en la España vacía, que últimamente es recurso para todo. “Buscamos las texturas de la época, el aspecto que pudieron tener las construcciones en el pasado. Nos recorremos muchos pueblos, sobre todo, aquellos que están abandonados, que conservan los materiales más originales, los más antiguos, para tomar muestras”, explica el especialista. Por último, “pintan” paredes y tejados con esas texturas. El resultado es como si ese patrimonio desaparecido y olvidado, que ya parecía relegado al olvido más absoluto, renaciera.

Catedral de Vitoria, “un gigante”

Falta ahora saber qué dice de todos estos adelantos una de las disciplinas más severas con cualquier cosa que vaya más allá de la evidencia científica. “La reconstrucción virtual es uno de los grandes avances de nuestra época, una herramienta para difundir y socializar la historia, que de otra forma no se entendería”, asevera José Luis Solaun, investigador y miembro de la Cátedra Unesco de Paisajes culturales y Patrimonio de la Universidad del País Vasco. Pero quizá, uno de los aspectos más positivos de la colaboración entre la arqueología y la reconstrucción virtual está en los matices que aporta al proyecto final. “Muchas veces, los arqueólogos tenemos una imagen mental que no se plasma en un papel; cuando un programador recrea la volumetría de un edificio, de una casa, en 3D, eso nos ayuda a hacernos preguntas, porque no nos lo imaginábamos así”, reconoce Solaun.

Un beneficio que define con claridad Bruno Rodríguez, y que va más allá de la facilidad del público para entender el patrimonio a través de la tecnología digital. “También sirve a historiadores y a arqueólogos: cuando tienen una reconstrucción en la cabeza es difícil saber en qué han fallado; cuando lo ven, se dan cuenta de que lo que habían imaginado tal vez no fuera así en realidad y les ayuda a hacer autocrítica”, explica el comunicador.

Ambas ventajas —la comprensión del patrimonio desaparecido por un público no iniciado en la historia y la visualización en 3D de evidencias arqueológicas— se reúnen en una de las propuestas más celebradas del grupo 3DUBU. Quienes acceden a las entrañas de la catedral de Vitoria —un proyecto “gigante”— pueden disfrutar de la experiencia de la realidad virtual, con la que “la sensación de inmersión es muy potente”, describe Mario Alaguero. “Los visitantes se ponen las gafas y pueden viajar al pasado; ver cómo se trabajaba con andamios y grúas en la Edad Media, cómo hacían las cimbras o el proceso de cantería y, en cierto momento, se pueden elevar hasta veinte metros de altura y tener una visión impresionante del proceso de construcción”, detalla.

El resultado está en las cifras: una experiencia prevista para un año, se ha prolongado por dos temporadas más. “La reconstrucción virtual es un tirón en toda regla, pero no solo a nivel patrimonial, también económico y turístico”. Bruno Rodríguez subraya un valor añadido no poco importante. “En Vitoria las visitas crecen y se genera más dinero, así se demuestra que el patrimonio, además de su valor histórico, es una buena inversión que puede ayudar a dinamizar económicamente un lugar”, asegura.

Sí, pero con límites

Similar es el trabajo desarrollado en las ruinas de Portilla, una antigua ciudad fundada por Sancho III de Pamplona en el siglo XI. “La gente reconocía el castillo o la iglesia, pero tenían dificultades para imaginar cómo eran las casas y las calles, de las que quedan restos de apenas un metro de altura”, describe José Luis Solaun. “Observando las ruinas, el público no entiende cómo eran esas viviendas, si se levantaban uno o dos pisos o qué aspecto tenían por dentro”, añade. El arqueólogo afirma que ese “déficit” de comprensión “lo hemos intentado paliar a través de recreaciones en 3D”. La conclusión es que hoy resulta más sencillo imaginar cómo vivieron los antepasados de la ciudad alavesa.

De esto se deduce que la reconstrucción virtual puede ser una herramienta clave en la preservación del patrimonio que ya no existe. “Los restos de castillos e iglesias ya están protegidos, pero la mal llamada arquitectura menor también es patrimonio y no está catalogada”, advierte Solaun. El investigador cita ejemplos de interés acerca de un patrimonio relativamente reciente —del siglo XVIII al XX— que no ha sobrevivido, como “caserías, bordas o zonas de esquileo” y que corre el riesgo de ser olvidado para siempre.

Los arqueólogos solo ponen una condición. “No soy partidario de recreaciones virtuales sin el soporte científico de la arqueología”, sostiene Solaun, profesor de la Universidad del País Vasco. No es un ataque de corporativismo, solo el fruto de la reflexión. “Cuando utilizas recursos para la reconstrucción, se los estás quitando a la investigación del yacimiento”, explica. “Cuando creas una imagen de un lugar sin evidencias científicas, en el futuro será muy difícil borrar esa idea de la sociedad si resulta que no era la correcta”, razona. Ejemplos no faltan, ni paradojas tampoco. Y no son pocos los ejemplos en los que la imagen falsa tiene más credibilidad que la que se ajusta más a la realidad histórica, como pinturas románicas de las iglesias del valle leridano de Bohí, una réplica moderna que, sin embargo, el visitante cree estar presenciando las de hace siglos..

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