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¿Con IVA o sin IVA?: las pequeñas (y grandes) corruptelas familiares, a escena

Elías, Beli y Marily, personajes de la obra 'En familia'

Miguel Ángel Villena

Un padre que despotrica contra los políticos, pero cobra dinero negro por la venta de un piso; una madre que se precia de ser honesta, pero está dispuesta a enchufar a su hijo en la Diputación donde ella trabaja; un joven en paro que da lecciones de ética a sus padres mientras piratea en Internet o comercia con marihuana; y una empleada doméstica dispuesta a todo tipo de trapicheos.

Son algunos de los personajes de En familia, una obra teatral escrita y dirigida por Eugenio Amaya (Santiago de Chile, 1951) donde todos lamentan la corrupción, al tiempo que sucumben a esa tentación a pequeña escala. Una escala que deriva en un tsunami social. Este dramaturgo chileno, afincado en España desde los años setenta, retrata de este modo “un auténtico microcosmos de corrupción, donde los vicios sociales se convierten en un espejo que salpica a un país entero”.

Después de su celebrada obra Anomia (estrenada en 2012), que mostraba la corrupción política y económica con mayúsculas, Amaya ha posado ahora su mirada sobre esa picaresca extendida como una enfermedad por muchas familias.

“No tengo dudas”, comenta Amaya tras el estreno de su comedia en Madrid, que estará en cartel todos los lunes hasta el 11 de junio, “de que el teatro debe ser un reflejo de su época y por ello me ha interesado el tema de la corrupción desde hace años”. Recuerda también que cuando escribió Anomia en 2008, “todavía en tiempos de vacas gordas y pelotazos urbanísticos, algunos compañeros me llamaron visionario”.

Pero ahora, tras años de crisis ha visto que la realidad ha sido mucho más demoledora. Y es así porque “la corrupción y la codicia habitan en todos nosotros y no sólo en los políticos o los banqueros. De hecho, se trata de un eterno argumento del teatro desde las comedias de Plauto”. A través de personajes de carne y hueso, ha buscado mostrar en la obra En familia que “la corrupción ha derivado en una lluvia fina que empapa a toda la sociedad”.

Partidario de abordar sin sectarismos ni miedos uno de los asuntos que más preocupa a la sociedad española, Amaya reconoce que las corruptelas incomodan a muchas instituciones públicas dedicadas a subvencionar el teatro. “Mi compañía, Aran Dramática”, señala Amaya entre risas, “se ha encontrado en más de una ocasión con la negativa de las autoridades a que actuáramos en alguna ciudad donde el mismísimo alcalde estaba imputado”. Por ello, este director lamenta que contemos con tan poca producción teatral para tanta corrupción como nos rodea.

Con seis actores en escena en un decorado de hogar de familia de clase media, la obra intenta entretener y divertir, pero al tiempo que obliga a reflexionar al espectador sobre unos personajes que podrían ser cualquiera de nosotros al plantear esa famosa pregunta de “¿con IVA o sin IVA?”, por poner un ejemplo. “Como pensar se nos convierte en algo difícil”, opina Amaya, “resulta más cómodo juzgar”.

A partir de este planteamiento En familia aborda con distancia y un anhelo de objetividad esa picaresca tan española que llegó incluso a crear un género literario nacional en el Siglo de Oro. “Así pues, todos censuramos las ilegalidades de los otros, pero disculpamos las nuestras”, apostilla el dramaturgo.

Cuando se le pregunta a Eugenio Amaya cómo puede combatirse esa lacra de las pequeñas y grandes corruptelas, contesta rotundo citando una de las frases de su comedia: “La asignatura de Filosofía debería ser obligatoria en los institutos”. En otras palabras, una ética colectiva como solución.

De hecho, En familia revela sobre las tablas de un escenario que eliminar la corrupción supone una tarea que va más allá de las leyes y de las actuaciones políticas, por importantes que sean, y que hunde sus raíces en una pervertida moral social. “Ignoro las causas”, afirma Amaya, “pero quizá en nuestro país pesa mucho esa doble moral católica. Lo cierto es que en países del centro y el norte de Europa los políticos dimiten con frecuencia y la ciudadanía exige siempre responsabilidades”.

En la charla con Amaya sobre En familia viene a la memoria Un enemigo del pueblo, la obra clásica de Henrik Ibsen, donde la gente acaba por primar la codicia sobre la honestidad, el beneficio privado sobre el bien común. En Anomia, la obra anterior de Amaya que fue representada en el Centro Dramático Nacional, se plantea una vez más ese dilema de Ibsen. “Ese difícil equilibrio entre los dramas individuales y los colectivos se halla entre los temas claves del teatro de todas las épocas”, afirma el dramaturgo.

Mucho más volcado en la dirección teatral que en la autoría, Eugenio Amaya confiesa que solamente se decide a escribir teatro cuando cree que puede aportar algo. “La corrupción es un argumento que me obsesiona y, por ello, escribí Anomia o En familia. También puedo decir que no encontré piezas atractivas sobre el tema de otros autores”.

Convencido de que el teatro ha sido dado por muerto en multitud de ocasiones, pero siempre resucita, Amaya mira hacia atrás y desde Badajoz, sede de su compañía, se felicita de la extensión de la red teatral en la España de las últimas décadas. A pesar de las dificultades económicas y del escaso apoyo de las instituciones públicas, este director advierte que el teatro es un fenómeno cultural imbatible porque responde a un hecho irrepetible que únicamente requiere de un buen texto y unos buenos actores. Ni más ni menos.

“Esto es mejor que el 3D, fue una opinión que me comentaron unos jóvenes a la salida de una función de En familia”, recuerda Amaya. Así, contra viento y marea, este hombre de teatro evoca su época juvenil de corredor de fondo para seguir en la brecha de los escenarios. “Más que vivir, en España se puede sobrevivir con el teatro”, concluye entre el optimismo y la resignación.

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