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Miles de tunecinos migran a Europa empujados por el golpe de la COVID-19 al turismo

Migrantes rescatados hacen cola en el puerto de Ben Gardane, en el sur de Túnez, el miércoles 7 de julio de 2021.

Simon Speakman Cordall

Hammamet —

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La playa del pueblo de Hammamet en Túnez está desierta. Desde su tienda de recuerdos, Kais Azzabi, de 42 años, mira la costa, vacía y brillante, y describe las multitudes que solían pasear por los anchos bulevares. Hoy no hay nadie.

“Era una zona muy ajetreada”, dice, señalando la calle y el Mar Mediterráneo que está más allá. “Desde que comenzó la pandemia, todo se detuvo”.

Con estallidos revolucionarios, atentados terroristas e inestabilidad política, la pandemia le ha dado un golpe casi mortal a la industria del turismo, que supo ser característica de la economía local.

Muchos de sus empleados ahora quieren cruzar el mar en busca de una nueva vida en Europa.

Más allá de los hoteles, los acontecimientos políticos recientes no han infundido confianza en los trabajadores de la hostelería. Una puja por el poder presidencial en julio, que suspendió el Parlamento, derrocó al primer ministro, y colocó a Kais Said, un exprofesor de derecho y político independiente, en el puesto. Todavía no ha ofrecido una visión de largo plazo para el país.

Amin*, de 20 años, está sentado en una playa vacía fuera de uno de los imponentes hoteles blancos del centro vacacional. Él, socorrista del pueblo cercano de Tazerka, empuja un pescado medio muerto hacia el fondo de un cubo mientras su amigo se zambulle en el mar en busca de más.

“Hubo algunos visitantes tunecinos, pero ahora está muerto”, dice, a través de un intérprete, mirando las casetas de playa vacías y pilas de tumbonas sin uso. “Mi futuro está en el extranjero”, dice, sin especificar cómo podría llegar allí. “Todos mis amigos se han ido (a Europa)”, dice. “Tazerka está vacía. Todos los pueblos cercanos están vacíos. Todo el mundo se ha ido”.

75% más de llegadas de tunecinos en Italia

En agosto, la llegada de migrantes a Italia desde Túnez subió un 75% con respecto al año anterior. Según la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), este aumento supuso “la mayor cantidad de salidas tras los efectos de la revolución de 2011”. Entre ellas se encontraban 502 menores no acompañados, además de otras 138 personas que viajaban con al menos otro miembro de su familia, lo que sugiere que no se trataba de traslados temporales. En lo que va de año, han llegado a Italia por vía marítima más de 11.000 tunecinos.

En otra parte de Tazerka, Ramzi, de 20 años, vende melones en la carretera desde la cabina de la camioneta de su padre. Junto a sus primos y a su padre, cada día viaja unos 150 kilómetros desde Kairouan para vender frutas. Solo pueden hacerlo durante los meses de verano, y sobreviven en invierno con lo que hayan ahorrado durante la temporada alta, o de los trabajos ocasionales que su padre puede conseguir en la construcción. La COVID-19 ha empeorado una situación desesperante, dice el padre de Ramzi, Nouredinne.

“Solo quiero irme a Europa”, dice Ramzi. “Hace cinco o 10 años que espero ir”. Uno de sus primos, Wassim, grita que su mayor deseo desde niño es llegar a Europa.

Lo único que se lo impide es el dinero. “Necesitas cerca de 3.500 dinares tunecinos, pero es arriesgado. Si tienes más, es más seguro”, dice Wassim, a través de un intérprete.

Una crisis anterior a la pandemia

La industria turística ha sido el sector más afectado por la pandemia en Túnez. Los complejos vacacionales, que se sostienen por los paquetes turísticos, ya tenían problemas antes de la pandemia. Azotados por la revolución de 2011, un atentado terrorista devastador en 2015 y las consiguientes prohibiciones de viaje, la industria turística del país había dejado de ofrecer la seguridad que prometía en los años sesenta.

“Antes de la pandemia, la industria del turismo representaba alrededor del 7% del PIB”, dice el economista Radhi Meddeb. “Consolidado con las actividades asociadas, como el transporte, la gastronomía, la recreación y las artesanías, su aporte asciende al 14%”.

Sin embargo, Meddeb agrega: “Si las tendencias observadas hasta ahora continúan hasta fin de año, la aportación de la industria del turismo al PIB probablemente sea negativo, entre -1% y -1,5%”.

A pesar de los esfuerzos de los hoteleros, se han perdido decenas de miles de puestos de trabajo. Antes de la pandemia, más de medio millón de personas estaban empleadas en el turismo y sus servicios asociados. Los últimos acontecimiento y las prohibiciones de viaje -que responden a la escalada de la mortalidad de la COVID-19 en Túnez- han contribuido en gran parte a esta tendencia.

Dado que no se espera que la economía recupere sus niveles previos a la pandemia durante un tiempo, el turismo “nunca será lo que fue antes de la crisis”, dice Meddeb, como evidencian las hileras de hoteles abandonados en la costa de Hammamet, Sousse, Monastir y más allá. La imagen hace augurar un previsible final de los paquetes vacacionales con todo incluido. “El modelo para el turismo tunecino tendrá que reinventarse”, añade.

De regreso en la playa, Amine sigue empujando el solitario pescado que guarda en su cubo. “Desde mi pueblo se ve Pantelleria (la isla italiana)”, dice. Ante la pregunta de cómo llegará, responde: “Voy a nadar”.

*Para proteger las identidades de los testimonios, no se han usado sus nombres completos.

Traducción de Ignacio Rial-Schies

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