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Las preguntas sobre el naufragio de Crotona a las que el Gobierno de Meloni no ha contestado

Los familiares de las víctimas del 26 de febrero ante los ataúdes, en el polideportivo de Crotona.

Mariangela Paone

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Diez días después del peor naufragio de un barco de migrantes frente a las costas italianas desde 2013, mientras el mar sigue devolviendo los cuerpos de las víctimas, lo que queda son preguntas sin respuestas. Las que necesitan los supervivientes y los familiares llegados de toda Europa a Calabria a la espera de la identificación de los cadáveres, y las que el Gobierno italiano no ha dado sobre lo que falló en las intervenciones de la madrugada del 26 de febrero, horas antes de que la embarcación de madera con al menos 180 personas a bordo volcara a unos cien metros de la playa de Steccato di Cutro, Crotona.

Las explicaciones que el martes ofreció el ministro del Interior, Matteo Piantedosi, ante el Parlamento sirvieron para volver a compactar a la mayoría del Gobierno de Giorgia Meloni, pero no para aclarar los puntos oscuros de la tragedia. Horas antes de la comparecencia del ministro en la Cámara de los Diputados, se habían recuperado los cadáveres de otras dos víctimas, una mujer y una niña de tres años, el cuerpo desfigurado tras nueve días en el mar. El último recuento es de 72 muertos, 28 de ellos menores. Pero nadie excluye que el balance final pueda superar el centenar. 

Piantedosi —que fue el único miembro del Ejecutivo que se desplazó a Calabria tras el naufragio y desató una oleada de indignación por afirmar que la “desesperación no puede nunca justificar condiciones de viaje que pongan en riesgo a la vida de los propios hijos”— expuso su reconstrucción de lo que ocurrió antes de que se produjera el naufragio, y a partir del primer aviso lanzado por Frontex, la agencia europea para el control de las fronteras, a las 23.03 del 25 de febrero, seis horas antes del naufragio. Poco antes de ese aviso, uno de sus aviones desplegados en la zona, el Eagle1, había registrado la presencia de un barco, “pero —subrayó Piantedosi— no había señalado una situación de distress, limitándose a evidenciar la presencia de una persona en la cubierta, de posibles otras personas bajo cubierta y una buena flotabilidad de la embarcación”. Poco después, saldría hacia la zona un patrullero de la Guardia de Finanza, la policía aduanera de Italia, y el caso se gestiona como lo que en la jerga se define como intervención de Law and enforcement, una operación de policía, y no una alerta SAR —Search and Rescue—, es decir una intervención de salvamento.

Una operación de policía y no de rescate

Las cámaras térmicas del avión habían captado la presencia de muchas personas a bordo y así se comunicó, tal y como confirmó este miércoles la comisaria europea de Interior, Ylva Johansson, contestando en Bruselas a una pregunta sobre el papel de Frontex en las horas previas al naufragio. Johansson explicó que en el video registrado por el avión, que estaba abandonando la zona por falta de combustible, no había señales de peligro: “Y creo que por eso Frontex y las autoridades italianas pensaron que no era un caso de rescate sino de intervención policial. Sobre esto tienen que contestar las autoridades italianas, pero quizá fue ese el motivo por el que enviaron los barcos de la Guardia di Finanza y no barcos de salvamento”. Este “quizá” resume todos las preguntas que quedan por contestar. Una, en especial: ¿Quién decidió que no se trataba de un evento SAR?

El ministro Piantedosi, cuyas explicaciones causaron durísimas réplicas por parte de la oposición, dijo que “la activación del sistema de search and rescue tiene que pasar por una alerta de socorro”. El primer barco de la Guardia de Finanza volverá a puerto poco después para repostar, y regresará a la zona dos horas más tarde con otra embarcación. Ambas interrumpirán la navegación alrededor de las 3.40 horas por las malas condiciones del mar. 

“Entonces, para el ministro es normal que un barco de 20 metros con 200 personas a bordo atraviese el mar con condiciones que van empeorando notablemente —y que obligarán a los patrulleros de la Guardia de Finanza a volver a puerto— y se dirija hacia la costa, el tramo más peligroso de la navegación, con personas en manos de los traficantes que, como criminales, les abandonan a su suerte. Y esto está claro cuando están aún lejos de la costa. El ministro dice que no hay señal de distress, de socorro, y es ahí donde está la responsabilidad política. No es que haga falta una alerta, la alerta está en los hechos, en la situación que se ha registrado”, dice a elDiario.es el exalmirante Vittorio Alessandro, que fue portavoz de la Guardia Costera italiana entre 2010 y 2013. “¿Por qué no está en peligro un barco que se encuentra en esa situación? Eso es lo que demuestra una idea de las intervenciones en el mar que es equivocada y produce consecuencias nefastas”, dice Alessandro, quien hace unos días afirmó que la decisión de enviar a la Guardia di Finanza en lugar de la Guardia Costera, equipada para actuar en condiciones de mala mar en operaciones de rescate, equivale a enviar a “la policía en lugar de a los bomberos mientras un incendio devora casas y personas”. 

El ministro, en su intervención en el Parlamento, ha respondido a las críticas diciendo que las operaciones de policía pueden terminar en salvamento y que la Guardia de Finanza realiza también rescates. El exalmirante replica: “Aunque la Guardia de Finanza se hubiera quedado y hubiesen encontrado al barco, no podrían haber hecho mucho porque las embarcaciones no tienen las características de estabilidad para permitir esa actividad de rescate”. “No hace falta tener un manual de socorro para entender algo fácil: si el mismo barco hubiese salido de nuestra costa con un grupo de bañistas a bordo, un barco de 20 metros con 200 personas, sin chalecos, sin medios de salvamento, les hubieran parado inmediatamente. ¿Por qué lo que vale para nuestros bañistas no vale para los migrantes? ¿Por qué?”, se pregunta Alessandro, que subraya que “antes” no se operaba así. “No solo no era así, sino que era un orgullo que no fuera así”, dice. 

Cuando se le pregunta si, con la información disponible ahora, una actuación distinta, con la intervención de la Guardia Costera, podría haber evitado la tragedia de Steccato di Cutro, Alessandro contesta: “Claro, estoy convencido de esto. Igual no se salvarían todos, porque no todas las operaciones de salvamento concluyen de la mejor de las maneras, pero sí”. La Fiscalía de Crotona está investigando sobre el operativo de rescate y también la de Roma abrió un expediente.

“La frontera no está en el mar”

Lo que para el exportavoz de la Guardia Costera ha contribuido a no evitar la tragedia de Cutro es la visión del mar y del salvamento que se ha alimentado en los últimos años, con un punto de inflexión a partir de 2018, con el primer Gobierno Conte. Entonces Matteo Salvini, actual viceprimer ministro y líder de la Liga, era ministro del Interior y adoptó la política de los puertos cerrados, incluso a las embarcaciones de la Marina italiana que habían rescatado a migrantes. Las mismas a las que, recuerda Alessandro, la actual primera ministra defino como ferries de migrantes cuando operaban en la operación Mare Nostrum, la misión de salvamento que el Gobierno italiano, liderado entonces por Enrico Letta, desarrolló en el canal de Sicilia entre 2013 y 2014, y después del naufragio del 3 de octubre de 2013 en el que murieron al menos 368 personas. 

“Hay que entender que la frontera no está en el mar. La frontera está en la tierra y en los puertos. En el mar no se pueden levantar muros, no se debe. Y en cambio, en los últimos años lo que ha ocurrido es que se ha difundido la idea de la defensa de la frontera en el mar, se ha desplazado hacia el mar la política migratoria. Pienso en el decreto aprobado en enero de 2023 [el decreto del ministro Piantedosi con medidas restrictivas para las actividades de las ONG que rescatan a migrantes], donde se habla de 'gestión de los flujos migratorios`. Y uno piensa en la acogida en tierra, los que pueden pedir asilo, los que tienen que ser repatriados. En cambio, este es un decreto que pone restricciones a las actividades de socorro”, añade. 

La línea del Gobierno parece seguir, sin embargo, en esta dirección, por la que presiona precisamente Salvini, el gran valedor de Piantedosi, que fue su jefe de gabinete durante su etapa como ministro del Interior. Este jueves se esperan más anuncios de nuevas medidas en el Consejo de Ministros que Giorgia Meloni, criticada por no haberse desplazado a Calabria tras la tragedia, ha decidido convocar en Cutro. Palazzo Chigi expresó el martes una “profunda satisfacción” por la carta al Gobierno de la presidenta de la Comisión Europea, Ursula Von der Leyen, que contestaba a una misiva enviada por Meloni.

En esa carta, Meloni, que en la campaña electoral hablada todavía de un “bloqueo naval”, pedía una solución europea “para evitar que estas tragedias se repitan”. Von der Leyen ha contestado “que las soluciones se podrán encontrar solo si se actúa de forma conjunta” y ha prometido 500 millones de euros para la reubicación de 50.000 personas. Pero el acuerdo entre los socios europeos sobre el nuevo pacto sobre inmigración y asilo está aún lejos. Y países como Alemania y Holanda, explicaba este miércoles un artículo del diario La Stampa citando fuentes europeas, vuelven a presionar para una aplicación estricta del sistema de Dublín, con el objetivo de frenar los movimientos secundarios desde los primeros países de llegada, poniendo de nuevo en primer plano el control de las fronteras por delante de la gestión de la acogida.

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