Un blog de Juventud Sin Futuro pensado por y para los jóvenes que viven entre paro, exilio y precariedad. Si quieres mandarnos tu testimonio, escríbenos a nonosvamosnosechan@gmail.com.
La ruleta rusa en la educación pública: ¿quién es el siguiente?
Acabo de presentarme por quinta vez a las oposiciones de magisterio en la Comunidad de Madrid. Oposiciones que han jalonado una década en la que mis objetivos y mis derechos como trabajadora en la educación pública han ido mermando y pudriéndose, hasta convertirse en simples elementos víctimas de un juego bastante parecido al de la ruleta rusa. Un juego en el que si no apruebas cada dos convocatorias pierdes tu futuro y tu pasado, porque literalmente desapareces de la lista, ya no sirves, ¡fuera! Así que, de acuerdo con el sistema planteado a día de hoy, cada dos años el interino paraliza su vida, familia, hobbies, formación, etc, para volver a demostrar una vez más lo que ya ha hecho en otras ocasiones.
No solo el proceso selectivo es injusto y aleatorio, sino que, además, debes asumir que, si consigues continuar en el juego, tu contrato empieza una vez haya comenzado el curso y termina inmediatamente en junio. Lo que implica que cada año cambias de centro, de alumnos e incluso de localidad, y los niños y sus familias ven cómo los profesores van variando año tras año en el mejor de los casos, porque en el peor pueden incluso encadenar hasta 4 o 5 en el mismo curso. Todo esto repercute de manera directa en la calidad de la enseñanza, sobre todo en edades tempranas, donde el apego al maestro está bastante relacionado con la estabilidad emocional de los alumnos.
Hay tantas plazas sin cubrir que en la mayoría de los centros la mitad de la plantilla son maestros interinos, por lo que cada año el equipo docente cambia, y con él las decisiones sobre la metodología, las relaciones con los familiares, la disposición de los recursos, etc. En definitiva, todos los años, tanto los docentes como los alumnos y familiares pasamos por un proceso innecesario, tedioso y contraproducente que hace mella en la calidad de la educación pública, al no convocar las plazas necesarias para cubrir las vacantes que tiene el actual sistema educativo.
Es duro asumir que año tras año somos jugadores de usar y tirar en un escenario incierto y variable. No sabremos si tendremos futuro y si habremos perdido nuestro pasado en balde, dependientes de los resultados de las pruebas constantes, esas balas que giran dentro del tambor del revólver y que pueden hacerte desaparecer. Puede que el año que viene seas tú el siguiente o incluso puede que te rindas y quieras dejar de jugar. Muchos lo hacen, se retiran y lo único que les queda es despedirse de sus alumnos en junio e irse en silencio.
En esta profesión la vocación, la ilusión y el trabajo en equipo son indispensables, y sin embargo con el funcionamiento actual estos factores se quedan atrás para dar paso al “sálvese quien pueda y cuando pueda”. Es difícil estar unidos en un juego donde de lo que se trata es de sobrevivir, y en solitario es más complicado luchar. Pero afortunadamente, como en otros sectores afectados por los recortes, hemos superado el famoso “divide y vencerás” con el surgimiento de la Marea Verde, que salió a la calle en defensa de la educación, y con la aparición en las redes sociales de grupos tratando de mantener esa unión y proponiendo soluciones a las causas que continúan degradando a la escuela pública. Un ejemplo reciente es el nacimiento del N.A.D. (Nuevo Acceso Docente), donde se pretende garantizar un sistema de selección justo que ayude a mejorar la calidad de la educación pública.
Como decía, soy maestra interina, llevo diez años presentándome a las oposiciones en la Comunidad de Madrid, y he vuelto a aprobar sin plaza. Cuando empecé las reglas del juego eran otras; no había ruleta rusa por lo que no se sacrificaban a profesionales cada dos años, la cantidad de plazas era diez veces más alta y con ello se garantizaban plantillas más sólidas, continuas y completas durante el curso, y llegabas a formar parte de ella todo el año, incluidos julio y agosto. Pero ahora la precariedad, los recortes y el vacío siguen ganando terreno. Hoy, muchos de mis compañeros han desaparecido y en su lugar hay otros nuevos que aún no saben el futuro que les espera.
Yo este año he tenido la suerte de que no había bala en mi disparo, a mí me dejan seguir jugando otros cuatro años más. Para entonces estaré cerca de los cuarenta, puede que tenga hijos, familia u otras aspiraciones, pero tendré que volver a dejar todo a un lado para dedicar mis esfuerzos a esquivar de nuevo la bala.