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Clientes que abren la puerta desnudos o que dejan propina en el escote: las camareras de piso también quieren prevención contra el acoso

Una camarera de piso en un hotel de Tenerife. FOTO: Wilmer Valdez.

Ana Requena Aguilar

Las habitaciones de los hoteles no son solo esos lugares que ocupamos con más o menos prisa y ganas de vez en cuando. Son también el espacio de trabajo de las camareras de piso; habitaciones y pasillos que pueden convertirse en el escenario casi solitario de episodios de acoso o de situaciones, como mínimo, incómodas. Sin embargo, nadie parecía haber reparado en ello: apenas existen protocolos de acoso sexual para proteger a estas trabajadoras o para establecer un canal de comunicación en caso de que algo así suceda. CCOO inicia ahora una campaña al respecto que da la vuelta a un conocido lema: el cliente no siempre tiene la razón.

“Estás en una habitación y un cliente aparece de repente y cierra la puerta. Te asustas, sabes que te has quedado ahí a solas con él. Te encuentras muchas insinuaciones, algunos te invitan a tomar algo con ellos en la habitación. Otras compañeras se quedan solas en toda una planta del hotel. Muchas veces no nos dejan llevar el móvil encima y las oficinas del personal de seguridad y de las gobernantas quedan lejos”, explica Gladys Medina, camarera de piso en un hotel de Tenerife y delegada de CCOO.

Ángela Muñoz, de la asociación Las Kellys de Madrid y camarera de piso en un hotel de la capital, continúa desgranando este tipo de situaciones que a veces desembocan en acoso e incluso en agresiones, otras quedan en el terreno de ese machismo que también sucede en los espacios de trabajo y que ellas sufren de una manera particular. “Una compañera de otro hotel entró a limpiar los baños de hombres de la recepción. Aunque puso el cartel de que no se podía pasar, varios hombres entraron bajándose la bragueta delante de ella. Si se respetan ciertos códigos en otros espacios y trabajos, aquí también debería hacerse”, espeta.

En otra ocasión, continúa, una camarera acudió a la llamada de un cliente que se quejaba de que su bañera tenía pelos. “No eran pelos, eran arañazos. Pero obligó a la mujer a agacharse y el cliente no se apartó, se quedó físicamente al lado de ella todo el rato hasta que la situación, con ella en una posición muy incómoda, casi no podía moverse, dijo ya basta y se marchó”. Otros clientes, cuenta, abren la puerta desnudos, “hacen comentarios sobre tus curvas o dejan propia en el escote”.

Las camareras tratan de aplicar ciertas medidas para prevenir estas situaciones, por ejemplo, llamarse entre ellas para no acudir solas a una habitación, pero no siempre pueden hacerlo. Muchos hoteles envían a una trabajadora por habitación para hacer la limpieza o permiten que el trabajo se haga aunque el cliente esté dentro. “Cuanto te mandan de dos en dos no es por tu seguridad, es porque la habitación tiene tantos detalles que una sola no puede hacer el trabajo”, se queja Ángela. Todo depende, señala, de la política de cada hotel. “No hay nada establecido”.

Botones antipánico

Eso es lo que la campaña de la Federación de Servicios de CCOO quiere cambiar. Que los protocolos de acoso que sí existen en los hoteles incluyan, no solo el acoso que puede darse entre compañeros y superiores, sino también el de los clientes. Y que los que no tengan ningún tipo de protocolo empiecen a tenerlo en cuenta y tomen medidas. “Igual que no tenemos por qué aguantar cualquier cosa de un trabajador, no tenemos por qué aguantar cualquier cosa de un cliente”, se queja Gladys. Los hoteles, prosigue, deberían incluir pautas claras de conducta para sus clientes.

Entre las propuestas del sindicato está que las camarera de piso cuenten con botones antipánico o teléfonos con los que poder contactar inmediatamente con un equipo de seguridad, que todas las dependencias del hotel cuenten con iluminación de detección de presencia o que se permita que el trabajo se haga siempre con la puerta abierta y los carritos de la limpieza bloqueando el paso. También insisten en que debe evitarse el trabajo aislado y que cuando deba realizarse necesariamente con un cliente dentro, las camareras acudan siempre de dos en dos.

“Al ser un acto de terceros las empresas muchas veces no saben qué hacer y ellas tienen miedo de denunciar”, dice la secretaria de salud laboral y previsión social de la Federación de Servicios de CCOO, Ángeles Balué. La enorme precariedad del sector no ayuda. El acompañamiento de la empresa debe ser total, insiste Balué, tanto legal como médico y psicológico. Y es que también aquí la palabra de las mujeres se pone en duda. “Muchas veces se pone en entredicho la palabra de las trabajadoras”, se queja Ángela Muñoz. Todo queda al albur, insiste, del lugar en el que trabajen y de las personas que tengan por encima.

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