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El impacto de la guerra amenaza con borrar el efecto del fondo Next Generation en el crecimiento de 2022

La vicepresidenta primera del Gobierno español, Nadia Calviño, en una fotografía de archivo. EFE/ J.J.Guillen

Daniel Yebra

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“Puede haber una ralentización de la recuperación y un impacto claro en los precios”, admitió este jueves pasado la propia Nadia Calviño, vicepresidenta primera del Gobierno y ministra de Asuntos Económicos, al ser preguntada por el golpe económico de la guerra en Ucrania. La incertidumbre es mayúscula, y pocos analistas se aventuran a poner cifras concretas al efecto sobre el PIB de España. Entre las primeras aproximaciones, la previsión a nivel global de Moody’s ve un impacto de hasta 3 puntos ante un conflicto “duradero” en el cuarto trimestre, desde un crecimiento del 3,5% hasta casi el estancamiento (ver gráfico).

Según Reuters, Philip Lane, economista jefe del Banco Central Europeo (BCE), manejaba la semana pasada un riesgo “medio” de un 0,4% para la eurozona en 2022 y de un 1% en el análisis más extremo. Y el peor escenario calculado por Allianz Research para el conjunto de países del euro apunta a 1,5 puntos, desde el 3,9% al 2,5% para el año.

Lo que ya es inevitable es que las estimaciones previas a la guerra se han quedado obsoletas. La última del FMI llevaba el crecimiento de España al 5,8% en 2022, con la absorción de los fondos europeos -las inversiones favorecidas por el Next Generation EU- como uno de los principales aceleradores, con un impacto positivo de cerca de 1,5 puntos, según el Banco de España, y que el Gobierno llegó a situar en 2,5 puntos.

La guerra en Ucrania, con la presión sobre la inflación por la escalada de las materias primas, principalmente del petróleo, del gas y de cereales como la cebada y el trigo como principal consecuencia, amenaza ya con borrar buena parte de este efecto, calculado para la absorción de entre 21.000 y 25.000 millones de euros de estos fondos. 

Y eso pese a que las relaciones comerciales de España con Rusia y Ucrania apenas representan un 2% de las importaciones y exportaciones totales. “Nuestra dependencia directa de Rusia a través de comercio o dependencia energética es relativamente pequeña. Por desgracia, no podemos escaparnos de las enormes subidas de los precios energéticos independientemente de que les compremos poco gas y petróleo”, reflexionaba en el inicio de la invasión Ángel Talavera, economista jefe para Europa de Oxford Economics.

BBVA Research desglosó en el último trimestre de 2021, en su estimación de un crecimiento del 6,5% para 2022, que el coste de la electricidad pesaría 0,8 puntos, el precio del petróleo un 0,3, los cuellos de botella de la cadena productiva global 1,2 enteros y el retraso en la ejecución de los Next Generation apenas 0,3 puntos. El impacto de todos estos factores se agrava con la guerra de Ucrania: el precio de luz alcanza máximos históricos por la escalada del gas y el precio del petróleo ha subido un 40% desde el inicio del año en el mercado de futuros, desde los 80 dólares por barril de Brent a casi 120.

“Los efectos están directamente relacionados, los precios de la energía tienen un alto peso en el cálculo de la inflación, que ya se encontraba en máximos de las últimas décadas, y una alta inflación en un entorno de tipos bajos provoca un sobrecalentamiento de la economía que la lleva a una desaceleración”, observa Joaquín Robles, analista económico de XTB, quien considera que, “además, la subida progresiva de precios reduce los márgenes de las empresas y provoca la pérdida de capacidad adquisitiva de los consumidores, que son el principal motor de crecimiento de una economía”.

Un riesgo asociado es que el empujón a la recuperación que se reservaba para la segunda gran palanca de la política económica comunitaria, el fondo Next Generation, se mitigue ante el menor atractivo de las inversiones por la mordida de la subida de los precios -especialmente crítica para la industria más intensivas en energía y las infraestructuras más dependientes de las materias primas- y por la incertidumbre general, según reconocen desde distintas empresas y fuentes de la patronal que prefieren no ser citadas.

Otro impulsor del crecimiento de España es el turismo, como uno de los segmentos de actividad importantes cuya recuperación completa se ha retrasado por las restricciones a la movilidad. Antes de la pandemia llegaban a España más de 1,3 millones de turistas rusos, “y cabe esperar una reducción de estos flujos como consecuencia de las sanciones y la depreciación del rublo”, lamenta el investigador Enrique Feás.

En la misma línea, el economista y secretario de estado de Derechos Sociales, Nacho Álvarez, advirtió este viernes en Twitter que “hay que afrontar el impacto económico que este conflicto va tener en nuestro país”. En su opinión, “una mayor inflación puede suponer una pérdida de poder adquisitivo de los salarios, y el deterioro de la competitividad externa de las empresas; y, junto a la incertidumbre económica, este incremento de costes podría llegar a reducir el consumo de hogares y la inversión empresarial”.

“Es urgente reformar el mercado eléctrico [...] y el Gobierno debe explorar el margen para subsidiar el consumo de las familias, y también de aquellas empresas más expuestas a subidas de precios”, propone Nacho Álvarez. “Para ello, España debe contemplar en las próximas semanas la posibilidad de hacer uso del segundo tramo de 70.000 millones de euros de préstamos del Next Generation”, concluye.

Esta misma semana se conoció el dato de IPC de febrero, con un crecimiento del 7,4% respecto al mismo mes del año anterior, por encima de las previsiones y registrando un récord en 33 años. En la misma línea, el informe del PMI -índice adelantado de actividad según encuestas a empresas- de febrero del sector servicios de España recoge un máximo histórico en los precios cobrados. Y eso sin incluir aún el impacto de la guerra en Ucrania, ya que el sondeo se realizó entre el 10 y el 23 de febrero. “Los encuestados informaron que muchos gastos aumentaron, incluyendo los costes relacionados con el personal, la energía, el combustible y los suministros en general”, explica IHS Markit, que construye el indicador.

“Un golpe escalofriante para el crecimiento”

“A corto plazo, las consecuencias para la economía mundial son claras, es decir, la persistencia del choque inflacionario y un golpe escalofriante para el crecimiento”, incide Yves Bonzon, investigador jefe del banco suizo Julius Baer, quien admite que “es mucho más difícil anticipar las consecuencias a medio plazo, ya que los escenarios divergen en función del resultado y la duración de este conflicto”,

“Europa pagará el precio más alto en este conflicto, especialmente con la explosión de los precios de la energía, ya que su dependencia del petróleo y el gas rusos es muy alta”, continúa este experto. “Las previsiones de crecimiento tendrán que revisarse significativamente a la baja si continúa la agresión de Rusia contra Ucrania”, añade Philippe Waechter, jefe de investigación económica en Ostrum AM, filial de Natixis.

El BCE, de nuevo como principal palanca

En este contexto, la política monetaria expansiva del BCE vuelve a surgir como la principal palanca para amortiguar el shock, y las actas de la última reunión de la institución, que celebró antes de la invasión, muestran que algunos miembros del consejo de gobierno ya estaban a favor de una “normalización prudente” de las extraordinarias medidas adoptadas en la primavera de 2020 para evitar que la pandemia de coronavirus se convirtiera en una crisis financiera y de liquidez similar a la de 2008.

El BCE se reunirá de nuevo el 10 de marzo, y se espera que vuelva a cerrar la puerta a una subida de los tipos de interés oficiales en este año, incluso que valore nuevas medidas expansivas ante el final previsto del programa de emergencia de compras de deuda a partir de abril. 

Antes de la guerra en Ucrania, el BCE ya se dejó margen para aumentar su presencia en el mercado si considerara necesario contener una incremento de los costes de financiación, especialmente críticos para economías sobreendudadas como la de España, y aumentó el programa ordinario de adquisición de bonos de los 20.000 a los 40.000 millones al mes a partir de abril.

“Tal vez la menor dependencia rusa de España le permita sortear los efectos sobre la economía real de esta crisis (más allá, por supuesto, de los graves efectos sobre empresas específicas), pero el mayor endeudamiento relativo de España y retraso respecto al ciclo europeo le pondrán en una peor situación en el momento en que los precios de energía y alimentos se trasladen al conjunto de la economía europea y los tipos de interés y los diferenciales de deuda recojan estos mayores riesgos”, reflexiona el economista Enrique Feás para Real Instituto Elcano.

El Gobierno impulsa un “pacto de rentas”

El Gobierno también ha movido ya ficha, y el presidente Pedro Sánchez intentó impulsar el miércoles un acuerdo entre empresarios y sindicatos, al que denominó “pacto de rentas”, para compartir los efectos negativos de la crisis internacional, y garantizó el apoyo del Estado. “Es necesario un pacto nacional de rentas que establezca incrementos salariales plurianuales”, coincidió Nacho Álvarez este viernes.

En pleno pico de incertidumbre, este lunes se celebra la mesa de diálogo social para el Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia, que ha pasado de estar presidida por Nadia Calviño a estarlo por Pedro Sánchez.

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