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Montoro, adiós al “súpervillano” del 38%

El PP no se plantea enmendar los Presupuestos en el Senado tras la moción de censura

Marina Estévez Torreblanca

Cristóbal Montoro (nacido en Cambril, Jaén, hace 67 años) ha sido el ministro de Hacienda más longevo de la Democracia (2000-2004 y 2011-2018). En estos años ha encarnado como nadie el papel del más odiado que se suele atribuir a los titulares de esta cartera.

Se inició en política de la mano de Aznar, en el puesto de secretario de Estado de Rodrigo Rato. Como ministro de Hacienda, en su primera etapa cabalgó la burbuja inmobiliaria. Con los ingresos públicos récord de aquellos años, se obsesionó con conseguir el “déficit cero” y el equilibrio presupuestario. Cuando volvió a ser elegido, ya en plena crisis económica y con Rajoy, capitaneó unas políticas económicas caracterizadas por los recortes. Su objetivo a medio plazo era un gasto público del 38% del PIB, un nivel similar al de EEUU. La media europea está en el 46%. Para ello la inversión en partidas como Educación y Sanidad ha ido menguando hasta el 5,8 y el 3,8%, respectivamente. Se va del Gobierno con un gasto público del 40,5% del PIB.

En el interludio entre sus labores como ministro, mientras gobernó Zapatero, Montoro fue eurodiputado y fundó una consultora, Montoro y Asociados, luego Equipo Económico. Las dudosas gestiones como lobby y refugio de afines del PP de este despacho le valieron una querella de la Fiscalía Anticorrupción en abril de 2017.

A tenor de sus discursos, él se considera a sí mismo como uno de los artífices de la salvación de España de los males económicos del Partido Socialista. A la diputada canaria Ana Oramas le dijo en 2010: “Que caiga España que ya la levantaremos nosotros” (él niega que esa frase sea exacta). Con ello pretendía convencerle de que votara en contra de los recortes de Zapatero, que de no ser aprobados podían costar al país la intervención.

Orígenes humildes

Montoro es hijo de una familia humilde que vivió el drama del embargo del modesto piso de sus padres en el Paseo de Extremadura. Un piso, según él mismo ha relatado en varias ocasiones, que compró cuando emigró a Madrid su padre, comercial de pinturas, con el dinero que le prestó un empresario vasco para el que había trabajado. Pese a las dificultades económicas, sus padres se empeñaron en que tanto él como su hermano Ricardo, expresidente del CIS y también miembro de Equipo Económico, siguieran estudiando.

Cuando pasó por la universidad (se licenció en Económicas en la Autónoma en 1973) simpatizó con “los comunistas”, según algunos de sus críticos a la derecha. Esperanza Aguirre le insultó llamándole “socialdemócrata”. Las importantes subidas de impuestos cuando llegaron al Gobierno (frente a su propio programa electoral) le granjearon el rechazo de los autodenominados liberales. Otro momento reciente en el que consiguió concitar críticas entre sus correligionarios fue el de sus diferencias en la interpretación del juez Llarena sobre la supuesta malversación del gobierno catalán, que le convirtieron en un inesperado defensor del independentismo.

Y es que en estos años han sido sonados sus enfrentamientos con los colectivos más diversos. Montoro se ha peleado con sus propios compañeros de gabinete, ha amenazado a los medios de comunicación (“dan lecciones de ética cuando tienen importantísimas deudas con Hacienda”, dijo cuando se aireó el escándalo del perdón de una deuda tributaria de 450 millones a Cémex, presuntamente asesorada por Montoro y Asociados). A los artistas críticos con el PP y con la subida del IVA cultural les mandó otro recado (“alguno de nuestros famosos actores no paga sus impuestos en España”). Y a los funcionarios les dijo en 2012, cuando les acababan de recortar el sueldo, que tenían que “ganarse su puesto de trabajo como todos los españoles”.

A estos últimos después les ha pedido repetidamente perdón, alabando su sacrificio y definiéndose como uno de ellos. También se disculpó con los medios de comunicación; el ya exministro no tenía reparos en admitir públicamente que se había excedido.

Tuvo que hacerlo muchas veces. Con su peculiar estilo, Montoro consiguió cabrear a muchos, unas veces de forma calculada y otras, aparentemente, dejándose llevar por su verborrea y por un sentido del humor muy particular (“Hay que dejar zanahorias para la negociación” dijo sobre la posibilidad de bajar el IRPF antes de unas elecciones a las que ya no llegará como ministro).

Intervenciones a ayuntamientos de izquierda

Las intervenciones económicas de ayuntamientos dirigidos por partidos de izquierdas, como Madrid, a las que con unas cuentas saneadas se les impidió aumentar su gasto, caracterizaron su última etapa. Y fue incluso reprobado por el Congreso de los Diputados cuando su amnistía fiscal fue declarada “nula” por el Tribunal Constitucional. Así lo explicaba él tras la sentencia: “En 2012 el Gobierno echó el anzuelo y tuvo que poner un cebo. Sin un cebo mínimamente atractivo, los pececitos se van a otro sitio o se quedan en el fondo del mar”. Con estos mayores ingresos a base de “cebos” y de subidas impositivas y menores gastos (entre otras cosas a base de poner límites a las administraciones públicas; los ayuntamientos llevan varios años con superávit) logró rebajar el déficit del 8,9% en 2011 al 3,1% a cierre de 2017, todavía por encima del límite del Protocolo de Déficit Excesivo europeo.

Montoro sirvió en bandeja los titulares, memes y los cortes para programas de humor político. Pero él siempre ha dicho que es un incomprendido y que los medios de comunicación no han sabido interpretar sus palabras ni encontrar el enfoque correcto (por ejemplo, el superávit de la balanza por cuenta corriente, como insistía en sus comparecencias).

Es inteligente y propenso al ingenio. Se recreaba en su imagen de “súpervillano” y además daba muchos titulares. Ahora que empezaba un momento más dulce de la legislatura, con unos presupuestos más expansivos recién aprobados (gracias a los votos del PNV, los mismos que les han dejado caer) y a punto de sacar miles de plazas públicas a concurso, ha tenido que traspasar su cartera a la hasta ahora consejera de Hacienda de Andalucía, María Jesús Montero.

Él tiene plaza como diputado y como catedrático de Hacienda en la Universidad de Cantabria. En alguna ocasión apuntó también con sorna su intención de abrir una academia de Economía en la calle Arenal. Otra opción es que recompre sus acciones de Equipo Económico y retome su trabajo como consultor de empresas privadas. Poco antes de ganar las elecciones de 2011 llevaba a sus exsocios a cenas con banqueros y empresarios del Ibex organizadas por Rato.

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