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Entrevista Presidente y director general de la Federación Europea de Banca Ética

Peru Sasia y Daniel Sorrosal: “Hay un 'greenwashing' muy afianzado en la banca, la sostenibilidad va más allá de lo verde”

Daniel Sorrosal y Peru Sasia, director general y presidente de FEBEA.

Diego Larrouy

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Vienen tiempos complicados para el negocio de los bancos tradicionales. La preocupación por la crisis económica, que pueda traducirse en una crisis financiera, ha elevado las alertas entre los supervisores. En este contexto, la banca ética busca nuevas vías para crecer como un actor relevante, con sus políticas de inversión destinadas a la economía social, la sostenibilidad, o las energías renovables. Este es el papel de la Federación Europea de Banca Ética (Febea), un organismo que une a entidades de finanzas éticas de la Unión Europea y que busca reivindicar ante los organismos comunitarios la utilidad de estos bancos para transmitir financiación para políticas sociales. La organización está presidida por Peru Sasia y su director general es Daniel Sorrosal, quienes analizan la situación que tiene el sector y los retos a los que se enfrenta en los nuevos tiempos que corren para la economía.

Hace unos días se presentaba el barómetro de 2019 de las finanzas éticas en España y se apreciaba un freno en el sector tras años de crecimiento ¿Estamos ante un contexto común con la banca tradicional, también frenada, o hay elementos exclusivos de las finanzas éticas que hay que vigilar?

P. S. : Hay entidades de  las finanzas éticas que ya han crecido todo lo que han podido, dadas sus capacidades y acceso al mercado. No hacemos demasiada gestión comercial para atraer depósito, nos interesa mucho más el capital social, sin lugar a dudas. Tenemos fondos suficientes para la actividad que queremos hacer. Si los depósitos se han ralentizado es porque no hay ahorro disponible y la gente no está interesada en meter dinero en los bancos. Hay también medidas que hemos ido tomando a raíz de la pandemia y una batería tiene que ver con el alargamiento de los plazos de devolución de los créditos. Los indicadores financieros de hacer eso son lamentables. No es una buena noticia de balance. No es que vayamos mal, es que le damos a los clientes esta posibilidad.

D. S. : Se ve una ambivalencia en la sociedad. En 2020 la demanda de crédito ha explotado en las entidades pero a su vez se retrae el ahorro en depósito porque la gente lo está utilizando en supervivencia. Veo un punto de inflexión este año porque vamos a ver un crecimiento no esperado. Solemos ser contracíclicos, cuando la cosa se contrae, tendemos a crecer. Nuestro foco es la sostenibilidad y lo social y evidentemente cuando lo social sufre, de alguna manera es un poco triste, genera posibilidades para nosotros. Genera necesidades de apoyo y es ahí donde queremos estar. Las cifras son un poco engañosas en ese sentido. También, el crecimiento orgánico es nuestra marca de casa no queremos crecer exponencialmente sino al ritmo que podemos asumir. Es la única manera de crecer a largo plazo.

Pero lo cierto es que, frente a la mala reputación que ha tenido la banca tradicional desde la crisis financiera (cláusulas suelo, desahucios, despidos, cierres de sucursales, etc.), la mayor parte de la gente no tiene a la banca ética como una alternativa ¿Qué análisis hacen de esto?

P. S. : Hay varias razones. La capacidad de expansión de la banca ética es más limitada. Con el activo y los créditos no hay problema, pero el pasivo, con clientes que quieran tener su cuenta corriente o tarjeta, es menor nuestra atracción. Además, dejar un banco es extremadamente complejo. Es muy difícil que los clientes hagan una transición de una vida con libreta de ahorros en un banco. Hay una cuestión también de cultura en la ciudadanía, lo que mueve de la indignación a la acción es extremadamente complicado en estos tiempos. Hay mucha gente indignada que no convierte eso en comportamientos. No lo hace, y eso se nota en el  comercio justo, en la banca ética o en campañas de crowdfunding o en militancia política. Es una reflexión para las finanzas éticas y por eso la mayor parte de las entidades tienen como línea estratégica el trabajo cultural de ir creando un contexto favorable para ese cambio. Que no solo tenga fans, que tenga clientes.

D. S: A veces hay un problema de diseño en las entidades de finanzas éticas. Están creadas para ayudar a organizaciones y no damos demasiados incentivos a la persona que da el ahorro y les pedimos mucho: ser parte de la cooperativa, que te impliques, que seas más que un cliente. No todo el mundo está dispuesto a eso. Ahora, ¿querríamos muchos clientes que no se implicaran? no estoy seguro. Hay mucho trabajo por hacer y explicar. 

P. S. : La siguiente fase de crecimiento debería ser una repregunta: ¿No podemos complementar esa ciudadanía implicada y preocupada por el valor social con una propuesta amable que no exija militancia de alta intensidad? Ese es un debate rico que tenemos ahora mismo. 

D. S. : Habría que completarlo con productos financieros orientados al consumidor. Si tienes una hipoteca tienes que saber quién te la da. Y a veces el banco ético falla en eso. Estamos más orientados en una empresa o una organización que en este cliente con un simple crédito normal. No todo lo podemos hacer pero sí hay más cosas que podríamos hacer.

Hay un problema de diseño en las entidades éticas. No damos demasiados incentivos a la persona que da el ahorro y les pedimos mucho

Desde fuera parece que hay una línea entre la visión militante y el siguiente escalón que es entrar en un ámbito más comercial y de competencia con otro tipo de entidades, ¿es viable entrar ahí?

P. S. : Es un debate abierto y lleno de matices. El propósito fundamental de las finanzas éticas, que no es otro que encontrar una alternativa en la intermediación financiera, no se puede perder en ningún caso. Eso no cierra la puerta a hacer un análisis sobre evoluciones posteriores, pero si en ese proceso de cambiar de fase te pones a competir con otras entidades frente a las cuales vas a seguir siendo enano, no es algo que se ponga sobre el tapete. El debate es más rico en el campo del crédito. Hemos sido muy estrictos en los sectores de financiación, aquellos sectores que curan, proyectos medioambientales, cooperación, reinserción laboral. ¿En estos momentos no debe ser una motivación reactivar el empleo? Es una reflexión que no la hemos hecho con demasiada frecuencia y que está abierta. Debemos reflexionar si ir más allá de sectores no lucrativos, vámonos a las pymes, al emprendimiento... Ese es un debate muy rico.

D. S.: Desde una perspectiva más de negocio, pienso que hay claras oportunidades ahora mismo. La vivienda, que es un  problema generalizado en varios países, hasta repensar el empleo. No solo porque se pierde sino porque hay que construir un empleo que dure más tiempo y sea de mejor calidad. O todo lo que es rescate de empresas mediante cooperativas de empleados, productos y servicios sostenibles, la inclusión de mujeres, jóvenes, migrantes, trabajadores pobres, etc. Todo lo que sea fomentar esas áreas supone un sector a desarrollar casi infinito respecto a nuestras capacidades. Oportunidades de crecimiento nos sobran, tenemos que repensarnos un poco en el contexto actual. Incluso más allá, mirando la España vacía. Deberíamos repensar cómo volver a penetrar y llevar servicios financieros. El área de la cultura y los medios es otro sector al que podemos dirigirnos. Parte de nuestro rol político podría ser asegurarnos de que existan para tener sociedades mejores. Las posibilidades son grandes, tenemos que acompañarlos con nuestra propia capacidad. Tendremos que ser más promotores y pioneros como lo hemos sido en el pasado con sectores como las renovables. 

Llegan advertencias desde distintos organismos sobre los problemas a los que se enfrenta el negocio financiero, comentan que hay un punto contracíclico pero no se si se ve que afecte también a las finanzas éticas.

P. S. : Hay elementos que claramente nos afectan. Tenemos que observar, pero nosotros solo hablamos de ahorro, crédito y economía real, no de otros productos que despiertan determinadas alertas financieras. Vamos a tener que estar atentos también a nuevos jugadores. Algunos recibidos con los brazos abiertos. Tenemos una reflexión en curso para abrir el ámbito de nuestros socios. Empezamos con entidades físicas e implantadas, ahora hay que preguntarse por la microfinanciación, el crowdfunding, el blockchain, hay que mirar a todo. Tenemos que atenderlo y ver la evolución de las fintech. También para que la gente joven se acerque a nosotros. O tienes Bizum o no eres nadie.

D. S. : Evidentemente un periodo muy prolongado de tasas de interés bajas no ayuda a nadie. De alguna manera somos capaces de asumirlo como entidades austeras que somos. A largo plazo puede resentirse por el aumento de los riesgos. No veo yo que se vayan a deteriorar los ratios de manera significativa. Cuando la economía va mal algo nos afecta, pero nuestra resiliencia es marca de la casa. Pasamos la crisis de 2008 sin que hubiera deterioros significativos en ningún miembro de nuestra federación y pasaremos la de la pandemia de manera bastante similar siempre y cuando las carteras no se deterioren

Las fusiones crean entidades muy grandes, parece que no hemos aprendido nada

Esta semana hemos conocido una nueva fusión bancaria en España, la de BBVA y Sabadell. El BCE está presionando a los bancos para que se concentren y creen entidades más grandes. ¿Es compatible esta competencia entre entidades cada vez más grandes y las, por así llamarlas, pymes bancarias?

P. S. : Es imprescindible, las autoridades lo conocen y lo saben. Somos capaces de demostrar que no suponemos ningún riesgo para el sistema. No porque seamos pequeños. Es que somos demasiado buenos para quebrar. Estamos en un ámbito que conocemos bien y llevamos gestionando mucho tiempo. Las consecuencias que tienen las fusiones es la creación de entidades muy grandes, parece que no hemos aprendido nada. Parece que les interesa tener pocas entidades sentadas a la mesa pero esa es una ensoñación porque en esa mesa no es el regulador el que manda, sino que cuanto más grande más peso tienen las entidades. Además de las consecuencias evidentes en términos de eficiencia con el cierre de oficinas, disminución de plantillas, alejamiento del territorio. 

D. S. : Hay que pensar que hay una serie de fuerzas centrífugas y centrípetas a la vez. Por un lado Europa quiere acercarse al ciudadano y por otro lado su regulador fomenta que los bancos se fusionen, sean cada vez menos y se alejen del ciudadano. A veces la coherencia entre políticas no se da. Nosotros orientamos más nuestro desarrollo futuro a partenariados fuertes con organizaciones de la sociedad civil, ayuntamientos, etc. Donde pensamos que la incidencia en el territorio puede ser mucho mayor. Aunque el regulador juegue en el bando contrario, sí hemos encontrado escucha en las instituciones europeas. Cuentan con nosotros. Cuando se crean políticas de inclusión y empleo, no esperes que lo vaya a hacer el nuevo banco fusionado, que reduce personas y cierra oficinas, preocupados de sus propios problemas. Somos un actor al que se recurre cuando hace falta pero luego no nos dan los galones.

La banca ha asumido en los últimos tiempos el discurso de la sostenibilidad y la economía verde, muy vinculado a las finanzas éticas. ¿Observáis un cambio de verdad en el sector o es de cara a la galería?

P. S. : Yo tengo mis dudas sobre el cambio cultural, de cultura empresarial. En las empresas financieras cualquier decisión pasa por esa utilidad económica, ya sea en términos de legitimidad percibida, reputación, acceso a fondos europeos. El año pasado nos decía un ex vicepresidente del Banco Mundial que en su opinión los objetivos de desarrollo sostenible no se van a cumplir porque el capital no está interesado. Suponen inversiones que no pueden ir a tipos de interés de mercado. Lo que viene a decir es que por muchos premios, etiquetas, reconocimientos que veamos en la banca, el 90% de su actividad son combustibles fósiles. Lo que pasa que ese 10% es un volumen fabulosos de dinero y sobre esa base es sobre los que se escriben los relatos. Una de las grandes entidades españolas habla de huella de carbono cero, pero resulta que es para sus oficinas, no en sus inversiones. Hay gente que se cree estos mensajes.

D. S.: Yo creo que ha habido una apropiación del discurso nuestro por parte de la banca tradicional para mejorar su reputación, muy dañada tras la crisis financiera. Ha habido algo de contagio positivo a lo largo de estos años hablando de renovables, ahora se ve como un sector seguro, rentable y es una oportunidad de negocio. Pero, ¿es lo mismo financiar a Iberdrola que a Som Energia? No. Tenemos que pasar a aspectos cualitativos. Hay un ‘greenwashing’ muy afianzado que hay que desbrozar y debe haber un ‘socialwashing’. La Caixa tiene 1.600 millones invertidos en industria de armas, pero eso no le impide ser sostenible. Definamos qué es la sostenibilidad. Habrá que ver si se limita solo al perímetro de lo verde. Para mí una sociedad sostenible es una en la que la gente vive bien. Va más allá de lo verde. Hay una confusión en esto que los bancos aprovechan, también las grandes corporaciones. No obstante, a nivel macro, hemos visto que grandes actores que pueden inclinar la balanza se están moviendo en esa dirección. Por ejemplo el Banco Europeo de Inversiones quiere que dos tercios de las inversiones sean verdes. Es un organismo tres veces más grande por balance que el Banco Mundial y si decide reorientar su cartera, una parte de la banca tradicional tendrá que seguirlo. No le queda otra. La Comisión Europea ha lanzado este Green Deal, que tiene una parte de hipocresía, porque a veces hacer lo verde es hacer lo fácil. Uno podría preocuparse por el paro en Europa, pero preocuparse por los árboles es políticamente mucho más sencillo. El Green Deal va a reorientar una parte de los recursos financieros hacia actividades verdes, de todo pelaje, y esto va a arrastrar a comunidades, gobiernos, entidades bancarias. Los movimientos sistémicos están a favor de lo verde, el reto es que algún día estén a favor de lo social. Siempre que maticemos que dentro de lo verde hay muchas cosas. El sector energético español puede ser muy verde en el futuro, pero a lo mejor controlado por dos corporaciones o tres. Verde no es suficiente. Yo lo llamo los ‘10% banks’, bancos que hacen cosas fantásticas con el 10% de su balance y no preguntes por el otro 90. De esto hay mucho. 

La Caixa tiene 1.600 millones invertidos en la industria armamentística pero eso evita que pueda ser sostenible. Definamos qué es sostenible

La gran banca ya se está erigiendo como vía para el reparto de los fondos europeos, ¿Qué papel debe jugar la banca ética?

P. S. : Un primer papel es aliarse con otros actores que sean capaces de ser cómplices en una estrategia que trate de evitar el resultado esperable de dejar los fondos en manos de las grandes entidades, que es que haya zonas donde estos fondos no lleguen. Hay gente que está fuera de cualquier análisis de potencialidad como cliente. Nosotros tenemos muy buena relación en Europa con la red europea de la economía social, en España Cepes, y lo que intentamos es acercarnos a sectores de la economía social, que en Europa es más grande que la automovilística. Utilizar esta unión para levantar la mano, que no hable cada entidad ética pequeña. Hay sectores políticamente interesantes que requieren de actores como nosotros, que llevamos una fuerte ventaja.

D. S. : A mi me sorprende que en España, con el maná de millones que puede llegar de Europa, haya poco debate sobre a qué se debería destinar ese dinero que en el fondo es una oportunidad de reorientar la economía. Tú puedes tener una economía mucho más social y sostenible si inviertes en ella. A pesar de la palabrería lo que se ve emerger no es más que una serie de dádivas reorientadas a sectores estratégicos existentes pero no necesariamente de futuro. Las grandes patronales ya están posicionadas, la telefonía se llevará parte del pastel; el automóvil, también; la agricultura industrial... No veo una voluntad en el Gobierno de ir más allá de lo fácil. Es una oportunidad para ir más allá y decidir qué queremos hacer como país y cómo podemos usar estos fondos. Hay una especie de desfase entre los objetivos sobre el papel y las necesidades. Es necesario que se haga un trabajo de lobby fino para, como mínimo, potenciar la economía social. Y como máximo, transformar amplios sectores de la sociedad que están precarizados. Esta es la oportunidad. Podemos elegir entre más de lo mismo o un modelo productivo renovado. Ahora, aunque la interlocución está abierta, no está percutiendo. Habría que ver si parte de nuestro rol, motivar, especialmente a través de comunidades, una parte de los fondos vayan a sectores de futuro. Si queremos revertir la España vaciada es una oportunidad, pero dudo que lo haga Iberdrola o que lo haga el Banco Santander. Habrá que apoyarse en otros actores. La oportunidad está ahí.

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