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Ríos revueltos en la banca de inversión: Goldman Sachs inicia la reconversión

Vista de un logotipo del grupo financiero Goldman Sachs.

Ignacio J. Domingo

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Los viejos tiempos de Goldman Sachs no volverán. Al menos, en el corto plazo. El banco inversor que capitalizó las loas de la industria tras el tsunami financiero de 2008, de la que emergió como el indiscutible líder de la banca global, parece haber gripado y evidencia una trayectoria sin un rumbo firme ni determinado. El tándem llegado de Bear Stearns en el tránsito al actual milenio -John Waldrom en la presidencia y David Solomon como CEO- se ha dejado llevar por la pérdida de ese prestigio que le otorgaron sus rivales en el complejo negocio de la gestión de las carteras de capital; siempre sometidas a la presión de elevar los beneficios y de repartir prebendas tarifarias a sus managers.

Solomon tiene labrada una imagen de administrador eficaz dentro y fuera de Goldman Sachs, pero debe abordar la vía de agua más caudalosa de este buque insignia de la banca de inversión. Ahora se enfrenta a los vientos huracanados que atacan a la entidad que se va a someter a la tercera reestructuración del gigante bancario en el último lustro. .

Según informa The Wall Street Journal, la enseña de inversión más reconocida en la historia de Wall Street reducirá de cuatro a tres sus cuadros de mando. Por un lado, supondrá la integración de la banca comercial -o trading- y de inversión. Por otro lado lado, la fusión de las áreas de gestión de activos y de patrimonio, a la que se adheriría Marcus, su servicio de banca online minorista. Finalmente, en una tercera intervención quirúrgica, se unificarían en otra división sus plataformas fintechs con su prestamista Green Sky y sus alianzas con Apple y General Motors.

La reconversión de Goldman deja posos de inquietud en los mercados y algunos irónicos caprichos del destino. Esencialmente, la vuelta al cóctel que mezcla la banca comercial con las carteras de capital, que prohibió expresamente en 2010 la Dodd-Frank Act, una Ley surgida en el primer mandato de Barack Obama para devolver la estabilidad al sistema bancario, reforzar su supervisión desde la Reserva Federal y para aplicar reglas transparentes sobre liquidez y solvencia tras la quiebra de Lehman Brothers dos años antes. Stephen T. Mnuchin, secretario del Tesoro con Donald Trump, enterró esta norma a comienzos de 2017, dejando sin efecto, entre otras cuestiones, los escudos de protección a los consumidores que se forjaron por la crisis de las hipotecas subprime. Entonces Janet Yellen, responsable de la Fed, y su colega en el BCE, Mario Draghi, alertaron al arquitecto económico de Trump sobre su marcha atrás legislativa: “No es pertinente retrasar el reloj de la regulación al año 2008”, le alertaron.

Matt Levine, analista de Bloomberg, recuerda que la separación de ambos hábitats ya estaba en el espíritu de la Glass-Steagall Act de 1933, la referencia normativa de los mercados tras el Crash de 1929, con prohibiciones expresas a la comercial para que operara con activos y bonos y a la de inversión para que manejara depósitos. Pero que el asesoramiento integral a clientes siempre ha hecho revertir este planteamiento jurídico en el ordenamiento estadounidense. Y tanto las boutiques como los bancos globales se han beneficiado de los virajes regulatorios benevolentes con este trasvase de negocios, pese a que suponen un riesgo sistémico en épocas de convulsión financiera.

Caída de los beneficios del 44%

La reacción de Solomon, apenas un par de jornadas antes de la revelación de sus resultados del tercer trimestre, ha forjado una tregua en los mercados. Los beneficios cayeron un 44% respecto al periodo julio-septiembre de 2021, hasta los 2.962 millones de dólares. A pesar del varapalo, los ingresos repuntaron en un 11%, hasta los 6.200 millones de dólares, reflejo del pulso reputacional de una firma con 153 años de vida, y su área de inversión se ha convertido en uno de sus negocios neurálgicos -las carteras de renta fija, divisas y materias primas (inversiones FICC)- que aportaron 3.500 millones de dólares a las cuentas corporativas.

La entente cordiale de Solomon con Wall Street se fraguó por el reconocimiento de que su negocio comercial no carbura y por la certeza de que Marcus es, quizás, la unidad que precisa más cambios en su estructura. El CEO de Goldman Sachs trasladó a los inversores la conveniencia de incluir a su app bancaria en el núcleo operativo de Gestión de Activos y Patrimonios, “con la intención de que se convierta, desde su sala de máquinas, en una herramienta online de masas a gran escala y en una búsqueda constante de clientes” porque el negocio del consumo -explicó Solomon- “no hace dinero en un momento en el que empiezan a cobrar interés los depósitos”. Antes de recalcar su confianza en que la plataforma Marcus “acredite en un futuro inmediato unos retornos de beneficios atractivos” para la firma.

En paralelo, Goldman Sachs planea, según avisan fuentes internas reveladas por Financial Times, un expediente de regulación de empleo que podría afectar a varios cientos de empleados en las próximas semanas. Y que coincidirá en el tiempo con el cruce de fichajes de gestores y directivos entre las principales firmas de inversión para tratar de acceder a un pastel que ha reducido casi súbitamente su dimensión ante una coyuntura compleja, que raya la recesión y sigue nutriendo la espiral inflacionista.

El viraje de Solomon trata de superar, bajo un mismo golpe de timón, el escepticismo inversor de unos clientes cuyas cuotas de retorno han retrocedido alrededor del 20% este año. Para lo cual, ha inculcado en el rediseñado de su Cuaderno de Bitácora un doble objetivo. El de más largo recorrido es recabar 10.000 millones de dólares desde la banca privada en 2024 y más a corto plazo, un fuerte recorte de gastos, aspecto donde Salomon ha mostrado sus habilidades con las tijeras.

Borrasca financiera sobre los 'Big-six'

Los vaivenes bursátiles de Goldman Sachs reflejan el río revuelto por el que navegan los bancos de inversión, a donde dirigen sus puntos de mira los mercados. Las alarmas han empezado con las dudas suscitadas por el emporio suizo Credit Suisse, en otro proceso urgente para trocear la compañía en tres líneas de negocio, con sus activos en EEUU en venta y sus ejecutivos en contacto directo con sus clientes VIPS para evitar fugas de capitales.

La borrasca financiera afecta a los 'big-six': beneficios de un 23% a la baja por la brusca reordenación de sus portfolios ante el cambio de ciclo de negocios y el alto voltaje energético y geopolítico que ha contagiado las bolsas globales. En verano, JP Morgan Chase, Bank of America, Citigroup, Wells Fargo, Goldman Sachs y Morgan Stanley -la cruzada bancaria de EEUU- ganaron 'solo' 29.420 millones de dólares. Esta caída de los beneficios se debe al descenso en la recaudación de asesoramiento y comisiones, focalizada en la caída de las fusiones empresariales y en las dificultades de colocación de emisiones de renta fija y variable por la incertidumbre que crea la carrera monetaria de subidas de tipos en todo el mundo.

Es como si la banca de inversión se hubiera ido al rincón de pensar… hasta comprobar y ver cómo se engancha al nuevo orden económico y financiero global.

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