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Los sindicatos buscan con el 8 de marzo sumarse a una movilización social que les supera

Participantes en una huelga de cuidados en Málaga. Foto: Colectivo Feministas en Movimiento

Ana Requena Aguilar

“Hace solo un año estos paros eran casi impensables”. Lo dice una dirigente sindical poco después de que este lunes CCOO y UGT hayan anunciado oficialmente que convocan paros laborales para el día 8 de marzo. Como sucedió en 2017, para ese día hay convocada una huelga feminista que este año toma un cariz diferente con la convocatoria de estos paros, que no solo dan cobertura legal a quien quiera hacer huelga en su trabajo, sino que hará que las centrales pongan en marcha sus maquinarias para aumentar el poder de convocatoria. Sin embargo, la vinculación de los sindicatos con la huelga feminista no deja ser algo conflictiva: mientras que CCOO habla de “confluencia” con el movimiento, UGT se muestra algo más alejada o, al menos, quiere mostrarse como el actor que convoca una huelga que, sin embargo, va más allá de sus dominios.

La filosofía de la huelga feminista no es exactamente la de una huelga general al uso. Los cuidados son un eje central: la idea de que el sistema productivo se asienta sobre una bolsa invisible de cuidados que no se contabilizan ni remuneran y que son principalmente desempeñados por mujeres. El llamamiento es, por tanto, a un paro laboral, pero también de cuidados y de consumo; una movilización que trasciende las huelgas tradicionales.

El año pasado, los paros laborales fueron simbólicos. Algunos sindicatos minoritarios, como la Confederación Intersindical, registraron la convocatoria de una huelga general, pero las centrales mayoritarias se limitaron a animar asambleas o paros de unos minutos. Este año, y como ellos mismos admiten, van un paso más allá con la convocatoria de paros oficiales: serán dos, uno por la mañana y otro por la tarde, en las horas centrales del día, aunque cada sector o territorio podrán ajustarlos a sus características. CGT y CNT han convocado, por su parte, huelga general. 

“Damos cobertura legal a una movilización social y civil”, dice la secretaria de Igualdad de CCOO, Elena Blasco, que subraya que los sindicatos son parte del movimiento feminista y que, como tal, han participado de la movilización y la coordinación de lo que suceda el 8M. “Los objetivos son compartidos”. La vicesecretaria de UGT, Cristina Antoñanzas, asegura que están de acuerdo con “muchas reivindicaciones” del movimiento, aunque admite que la sintonía es “mejor o peor” en función de las organizaciones y territorios de los que hablemos.

Aunque a micrófono abierto los discursos de unos y otros son parecidos, las diferencias son patentes. CCOO habla de sumarse y de reconocer una convocatoria, la de huelga feminista, que viene de antes y que tuvo su primer episodio el año pasado. Su aportación a esa suma es una convocatoria que da amparo legal a quien secunde los paros y que implica poner los recursos del sindicato al servicio de esas reivindicaciones. También los pone UGT, aunque su discurso se desmarca de la huelga feminista y busca reivindicar un protagonismo propio, “al margen” de la convocatoria civil para el 8M. Dentro del sindicato de Pepe Álvarez hay quien asegura que estos paros podrían haberse convocado hace dos años, pero también quien admite que, sin el empuje reciente del feminismo, difícilmente hubieran sido posibles.

Estamos ante un capítulo más de la relación, no siempre fácil y no siempre bien recibida, de los sindicatos con el resto de actores sociales. Si algo queda claro desde el 15M es que la movilización ha cambiado: ni las huelgas al uso ni los protagonistas tradicionales tienen ya el monopolio de la protesta. Asambleas en las plazas, marea verde, blanca o granate y, sobre todo en los últimos meses, un movimiento feminista capaz de convocar en las calles concentraciones multitudinarias, repletas de gente joven difícil de ver en otros lugares, y de poner en la agenda reivindicaciones concretas con mucha repercusión.

En ese contexto, los sindicatos se mueven entre asumir un escenario nuevo en el que convocan pero también acompañan y la resistencia a desaparecer como sujetos principales de la movilización social. También su discurso oscila entre esos puntos: de quien niega que sus paros tengan que ver con la huelga feminista convocada desde hace meses a quien habla de confluencia y de que los sindicatos buscan aportar la parte laboral a esta movilización feminista. 

En medio, las propias feministas de UGT y CCOO: muchas están también en asociaciones o asambleas que coordinan el 8M y, al revés, muchas mujeres que participan de una u otra manera del movimiento feminista son también delegadas sindicales o forman parte de sus estructuras. La noticia de que sus sindicatos convocan los paros ha recorrido sus grupos de whatsapp. 

Muchas se sintieron decepcionadas cuando, el año pasado, sus centrales se limitaron a apoyar simbólicamente la movilización. La reivindicación para ir un paso más allá ha sido, por tanto, también interna.

Y esa crítica interna que pedía más contundencia en las convocatorias y un cambio en la forma en la que los sindicatos entienden la movilización se ha mezclado con un ambiente en el que el movimiento feminista está en plena efervescencia. Volviendo al principio, es difícil pensar en unos sindicatos convocando paros laborales generales un 8 de marzo hace tres años.

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