Hornos de calidad
A menudo, el buen propósito de integrar a las personas con alguna discapacidad en la sociedad mediante el mundo laboral tiene su lado de la moneda algo más opaco. Después de hablar con la gente que dedica sus esfuerzos a este tipo de actividades, en muchas ocasiones, lo que les saca una mueca algo más amarga es constatar que los proyectos de integración se deriven hacia versiones de caridad. Es decir, quieren huir de los talleres de trabajos que “no tienen una salida comercial por sí mismas”. No desean que las empresas o sociedades que se embarcan en un emprendimiento social se haga contando con que el producto que sacan adelante sea un mero medio para ocupar a gente con alguna diversidad. Desean que sea un fin en sí mismo, con su mercado, sus clientes y sus cuentas.
Así que un buen campo para conseguir esta doble vía es el de la alimentación. Como ya hemos podido observar en este blog, personas con discapacidad sensorial, motriz e incluso con enfermedad mental puede (y de hecho lo hace) adaptarse a la perfección a las tareas que exige la cadena de producción de alimentos. Y no de mera comida sencilla. No, no. La calidad culinaria cabe bien engrasada en estos proyectos. Y ¿qué mejor ejemplo que la ya famosa marca comercial Galicia Calidade? Y qué se relaciona con esa primera línea sino la empanada gallega o la tarta de Santiago.
Pues en esa línea, Hornos Lamastelle tiene como misión la integración laboral de estos colectivos y radica en A Coruña. De 60 empleados, estos hornos tiene 57 personas con discapacidad ya sea severa, física o sensorial. Y podría decirse que ahí termina su especificidad porque luego, el resto de la empresa que labora desde hace 19 años pues no cambia de otras del sector. Distribución de 50.000 empanadas al mes por toda la provincia de Coruña y Lugo y venta en su propia tienda. Igual que el resto para conseguir ser rentables. Pero con la mano de obra cubriendo dos necesidades: la económica a la hora de tratar los ingredientes y alimentar la cadena de producción y la social al generar ese motor de cambio imparable que es la independencia y autonomía que cualquier ser humano halla al tener sus propios recursos y que, a veces, se hace tan cuesta arriba para los discapacitados. El ideario de la empresa reza que se busca la “a plena participación social de las personas con discapacidad (física, intelectual y sensorial) mediante la generación de empleos”.
Esa dinámica rompe un poco con la mueca de la que hablábamos al inicio de esta entrada. Porque se desviste del manto -algo amargo- de la caridad al trabajo que se realiza. No hay compra de lo inútil por el hecho de donar algunas monedas. Las empanadas viajan a las mesas y se comen. Seguro que habrá muchos comensales que ni sean conscientes de que con su apetito y deleite están enganchándose a un eslabón de la cadena de justicia social.
Y con las mismas perspectivas que cualquier otra empresa, el equipo que lidera en Galicia José Ramón Dourado, tuvo la necesidad de crecer (para ello, Hornos Lamastelle se incrustó en el proyecto de Esade y BBVA Momentum). De esa manera podrán “tratar de ampliarnos hasta conseguir un dinámica que puede llegar a dar alguna oportunidad a las 230.000 personas con discapacidad en la Comunidad Autónoma” y, por supuesto, mantener el saber casero gallego de las empanadas que salen de sus obradores.