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80 años del Guernica extremeño que dividió a un pueblo en dos

Silvia Moreno González

Un solo pueblo, dos núcleos de población. De este modo podría resumirse el proceso histórico que Zarza Capilla, localidad pacense situada en la periferia sureste de la región, vivió a partir de los años 40 del siglo XX.

El inusitado protagonismo de este pequeño municipio durante el último año de la Guerra Civil se enmarca en un tenso período de ataques y contraofensivas entre ambos bandos participantes en la contienda, con los que terminó por establecerse la última línea del frente extremeño.

Los fuertes bombardeos que el asentamiento original sufrió a raíz de los combates, entre el período estival de 1938 y la conclusión del conflicto bélico, en abril de 1939, desembocaron en una situación que llega hasta la actualidad. Hoy, 80 años después de aquel verano, la memoria de lo acontecido aún pervive en sus habitantes, unidos y divididos por la decisión que tomó el Régimen Franquista de construir un nuevo núcleo de población, en lugar de reconstruir el que ya existía.

Crescenciano Mayoral Rubio, superviviente de la guerra, recuerda una terrible anécdota de cuando la casa en la que vivía, previamente a la evacuación del pueblo, servía, en ocasiones, de puesto de asistencia médica para los heridos: “Había uno que estaba herido y estaba ya para morir, y empezaron a hacer el hoyo. Y recuerdo que decía él: -Más hondo, hacerle más hondo-. Y, viendo que se le echaba la noche encima, lo terminaron de rematar para enterrarle”.

Tras el cierre de la bolsa de La Serena, operación militar llevada a cabo durante el verano de 1938, el Ejército Sur del bando insurgente rompió la línea del frente el día 9 de agosto para avanzar por las Sierras de Castuera y Benquerencia, así como por la zona de Almorchón. Para entonces, los republicanos se habían reorganizado y presentaron una tenaz resistencia, apoyándose en tanques y algunas piezas de artillería.

El ejército de Franco tenía como objetivo prioritario llegar a Almadén y el día 11 de agosto, en su avance por el este, llegaron a los alrededores de Zarza Capilla. Lo que no se esperaban es que, allí, los republicanos extremeños los hicieran retroceder.

Los refuerzos enviados por los mandos de la República fueron claves para mantener la resistencia hasta el 14 de agosto. Las tropas de Queipo de Llano tuvieron que emplear a fondo tanto la aviación como su artillería para ocupar el municipio zarceño. 

Antonio Doroteo López, historiador que actualmente realiza su tesis doctoral sobre la represión franquista en Castuera, explica que no se trató de un bombardeo como el de Guernica, pero que fue significativo. En Guernica se utilizaron 31 aviones más otros cazas, en Zarza Capilla se emplearon 30.

Pese a la caída del pueblo el 14 de agosto, la llegada de nuevas unidades animó a las tropas gubernamentales para tomar la iniciativa a través de acciones de desgaste en las líneas de vanguardia. Con el objetivo de recuperar Castuera -anteriormente considerada capital de la República en Extremadura-, pasaron al contraataque. Así, pese a no ser capaces de ocupar Zarza Capilla, la intensa presión del ejército republicano fue suficiente para que las tropas franquistas se desmoronasen y se viesen obligadas a abandonar la localidad el día 25.

Estabilización del frente y final de la guerra

El día 27, con una situación mucho más favorable para los sublevados tras la llegada de refuerzos aéreos a los alrededores de Zarza Capilla y de dos batallones a Castuera, la situación se fue estabilizando. A partir de entonces solo hay constancia de eventuales intentos republicanos con artillería para ver por dónde podían penetrar.

Con el inicio del mes de septiembre, la inactividad volvió a ser característica del frente extremeño, donde las nuevas líneas habían dejado en poder de la República un pequeño triángulo desde Zarza Capilla a Puebla de Alcocer y, desde ahí, hasta Herrera del Duque y Castilblanco, con el límite en el río Guadiana. Un frente que ya casi no se modificó hasta el final de la Guerra Civil en 1939.

Aún así, Pablo Muñoz, vecino zarceño del nuevo núcleo creado tras la guerra, describe que aunque fue ya un frente inamovible, hubo mucha actividad bélica y de muertos a través de las incursiones que se realizaban en terreno enemigo. No es de extrañar, así, que frente al municipio se encuentre lo que llamaron “el cerro de la muerte”.

Manuela Sánchez Sánchez, otra de las supervivientes del conflicto armado, evoca a su vez la época en la que los niños y niñas jugaban en las casas “rotas” y recuerda el día en que se, sin ser consciente de ello, se encontró con una bomba de mano y estuvo jugando con ella. “Cuando entro yo: ”¡mira, mira, mira!“. Sale corriendo mi abuelo sin doblar una palabra, me la coge de las manos, se fue a la cerquilla él solo y no dijo nunca dónde la había enterrado”.

Posguerra y dictadura en Zarza Capilla

Zarza Capilla había quedado muy afectada por los bombardeos. Fue por esto que, sin conocer con certeza los motivos, el Régimen franquista construyó un nuevo asentamiento, en vez rehacer el antiguo.

Aunque es llamativo que se edificaran casas solamente para un tercio de los habitantes que había antes de la Guerra. Esta decisión fue acompañada, además, del traslado del Ayuntamiento al nuevo núcleo, lo cual produjo una marginación total del núcleo histórico, que los vecinos suponen fue a propósito. Particularmente, Crescenciano relata que aquello estaba protegido por el Estado y “aquí no se podía hacer nada. Y si se hacía había pescozones. Una guerra fría entre los mismos paisanos”. Destaca también que los que tenían su casa arriba tenían que pagar la contribución como casa, aunque no la tuvieran aún como tal.

El historiador Antonio Doroteo López se pregunta, asimismo, por qué se demoró tanto el Régimen en construir y entregar las casas de la nueva población. La adjudicación de las viviendas, explica Valentín Sánchez Calvo, antiguo maestro de la escuela, fue movida por el Gobierno Civil, con el respaldo del alcalde de turno. En la mayoría de las ocasiones fue a “dedo”, aunque el “cuerpo de élite” sí eligió las viviendas, que eran gratis y más grandes que las antiguas.

Las escuelas

El tema probablemente más lacerante para la población de Zarza Capilla, tras la edificación del nuevo núcleo, fue el de las escuelas. Crescenciano Mayoral Rubio, superviviente de la guerra, lo recuerda así: “Aquí hubo hasta tres años los niños sin escuela. Porque al hacer las escuelas allí abajo, obligaban a bajar a todos los niños allí -al nuevo núcleo, distante un kilómetro y medio-. Los padres se opusieron”. Finalmente, ante la presión de los padres al no llevar a los niños, se abrieron dos unidades escolares para niños y otras dos para niñas en el núcleo histórico.

Con la llegada de la Democracia, más flagrante aún fue que se produjese el mismo proceso a la inversa. Cuando en 1982 se inauguró un nuevo colegio en Zarza Capilla de arriba, ocho niños de abajo dejaron de ir a clase. No fue hasta el siguiente curso escolar cuando el problema llegó a su fin.

Candidaturas políticas por asentamientos, no por partidos

El inicio de la democracia estuvo marcado por las desavenencias entre los dos núcleos. Durante las tres primeras legislaturas, las candidaturas municipales no fueron por partidos políticos, sino que hubo una lista del pueblo de arriba y otra del de abajo.

Las candidaturas de Zarza Capilla la vieja, donde vivía dos tercios de la población, empezaron a ganar las elecciones. Esto, lejos de limar asperezas, las avivó. En opinión de Pablo Muñoz: “Ahora se convierte en una revancha. Ahora, todo lo que se hace, se hace para arriba. Algunas cosas eran imprescindibles como la luz y el agua; otras no lo eran ya tanto”.

No obstante, como describe el actual alcalde, Rubén Muñoz Barba, el problema históricamente estuvo en el Ayuntamiento. Una vez que llegó la democracia, la corporación municipal decidió, por mayoría, devolverlo a su primitivo local en Zarza Capilla de arriba, lo que no agradó a toda la población. Gervasio Sánchez Gil, ex concejal del ayuntamiento, explica que se hizo “porque había estado aquí antes. Es que antes se lo llevaron a la fuerza y cuando se trajo, se trajo ya por su camino”.

Asignatura pendiente: la memoria histórica

Hoy en día se sigue hablando del núcleo de arriba y del de abajo, pero oficial y popularmente se considera ya una sola Zarza Capilla. Aunque, como describe José Muñoz Sánchez, zarceño de abajo: “Todavía hay algunas cosquillas entre los de abajo y los de arriba. Como mi mujer, que estuvo aquí antes que yo -en la residencia de mayores del núcleo histórico- y le dijo una: ”Tú lo que tienes que hacer es irte a tu pueblo“.

Voces anónimas de varios residentes zarceños que no quisieron ser entrevistados directamente recuerdan que, aunque a título personal no hay ninguna discordia, las desavenencias históricas no pueden darse por concluidas. Lo que da verdadera lástima, según opinan, es que localidades como Zarza Capilla, cada vez más deshabitadas y con una proporción de jóvenes muy escasa, vayan a “morir” sin haber visto totalmente resueltas las rencillas del pasado, provocadas por la trágica herencia de una Guerra Civil a la que sucedieron 40 años de dictadura.

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