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Pierde Rajoy

Ignacio Escolar

Cuatro tonos de debate público, en simbólica declinación: Albert Rivera, chaqueta azul, camisa blanca y corbata. Pedro Sánchez, chaqueta azul y camisa blanca sin corbata. Pablo Iglesias, camisa blanca, sin corbata y sin chaqueta. Y Mariano Rajoy, vestido con el traje nuevo del emperador: completamente desnudo ante la opinión pública, exiliado de la realidad, ausente de un debate electoral para el que dice no tener tiempo porque, entre entrevistas con Bertín Osborne y comentar partidos de la Champions, la agenda no le da para mucho más.

El debate a tres que organizó El País, con el atril ausente del presidente plasma, fue ágil pero profundo, sanamente intenso, con tres candidatos que tuvieron tiempo para hablar y explicarse, a rebatirse y responder, sin que el resultado fuera ni una sucesión de monólogos ni tampoco una jaula de grillos. Tanto por sus protagonistas como por el ritmo, el debate –afortunadamente– se pareció muy poco a los encorsetados cara a cara electorales que hasta ahora se celebraban en España. Solo por eso el de ayer es un debate histórico, también por el simbólico plantón del presidente ausente Mariano Rajoy.

Los tres candidatos se mordieron, en una sucesión de “piedra, papel, tijera” en ocasiones hosco, pero para los votantes muy revelador. Se enzarzaron, se sacudieron, y los tres cometieron algunos errores tanto en los hechos como en su presentación.

Pablo Iglesias se equivocó en algunos datos que debería manejar mejor. No, Felipe González ya no es consejero de Gas Natural –aunque se fue hace solo unos meses para ser sustituido por una exministra del PSOE–. Y no, Trinidad Jiménez no es consejera de Telefónica –aunque tuvo una reciente oferta y parece bastante probable que tras las elecciones trabajará allí–. Iglesias acierta en su crítica de la puerta giratoria, pero ganaría bastante si también acertase en los detalles de su descripción.

Pedro Sánchez, por su parte, patinó al recordar su propia propuesta sobre igualdad: no, no es el 50% de cuota en los consejos de administración, sino el 40%. Y también se equivocó en algunos pasajes del debate –especialmente en el arranque–, cuando intentó rebatir a un Rajoy ausente. Los otros dos rivales le hicieron corresponsable de algunos de los desastres de los que el PSOE culpa al PP, y también le recordaron que un atril vacío difícilmente le iba a contestar por mucho que insistiese en el clásico 'y tú más'.

En cuanto a Albert Rivera, también falló en algunos datos –con el paro, por ejemplo–, quedó fuera de juego cuando fue incapaz de concretar qué parte de la LOMCE pretende recortar, o cuando el candidato socialista le recordó la impresentable alianza que firmó Ciudadanos con la ultraderecha de Libertas, el partido de Intereconomía y Miguel Durán. O cuando Pablo Iglesias le recriminó que mantenga en la Asamblea de Madrid a un diputado autonómico que ejerció como abogado sin poder hacerlo.

Hubo patinazos de los tres y sonoros 'zascas', pero ninguno mortal; ningún error que vaya a tener consecuencias irrecuperables para los candidatos en esta campaña electoral. Nada especialmente grave ni para Sánchez ni para Rivera ni para Iglesias… porque quien más claramente pierde en esta noche es Mariano Rajoy.

El presidente del Gobierno ha querido contrarrestar su imagen de candidato plasma comprometiéndose a ir este sábado a La Sexta Noche y anunciándolo justo unas horas antes del debate al que no quiso acudir. Será con preguntas de los ciudadanos, probablemente el formato más cómodo hoy para Rajoy. Es un buen intento para aparentar cercanía, pero es un sucedaneo que no sirve para compensar el insulto a los votantes que supone esconderse de los debates electorales a cuatro (y del debate a seis, con Alberto Garzón y Andrés Herzog, que también se debería celebrar).

En esta campaña Mariano Rajoy tiene bastantes posibilidades de ser el primer presidente de la democracia española que no sea reelegido tras su primer mandato. Por ahora su partido sigue primero en las encuestas, pero no hay un solo sondeo que no le diga que inevitablemente tendrá que pactar. Si es que llega ese momento, si es que los votos le dan, ¿podrá lograr Rajoy las alianzas necesarias para continuar? ¿Qué otro partido investirá a un presidente que reniega de algo tan básico en democracia como debatir durante la campaña electoral?

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