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Espacio para la reflexión y el análisis a cargo de parlamentarios europeos españoles.

Pobreza que mata

Imagen del número 18 de la calle de Santga Anna de Reus, donde murió la anciana.

Beatriz Becerra

Eurodiputada independiente de ALDE —

La muerte de Rosa, la mujer de Reus que tenía que iluminarse con velas tras haber sufrido un corte de luz por impago, debería hacer que nos preguntáramos cómo tiene que afrontar la política casos como éste. Los ciudadanos esperan de los políticos que se impliquen, que no escondan el sufrimiento detrás de una estadística ni tras un telón de indiferencia. Ha muerto un ser humano, ignorarlo es indecente. Pero no menos indecente me parece cosificar a Rosa, convertirla en una bandera política y utilizarla para ganar votos o para aumentar el grado de crispación. Apoyar una estrategia política en el sufrimiento concreto de personas reales reduce el dolor a simple combustible de una máquina política.

En mi opinión, respetar a Rosa significa averiguar qué ha ocurrido y exigir las responsabilidades que correspondan. Averiguar, investigar, estudiar... puede sonar irritante para quienes ya creen saber lo que ha ocurrido, para aquellos que asignaron las culpas a los diez segundos de conocer lo ocurrido. Pero lo cierto es que es la única forma digna de tratar a Rosa. Por no hablar de que es la única forma de encontrar qué ha fallado realmente, de forma que se puedan asignar responsabilidades y afrontar las reformas necesarias para que algo así no vuelva a ocurrir.

El dedo acusador ha apuntado a Gas Natural, la empresa que suministraba electricidad al domicilio de Rosa hasta que le cortó el suministro por impago. La ley autonómica de 24/2015 obligaba a la compañía a comunicar el corte de suministro. Desde la empresa, sin embargo, aseguran que la ley está pendiente de un reglamento que establezca los canales y mecanismos necesarios, y que el propio Parlamento de Cataluña instó al gobierno autonómico a desarrollarlo. Es posible que Gas Natural haya actuado mal, pero también es muy posible que las administraciones catalanas hayan sido negligentes, aunque de esto no se hable lo suficiente. ¿Será porque tanto en Reus como en Cataluña gobiernan la antigua Convergencia con la Esquerra de Rufián? ¿Se pondría el foco en otra parte si los responsables políticos fueran del PP? No tengo respuesta para estas preguntas, pero sí fundadas sospechas.

La pobreza energética es una realidad y hay que combatirla. Las administraciones tienen todo el derecho a implicar a las empresas, siempre y cuando quede claro que la responsabilidad última tiene que corresponder a las primeras. En todo caso, el marco legal debe ser claro y eficaz, garantizando la seguridad jurídica y reduciendo al mínimo los trámites burocráticos. ¿Lo es en la actualidad? Esto es lo que habría que averiguar.

Otro asunto directamente relacionado con este caso es el precio de la electricidad. Desde el inicio de la crisis, el precio del kilowatio/hora en España ha pasado de 13 céntimos a 23: un aumento de casi un 77%. El sector energético de nuestro país, ampliamente regulado, se ha mostrado ineficiente en incontables ocasiones. Arrastramos una historia de decisiones políticas equivocadas que, como de costumbre, han terminado pagando los consumidores, es decir: todos los ciudadanos. La ineficiencia y los altos precios no sólo contribuyen a la pobreza energética, sino a la pobreza en general. No lo olvidemos: todo producto que compramos lleva energía. Cuando pagamos un tomate en el supermercado también estamos pagando la gasolina que fue necesaria para llevarlo hasta allí o parte de la luz del establecimiento.

Una mayor libertad en el mercado energético podría reducir los precios de la energía, y por tanto, hacer menos frecuente la pobreza energética. Además, podría abrir nuevas oportunidades a emprendedores del sector con talento y buenas ideas que hoy no pueden llevar a la práctica por las gigantescas barreras de entrada existentes. ¿No queremos una economía moderna que invierta en innovación y cree empleo de calidad? Pues el sector energético es uno de los más prometedores. El cambio de modelo productivo también aportaría prosperidad y reduciría la pobreza.

No pretendo diluir las responsabilidades en la muerte de Rosa, sino señalar que tomarnos en serio su tragedia significa plantearnos el problema sin prejuicios y por completo. La reforma del sector puede aliviar la pobreza, pero los protocolos de los servicios sociales son fundamentales. ¿Quién ha fallado y en qué? Investigarlo y solucionarlo es lo mejor que podemos hacer. Mucho mejor que instrumentalizar la muerte de Rosa.

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