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El acusado del crimen de Maguette Mbeugou trata de disfrazar 83 puñaladas como un acto en defensa propia

El acusado y marido de la víctima (d) asiste a una sesión de su juicio por el asesinato de Maguette Mbeugou.

Maialen Ferreira

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En el arranque del juicio, Bara N., acusado del asesinato de la joven Maguette Mbeugou en 2018, ha optado por asumir el homicidio y alegar defensa propia para sembrar una duda razonable en el jurado. “Si se murió mi mujer es mi culpa, yo soy culpable. Cuando dicen que murió en mis manos es que fue así, no había nadie más en aquella habitación. Sé lo que he hecho, pero hablar de ello me cuesta. Si pasó eso es porque no estoy bien, porque es la madre de mis hijas, si lo hice no estoy bien”, ha afirmado el marido de Mbeugou, con antecedentes por violencia de género y que, según la autopsia, le asestó 83 cuchilladas y la degolló. Ha tratado de argumentar que fue ella quien esgrimió un cuchillo -arma blanca de la que ha intentado una descripción- y que fue eso el desencadenante de lo que ocurrió posteriormente, a pesar de que las pruebas objetivas apuntan en una dirección muy diferente. Todos los imputados en proceso penal tienen derecho a mentir.

N. está acusado de asesinar a la joven en su domicilio de Bilbao y de hacerlo frente a sus dos hijas, de 2 y 4 años entonces,, a las que dejó durante más de un día con el cadáver tras huir a otro municipio. La Audiencia Provincial de Bizkaia acoge durante esta semana y parte de la próxima el juicio. En la segunda sesión tras la de conformación del jurado, el acusado se ha sometido a un interrogatorio para aclarar qué ocurrió el día de los hechos. Además de él, también han testificado las vecinas y amigos del matrimonio. Un jurado popular compuesto por cinco mujeres y cuatro hombres es el encargado de emitir un veredicto, previsto para el 23 de noviembre.

La Físcalía solicita para el acusado 25 años de prisión por asesinato y una indemnización de 150.000 euros para cada menor. La pena más alta la solicita una de las acusaciones particulares, ejercida por la abogada Jone Goirizelaia en representación del hermano de la víctima, que solicita -además de los 25 años de prisión por asesinato- ocho años más por abandono de las menores (cuatro por cada niña) y tres años por maltrato continuado. Lo hace, además, con los agravantes de parentesco y de género. La otra acusación particular la ejerce la Diputación de Bizkaia por ser la tutora legal de las menores, que solicita una pena de 15 años por homicidio, ocho años por abandono de las menores y tres más por maltrato continuado.

El Ayuntamiento de Bilbao ejerce la acusación particular y solicita para el acusado 25 años por asesinato con alevosía y ensañamiento, ocho por abandono, ocho por daños mentales a las menores y 3 años por maltrato continuado. Además, también exige el agravante de parentesco y género.

La defensa, por su parte, pide ocho años de cárcel para el acusado por un homicidio, que según ha argumentado, fue en defensa propia. En ello se ha centrado la declaración del acusado, que ha asegurado que durante la madrugada del 24 de septiembre, estando él en la sala de su domicilio con las dos menores, su mujer entró con un cuchillo con la intención de atacarle después de haber tenido una discusión durante la tarde anterior. Tras ese supuesto ataque, el hombre, que al igual que la víctima es de origen senegalés, se ha negado a explicar qué ocurrió. Sí ha que ha señalado que fue a la cocina y metió en una bolsa todos los cuchillos de la casa: “No quería volver a ver ningún cuchillo y guardé todos los que había en la cocina”.

La autopsia revela que recibió 83 cuchilladas y fue degollada

Después, tapó el cadáver de su mujer, cuya autopsia reveló que había recibido 83 cuchilladas y había sido degollada, con una sábana gris, cerró las persianas y la puerta de la sala en la que se encontraba, dejándola así totalmente a oscuras. En la habitación de al lado, se encontraban sus dos hijas, que por aquel entonces tenían 2 y 4 años. “No se dieron cuenta de nada porque jugaban con el móvil”, ha llegado a alegar.

El acusado guardó su ropa ensangrentada y cinco cuchillos también con restos de sangre en dos bolsas diferentes y se marchó de casa, dejando a las menores allí. “Encendí las luces de casa y dejé la puerta abierta para que no tuvieran miedo. Las niñas estaban durmiendo cuando me marché”, ha señalado como supuesta explicación de su fuga. Tras tirar las bolsas de basura en dos contenedores diferentes, uno ubicado en Santutxu y el otro en Atxuri, a una distancia considerable el uno del otro, se marchó en autobús hasta Mutriku, donde tenía amigos de su barrio de Senegal. Para ello tomó dos autobuses diferentes, uno de Bilbao a Ondarroa y otro de Ondarroa hasta Mutriku.

Una vecina del matrimonio, M. R., fue la que alertó al 112 de que las menores estaban solas y “algo” le había ocurrido a la madre. La vecina, que ha declarado en el juicio en calidad de testigo, ha manifestado que “le llamó la atención” ver a las dos niñas en el rellano del edificio, cerca de las 10.00 de la mañana del 25 de septiembre. En un primer momento no le dio importancia a ese hecho, pensando que estarían acompañadas por sus progenitores, pero al ver que las niñas seguían haciendo ruido les preguntó qué les pasaba. “Se estaban peleando por un trozo de pan que tenían. Entonces, les di yo de mi casa. La mayor me dijo que su madre estaba muy cansada y que estaba dormida cuando le pregunté por ella”, ha apostillado.

Al ver que Maguette Mbeugou no salía, la vecina, acompañada de las menores, decidió entrar en la casa y llamarle. Como no respondía le dijo a la mayor que entrara en la sala. “La niña me dijo que entrara yo, pero no quise, tuve una rara sensación. Pensé que le había dado un ataque o algo. Desde fuera pude ver que todo estaba a oscuras, pero había un bulto tapado por una manta y llamé al 112”, ha asegurado. Horas más tarde de hallar el cadáver la Ertzaintza detuvo a Bara N, en Mutriku. La autopsia reveló que el crimen se produjo entre 28 y 36 horas antes de que encontraran el cadáver de la víctima, por lo que las menores convivieron solas con el cuerpo durante más de un día.

Habiendo pruebas de violencia de género -de hecho la Justicia pidió disculpas por no haber previsto este desenlance-, a preguntas del Fiscal sobre el tipo de relación que mantenían, el acusado ha indicado que no dormían juntos desde agosto. “Estábamos tranquilos, pero enfadados. No discutimos, pero cuando dos personas están enfadadas no están bien. No pensaba que llegaría a pasar lo que ha pasado”, ha tratado de explicar como si lo ocurrido fuese un incidente normal de convivencia. “En presencia de las menores la acuchilla. Maguette Mbeugou fue consciente durante el ataque, no falleció de inmediato. Después, salió de casa y dejó a las menores sin comida, sin agua y semidesnudas. Las abandonó y no era la primera vez que lo hacía. La puerta de la casa estaba abierta, les podía haber pasado cualquier cosa”, ha replicado la abogada de la familia de la víctima, la conocida penalista Jone Goirizelaia.

Por el contrario, la abogada de la defensa ha pedido al jurado popular y ha tratado hacer pasar al presunto asesino de víctima: “No le juzguen hasta que vean las pruebas. Él adora a sus hijas, en el fondo todos son víctimas, no es controlador ni un abusador. Se marchó porque no sabía qué hacer y dejó a las niñas pan y agua. Cuando se fue se llevó los cuchillos para que las niñas no se corten”

La joven denunció los malos tratos que sufría por parte de su pareja meses antes de ser asesinada. A raíz de su denuncia, fue trasladada a un recurso para víctimas de violencia de género, donde vivió una temporada con las niñas hasta que decidió volver a la casa. La jueza de violencia contra la mujer que se encargó del caso denegó la orden de alejamiento que solicitaba. Tras un juicio celebrado en diciembre de 2017, otra magistrada absolvió al acusado del delito de amenazas de muerte “por falta de prueba suficiente” que acreditara las amenazas continuadas en el ámbito familiar. Meses más tarde se produciría el asesinato de Mbeugou en su domicilio que ahora el acusado y su defensa pretenden rebajar a un acto en defensa propia.

El hermano de la victima, Amadou Mbeugou, era consciente de los malos tratos que sufría su hermana y en alguna ocasión le había pedido que se trasladara con él a París, donde actualmente vive con las niñas tras el suceso. “Queremos que la Justicia sea justa. No esperamos que él diga la verdad. Nunca tendremos la respuesta. El mal ya está hecho, ella no va a volver a la vida, pero queremos que no le pase esto a ninguna otra mujer”, ha señalado minutos antes de acceder al juicio.

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