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La rivalidad entre Van der Poel y Van Aert eleva a los altares el ciclocross

Van der Poel, por delante de Van Aert, en Benidorm

Iker Rioja Andueza

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En España, un aficionado estándar del ciclismo sigue el Tour de Francia, la Vuelta y alguna carrera suelta. El aficionado avanzado extiende la temporada desde las clásicas de primavera hasta Lombardía, ya en octubre. En Bélgica o los Países Bajos, sin embargo, el invierno ni siquiera supone un parón como consecuencia del calendario de ciclocross. Este año la ya legendaria rivalidad entre Wout van Aert y Mathieu van der Poel, larvada desde categorías infantiles, ha hecho que los seguidores de las pruebas de carretera hayan mirado con interés a los circuitos de barro, particularmente en Navidad. La prueba de ello es que este domingo Benidorm ha sido escenario de una carrera de la Copa del Mundo que agotó en poco tiempo las 15.000 entradas. Hacía once años que España no acogía una competición de ciclocross de esta categoría.

En Benidorm, aunque por su clima y circunstancias el recorrido era necesariamente diferente al de Diegem u otros rincones flamencos, los dos máximos exponentes de la disciplina han completado su enésimo cara a cara, esta vez con victoria para al neerlandés del equipo Alpecin-Deceuninck, que acaba de cumplir 28 años y tiene una legión de aficionados. En pruebas anteriores, el belga Van Aert, del Jumbo-Visma y ocho meses mayor, había exhibido un estado de forma algo superior. Otro rutero como Tom Pidcock, británico del Ineos-Grenadiers, está emergiendo también como el tercero en discordia.

En ciclocross compiten especialistas muy consolidados y corredores que simultanean esta disciplina con la carretera. La novedad que aportan Van der Poel y Van Aert es que son dominadores absolutos de las pruebas que seleccionan -que no son todas- y que, además, lo son también cuando compiten en ruta. Van der Poel, que es nieto de Raymond Poulidor e hijo de Adrie van der Poel, ha ganado ya una etapa en el Giro de Italia y en el Tour de Francia, ha vestido la magia rosa y ha ganado clásicas como el Tour de Flandes, la Amstel Gold Race o la Strade Bianche del ‘sterrato’. Van Aert lleva nueve etapas en las últimas cuatro ediciones del Tour de Francia -subiendo, contrarrelojeando o esprintando-, se ha llevado de allí el verde y rozó la clasificación de la montaña y también ha sumado Strade Bianche y Amstel Gold Race, además del monumento Milán-San Remo. Pidcock, de una generación posterior, se exhibió en Alpe d’Huez el año pasado en Francia y aspira a subirse a ese selecto club de ciclistas totales. 

Muchas veces se han jugado estas victorias, en el barro o en el asfalto, cara a cara. Es lo que les hace archirrivales. Van Aert y Van der Poel son, además, enormemente competitivos, atacantes. El primero forma parte de uno de los mejores equipos del mundo. El segundo ha elevado a la primera categoría a un modestísimo equipo belga. “Él, por sus capacidades, siempre me lleva al límite, ganarle nunca es fácil”, dice el belga sobre el neerlandés. “Siempre intentamos vencer al otro pero siempre desde el respeto”, ha afirmado Van der Poel. El Campeonato del Mundo de ciclocross les espera a ambos el 5 de febrero en Hoogerheide, en los Países Bajos. 

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