Viento del Norte es el contenedor de opinión de elDiario.es/Euskadi. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.
El nuevo Estatuto de autonomía vasco (o crónica de un fracaso anunciado)
Como si se tratase de una serpiente de verano de pronto se ha desatado un debate absurdo entre los líderes políticos vascos. En un acceso tan absurdo como desatado el más alto responsable del PNV ha advertido a Podemos y al PSE de que la reforma del Estatuto Vasco avanzará a pesar de ellos, es decir “con o sin ellos”. Este toque, mezcla de envalentonamiento y de soberbia, no solo no viene a cuento sino que encierra una evidente trampa. El PNV ha venido negociando la reforma del Estatuto de Autonomía con EHBildu, ello a pesar de que desarrolle su acción de gobierno con el PSE, y a pesar también de que para algunas urgencias haya tenido que recurrir al PNV para completar mayorías suficientes.
Pero el calor de agosto se presta a estas reacciones que no se sostienen en base alguna. Porque el hecho de que el único acuerdo que hay sobre la mesa al respecto sea el del PNV con EHBildu convierte el texto en un mero motivo de discordia que se quedará en nada cuando sea sometido a votación en el Congreso de los Diputados en Madrid. Si eso llegara a producirse y, como el texto estatutario del Lehendakari Ibarretxe, todo quedara en agua de borrajas en el Congreso, el debate en la calle será alimentado por el más aberrante populismo de los proponentes, que no dudarán en poner el grito en el cielo para advertir que el ordenamiento jurídico y el entramado institucional actuales responden a un modelo de opresión del Estado contra los nacionalismos, las “naciones o nacionalidades” y las comunidades autónomas españolas. Por eso conviene desenredar la madeja y desentrañar cuanto esconde esta reforma del Estatuto que los nacionalistas desean aprovechar para apuntalar sus quimeras aún a costa de que la convivencia se cercene.
Esa transversalidad, -concepto que está muy de moda porque sirve tanto para un roto como para un descosido-, que Ortúzar ha explicado con habilidad (“si socialistas y podemitas necesitan un trayecto con menos desnivel, que nos digan qué camino les gustaría, y junto con EHBildu intentaríamos abrir esa ruta”) oculta la primera trampa, como es que el texto sobre el que se trabaja solo ha sido pactado con los independentistas, aún no redimidos del todo de sus servidumbres ante ETA y sus encarcelados. Con cierta bravuconería Ortúzar ha anunciado sus intenciones: “no van a conseguir que paremos, con ellos o sin ellos tiraremos para adelante, si quieren venir con nosotros encantados”. Estas declaraciones, con que se ha abierto el mes de Agosto, encierran significados diversos. El PNV tiene miedo a que EHBildu les pueda superar en votos, miedo a debilitarse, por eso mantiene al “indómito” Egibar al frente del partido en Gipuzkoa, en donde sus estridencias verbales, ahora que ETA no está, son equiparables a las de Otegi y demás “ex”. ¿Cómo distinguir el nacionalismo del PNV del independentismo de EHBildu en este contexto?
Tampoco es fácil entender qué razón lleva al PNV a abandonar la compañía del PSE o Podemos en este empeño cuando van a ser imprescindibles sus apoyos en el Congreso de los Diputados. Quererlos convertir en meros comparsas, como intenta hacer Ortúzar, solo puede llevar al fracaso, máxime si tenemos en cuenta que el PP, que es el grupo parlamentario con más miembros en el Congreso, permanece en Euskadi arrinconado (o despreciado), a pesar de ser un partido de vocación autonomista, con el que el PNV ha acordado en varias e importantes ocasiones. De modo que la actitud del PNV, y las palabras de Ortúzar, debieran ser medidas y sopesadas. Cuando ha acusado al PSE de no haber querido participar en la discusión porque “(igual que Podemos) se deben a sus partidos mayores en Madrid”, vuelve a errar, aunque interesadamente, porque la letra más importante y significativa de las siglas socialistas no es la “E” ( de Euskadi o de España), sino la “S” de Socialista,… y el socialismo ha de estar fundamentado en la integridad de un Estado compacto y potente en el que cualquier forma de territorialización (el nacionalismo “forma parte” y es una de estas formas “territorializadoras” del Estado) ha de estar supeditada a la Unidad y a la Democracia.
En Euskadi la Democracia requiere acuerdos potentes pero, curiosamente, dichos acuerdos han de sustentarse más en renunciar a las esencias de cada cual que en obligar a coincidencias antinaturales que, cuando impostan identidades falsas, solo sirven para generar ruina e inestabilidad. Es por esto que la consecución de este nuevo Estatuto Vasco parece abocado al fracaso si las divinidades o los espíritus no lo remedian.
Ortúzar, y los demás prebostes del PNV, están tranquilos. Y, además, satisfechos. Cuando lleguemos al final de todo esto el PNV habrá quedado bien con EHBildu (y con la opinión pública), de quienes les separa un espacio inmenso tanto en el fondo como en la forma de hacer la Política, tanto en la ideología como en la estrategia. El PP reforzará su posición pseudomarginal en Euskadi. Podemos no alzará el vuelo, aunque se instalará cómodamente en el bando “españolista” dando una de cal y otra de arena. EHBildu permanecerá en su lugar. Y el PSE seguirá fiel a su estrategia como colaborador preferente del nacionalismo, pensando en que el PNV siempre será necesario en Madrid para consolidar mayorías. Por todo esto Ortúzar se muestra tan tranquilo como satisfecho, tan contundente como seguro. Sin embargo, si nadie lo remedia, la construcción del nuevo Estatuto puede derivar en un fracaso del que tendrá la culpa, una vez más, el Congreso de los Diputados con sede en Madrid, es decir, España. ¡Es el destino…!
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