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Viento del Norte es el contenedor de opinión de elDiario.es/Euskadi. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.

Te vacuna el perro del hortelano

Administración de la primera dosis de la vacuna en Gipuzkoa

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Hoy somos una sociedad aburrida y saturada con la retransmisión en tiempo real del menudeo político, regateando una hora más o menos de toque de queda, allegado arriba allegado abajo. Mientras pareciera que nadie, ningún partido ni ente político, pone sobre la mesa con energía y firmeza las cuestiones más importantes, las que más pueden marcar la diferencia entre el éxito o el fracaso ante esta crisis -cuyos efectos se miden en macabros números eufemismo de miles de familias destrozadas a diario-, cuestiones como la forma más rápida y eficaz para vacunar a toda la población, o al menos a ese famoso 70% que se supone salvará a todo el rebaño.

Hace apenas dos meses, se votó en reunión informal una decisión que cambiará para siempre el curso de la pandemia. Los países de la UE y EE. UU. votamos e impusimos que todos los avances científicos y tecnológicos en la lucha contra el coronavirus no quedasen libres de patente. Esto es, decidimos expresamente que no queremos que todo el mundo pueda acceder libremente a las vacunas. Esta decisión no fue tomada en el conjunto de la ONU, ni siquiera en el ámbito de la OMS, sino en el seno de la OMC (Organización Mundial del Comercio) lo que pone de relieve nuevamente que aún en una situación pandémica las decisiones que pueden salvar miles o millones de vidas son de ámbito comercial, no sanitario ni de ninguna otra índole.

Detallar el egoísmo de esta decisión es gastar tinta en obviedades, pero cabe señalar también la enorme temeridad que supone. Aunque sólo fuera por propio interés parece lógico intentar hacer todo lo posible para evitar que la creación y distribución de las vacunas dependan únicamente de una o pocas entidades, buscar la manera de poder producir la vacuna en masa desde todos los laboratorios posibles para poder vacunar cuanto antes a toda la población y no estar a expensas de la capacidad de producción de una o dos marcas farmacéuticas. Lamentablemente esto ha quedado doblemente constatado con el reciente anuncio de Pzifer en el que avisa que no podrá cumplir ni siquiera con los compromisos de producción de la vacuna, que eran ya de por sí insuficientes. Y a otras marcas todavía ni se las ve ni se las espera. Eso sí todas han establecido ya acuerdos comerciales con un precio por vacuna injustificadamente abultado, como quedó patente en la información que se le filtró a la ministra belga Eva de Bleeker en la que se constataba que el precio de algunas vacunas como la de Pzifer o Moderna era hasta diez veces superior a la solución desarrollada por la Universidad de Oxford.

La vacuna se nos ha presentado como un increíble logro sólo al alcance de laboratorios que han asumido heroicamente el gran riesgo de investigar la salvación del mundo, pero estas vacunas ha sido posibles gracias a avances e investigaciones previas

Con una producción insuficiente y unos precios inalcanzables ¿Qué pasará incluso cuando en Europa y Norteamérica se consiga finalmente esa inmunidad objetivo del 70% de su población? Es absurdo pensar únicamente en soluciones locales cuando afrontamos un problema global. El riesgo y el problema no se elimina inmunizando sólo unos pocos países y si no por humanidad, aunque fuera por practicidad se debería buscar una solución aplicable a todo el planeta, lo contrario sólo aporta nuevos argumentos para aumentar la xenofobia.

La vacuna, el primer grial de este siglo, se nos ha presentado como un increíble logro de la ciencia sólo al alcance de pocos laboratorios farmacéuticos que han asumido heroicamente el gran riesgo de investigar la salvación del mundo, cuando la realidad es que el desarrollo de estas vacunas ha sido posibles gracias a avances e investigaciones previas financiados mayoritariamente con fondos públicos e investigación universitaria. Cierto es que pocos laboratorios cuentan a día de hoy con los recursos adecuados, pero el riesgo que asumen se podría decir que es cuando menos relativo, máxime cuando los gobiernos del mundo han tenido a bien firmar además que asumirán cualquier efecto negativo liberando a las pobres farmacéuticas de tamaña carga.

Tenemos tan asumido que sólo las grandes farmacéuticas pueden salvar el mundo y es lícito que se enriquezcan con ello como que el sol sale por el este, y pensamos que cualquier planteamiento distinto son ideas ingenuas y utópicas. Creemos que lo inteligente, lo que nos identifica como conocedores de “cómo funciona el mundo de verdad” es asumir estos hechos y ridiculizar a quien siquiera susurre que se podría haber desarrollado la vacuna de forma universal y accesible, pero la realidad es que lo excepcional, lo extraño, es que ante una pandemia como nunca ha visto el planeta se opte por monetizar la vacuna que salve vidas. Año tras año acudimos en masa a vacunarnos contra la gripe sin saber tal vez que hace medio siglo que toda la investigación y desarrollo de esta vacuna, que se evoluciona y adapta cada año, es fruto de la colaboración de más de cien países y laboratorios de todo el mundo, y que con dicha información la OMS publica cada año la “fórmula de la vacuna contra la gripe” para que cualquiera en cualquier lugar pueda producirla, porque está libre de patentes. Así es como se puede producir y distribuir cantidades suficientes y de forma asequible para vacunar a toda la población, así es como se lleva haciendo año tras año desde 1970. ¿Por qué era imposible hacer lo mismo con las vacunas contra el coronavirus?

Seguimos debatiendo con obsesión sobre toques de queda y número de comensales, discutimos si poner de golpe las pocas vacunas que tenemos o guardar un poco por si acaso, dejamos de sentir aprehensión por el dolor que hay tras las cifras de muertes diarias, mientras nuestro cuñado favorito nos explica que la empresa que le garantiza la erección debería recibir el premio nobel por salvar al mundo. Tal vez habría que responder que esa empresa en realidad tiene secuestrado a medio mundo y el premio que merece es el del Perro del Hortelano de Oro, que ni vacuna (suficiente) ni deja vacunar. Tal vez la pregunta importante no es qué hacer con las pocas vacunas que tenemos, sino qué hacer para poder producirlas en masa.

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