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Cuando la Diputación de Bizkaia fue la sede del primer Ministerio de Industria del franquismo

El ministro de Industria y Comercio, Juan Antonio Suanzes, en la inauguración del mausoleo en homenaje a víctimas del bando sublevado en el cementerio municipal Vista Alegre de Derio el 25 de septiembre de 1938

Iker Rioja Andueza

Vitoria —

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Bilbao también acogió un ministerio del primer Gobierno ilegítimo de Francisco Franco, constituido en 1938, en plena Guerra Civil. La presidencia de ese gabinete se ubicó en Burgos, pero el pretendido “nuevo Estado” de los sublevados repartió su presencia en otras ciudades ya ocupadas como Valladolid, Salamanca, Santander y dos capitales vascas, Vitoria y Bilbao. En la primera iniciaron su trabajo los ministerios de Educación y Justicia, que fijaron las bases de un nuevo modelo de enseñanza adoctrinador de clara inspiración fascista y nazi y desmontaron los derechos civiles que fueron aprobados en el período republicano, como el divorcio y el matrimonio no religioso. Bilbao pujó por las carteras de Hacienda y Organización Sindical, pero finalmente se tuvo que conformar con la de Industria y Comercio, que se instaló en el palacio de la Diputación, en la Gran Vía de Don Diego López de Haro, entre marzo de 1938 y octubre de 1939. Algunas fuentes apuntan a que tuvo una zona auxiliar habilitada en el hotel Carlton, que unos meses antes fue la sede del primer Gobierno autonómico de Euzkadi, con José Antonio de Aguirre como lehendakari.

Hubo dos ministros en Bilbao. El primer titular de Industria y Comercio fue Juan Antonio Suanzes, un cargo paralelo al del titular legítimo de la cartera, que era Juan López, propuesto por la CNT. Nacido en Ferrol, como el dictador, Suanzes era amigo personal de la familia Franco. Tras la campaña de bombardeos aéreos acometidos por las aviaciones de la Italia de Benito Mussolini y la Alemania de Adolf Hitler en la primavera de 1937, incluido el de Gernika, los sublevados ocuparon Bilbao en junio de ese año. Desde una ciudad que tenía que ser reconstruida por las consecuencias de la guerra, de la que había tenido que exiliarse miles de personas -muchos niños fueron evacuados en barco- y que padecía una gravísima crisis económica, Suanzes sentó las bases de la autarquía que caracterizó la primera etapa de la dictadura.

Cesó como ministro cuando, terminada la guerra, Franco reorganizó el Gobierno ya en Madrid en agosto de 1939, pero regresó al cargo en 1941 para otro período en el que presidió el INI (Instituto Nacional de Industria), la herramienta de la que surgieron industrias como Pegaso, Seat, Endesa o Sidenor. Falleció en 1977 y hasta 1963 fue alto cargo del régimen. Entre agosto y octubre de 1939, temporalmente, el Ministerio siguió operando desde Bilbao con un nuevo titular, Luis Alarcón, que adoptó como una de sus primeras decisiones el nombramiento de su hermano como mano derecha. Venía de ser el primer gobernador civil en Madrid después de la conquista, una durísima etapa de represión.

Cuando se instaló el Ministerio de Industria y Comercio, Bilbao ya iba por el segundo alcalde desde la llegada de los franquistas. El regidor que hizo las “gestiones” para la llegada de Suanzes fue José María de Careaga. El primer alcalde después de la ocupación de junio de 1937, José María de Areilza, fue precisamente alto cargo de Industria y Comercio -alargó su carrera política hasta la democracia reconvertido en moderado de UCD- y el propio De Careaga disfrutaría de una puerta giratoria en esa cartera después de salir del Ayuntamiento unos años después. El regidor explicó a la corporación en marzo de 1938 que tener un ministerio en la villa era el “más feliz resultado”. Se indicó entonces que las “fuerzas vivas” de la ciudad y de la provincia se iban a hacer cargo de los costes que iba a suponer acondicionar el palacio foral para su nuevo cometido ya que era una inversión que merecía la pena.

Suanzes dispuso en Bilbao de un equipo “120 funcionarios”, muy lejos de la plantilla normal del Ministerio en la época, de unas 800 personas. Cuarenta de ellos eran locales fichados y pagados por la Cámara de Comercio. El primer acto fue “una misa del Espíritu Santo en el salón del trono” de la Diputación, según recogió el periódico 'Pensamiento Alavés'. Participó “todo el personal”. Había allí una cruz decorada con los colores de la bandera española no oficial, roja, amarilla y roja, y “la españolísima silueta” de la virgen del Pilar. El ministro acudía al rezo todos los días antes de iniciar su jornada.

“Después de esta nota de religiosidad seria y madrugadora, otra doble característica del Ministerio que presentamos es la puntualidad del personal y su aislamiento del público. Suena un gran timbre en la secretaría y todo el mundo ocupa su puesto”, explicaba la crónica periodística, que indicaba que se había colgado un “reloj americano” para dar la hora. La Guardia Civil destinó un destacamento a proteger las instalaciones ministeriales. Irónicamente, le llamaron “el cinturón de hierro”, como se llamó poco antes a la infraestructura ideada para la defensa de Bilbao frente a la ocupación. Los agentes no eran “una decorativa escolta”. Como en Vitoria, donde se forzó a la población a colaborar con los ministerios de Educación y de Justicia bajo amenaza de un procesamiento por “rebelión”, en Bilbao se recordó a la ciudadanía que “no se molestase” en acercarse a las oficinas salvo por una causa justificada.

El Ministerio de Industria y Comercio operaba en turno de mañana y de tarde, con una pausa para comer. A las 13.00 horas sonaba el timbre y el personal bajaba al sótano, habilitado como cantina. El comedor estaba presidido por “un gran retrato del Caudillo”. Había “mesitas pequeñas con flores y unas ”muchachas de uniforme“ ofrecían un ”servicio correcto“. Estaba ”prohibido el convidar“ y se pagaba ”con tickets“ que recibían en la oficina. ¿Cómo se financiaban? ”Como no es necesario comer mucho ni digno comer gratis, los empleados pagan una de las tres pesetas que vale el cubierto de dos buenos platos y postre, vino tinto y pan, más un aceptable café por cuarenta céntimos de plus. El resto lo subvenciona la industria hotelera bilbaína“ porque ”un ministerio es una fuente de ingresos para muchos“.

“Todo el mundo se agrupa como quiere en las mesas idénticas ante idéntico menú. Y hay una alegría familiar en todas, empezando por la del ministro, que suele bajar tarde”, contaba la crónica. Los funcionarios, a la entrada de Suanzes, se levantaban, se cuadraban y realizaban el saludo fascista. Lo mismo cuando abandonaba la estancia. A las 14.00 horas volvía a sonarles el timbre a los funcionarios para que siguieran trabajando hasta las 18.00 horas. “Como el personal es insuficiente, el trabajo es agotador”, sentenciaba el 'Pensamiento Alavés'.

Durante los meses en que el Ministerio de Industria y Comercio estuvo en Bilbao quedó imbricado en el día a día de la ciudad. Los funcionarios entendieron que eran una casta privilegiada y solicitaron al Ayuntamiento una “exención del pago de los impuestos” y una “rebaja” en el coste de los suministros como el agua o la luz. Pero la ciudad dijo que no. “No es aconsejable que se concedan exenciones especiales de imposición a estos funcionarios”, valoró la corporación, según consta en un expediente que obra en poder del Archivo Municipal.

El Ayuntamiento, sumido en una profundísima crisis, les dijo que tenía una “necesidad” de “realizar todos los ingresos” para poder atender todos los “cuantiosos gastos” que tenía por delante. Y seguía: “El precedente que esto constituiría... Con análogo derecho podrían pretender exenciones otros funcionarios del Estado y aún locales, complicándose con ello la administración recta y normal de la economía municipal”. ¿Y mediar con las compañías para rebajar los suministros? “Hacerlo la corporación municipal parecería en cierta manera uso de los medios de coacción sobre las entidades interesadas”.

No fue éste el único punto de fricción entre el Ministerio de Industria y Comercio y Bilbao. Aunque de puertas para fuera se vendió como una gran operación para Bilbao y aunque Alarcón, al marcharse, escribió una carta de agradecimiento, todavía en los años posteriores el Ayuntamiento reclamó dinero al Gobierno central. En concreto, mantuvieron un litigio de meses porque Suanzes y Alarcón se marcharon sin pagar el coste del agua que habían consumido esas oficinas. Dejaron a deber casi 5.800 pesetas. En contraste, en la época un camión podía rondar las 21.000 pesetas.

El 21 de mayo de 1940 un alto funcionario hizo los números. Hasta 965 pesetas por mes de pufo. Cuando Bilbao envió los recibos por correo, el Gobierno respondió con contundencia. “No creemos que este Ministerio tenga que satisfacer los recibos que en dicha instancia se relacionan ya que el edificio de la Diputación nos fue cedido sin habérsenos hecho indicación alguna de que la cesión se hacía sin agua o que ésta era por nuestra cuenta. No se nos habló de contrato ni tuvimos conocimiento siquiera de las tarifas sobre este suministro”, alegaba el Ejecutivo, que recodaba el compromiso de que las “fuerzas vivas” de Bizkaia costearan la instalación, es decir, que la Cámara de Comercio, la Asociación de Navieros, la Cámara Minera y la asociación de Hostelería iban a poner dinero.

Las autoridades locales insistieron en cobrar ya que los argumentos de Industria y Comercia “carecían de consistencia”. Al principio, razonaban, sí habían pagado el agua durante cuatro meses. Pero Alarcón fue obstinado también en el 'no'. “La señorita Pilar, a quien estoy dictando estas líneas, que ya prestaba sus servicios en Bilbao, me manifiesta que el servicio de agua era pésimo y que el líquido elemento brillaba en general por su ausencia”, escribía un alto cargo ya desde Madrid, insistiendo en que las “fuerzas vivas” lo pagaban todo De Careaga, en última instancia, dio su brazo a torcer. “Tal compromiso verbal se dio para mayor facilidad de instalación en Bilbao por entender que, de este modo y a costa de pequeños dispendios, se beneficiaba grandemente Bilbao”, redactó en la última carta del cruce de correspondencia.

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