Homenajean en Bilbao a Carmen Castellote, una 'niña de Rusia' y la última poeta viva del exilio de la Guerra Civil
En junio de 1937 las tropas franquistas estaban a punto de tomar Bilbao. Y apenas dos meses antes habían bombardeado Gernika. Muchos padres, en un desesperado intento de ponerlos a salvo, enviaron a sus hijos a diferentes países, entre ellos a Rusia. Fueron miles, tenían entre 5 y 13 años. Lo que iban a ser solo unas semanas o meses, se transformó en 20 años de obligada y en ocasiones definitiva separación. 'Kilómetros de tiempo' es el título de uno de los poemas de la poeta Carmen Castellote (Bilbao, 1932), la última poeta viva del exilio republicano que fue una de esas 'niñas de Rusia'. El aquel poema, al igual que muchos de sus trabajos, recuerda el dolor que esos niños sintieron en el exilio, donde, como ella escribe, “la distancia no se mide en metros, sino en años”.
Castellote estudió Historia en Moscú. Tras contraer matrimonio con un socialista polaco en 1956, trasladó su residencia a Polonia. Le persiguió la guerra durante buena parte de su vida, primero en Euskadi, después en la Ucrania y en la Siberia soviéticas, donde sufrió la invasión nazi. Sin embargo, en 1958, se marchó junto a su marido y su hijo a México para reencontrarse con su padre, también exiliado durante la Guerra Civil y decidió quedarse allí. Es una de las últimas voces del exilio republicano. “Presume de dos patrias porque como dice ella, 'los pájaros se ven obligados a volar sin poder detenerse, las alas son ya su propia casa'”, ha reconocido Carmina Gustrán, historiadora y comisionada en el programa 'España 50 años en Libertad' que este lunes ha homenajeado a Castellote en el Museo Marítimo de su Bilbao natal.
A sus 93 años, la poeta no ha estado presente en el acto de forma física, pero sí que ha estado presente con un vídeo grabado en su casa de Ciudad de México en el que ha hablado del dolor de la guerra y del exilio. “No es vergüenza lo que se siente; es dolor, un dolor involuntario que ellos nos hicieron. La vergüenza es de ellos, de los que nos expulsaron de España, los que nos mataban, los que nos perseguían con bombardeos, con aviones...De ellos es la vergüenza, nuestra no, nuestro es el dolor. Cuando una hace poesía del dolor, la hace porque solo así puede sobrevivir. Yo me siento sobreviviente en todos los sentidos. Yo recuerdo los bombardeos, eran tan seguidos que ya hasta dormíamos con la ropa puesta. Y ese día recuerdo que nos estaba bañando mi mamá y nos llevó al refugio envueltos en una manta. Fue terrible. Recuerdo que me dijeron que no soltara la mano de mi hermano, pero todo pasó muy rápido. Pienso que a la mujer siempre le ha tocado más carga de sufrimiento. Ella sufre por ella y sufre por los otros. Todo de alguna manera, todo se sufre. El exilio es devorador. En el exilio no eres ni de aquí ni de allá, pero también he de decir que eres un poco de aquí y un poco de allá. A los españoles de ahora, a los que están en todo lo que es la memoria democrática, los amo. Siento que me rescataron, dieron resonancia a mi voz y han acogido con mucho cariño todo mi dolor y mi poesía. Tengo una gran gratitud a esta España”, ha señalado la poeta.
Castellote ha querido recordar a todos los niños y niñas que como ella se vieron obligados a abandonar sus hogares por la guerra. “Agradezco el honroso reconocimiento con inmensa emoción y en nombre de quienes, como yo, durmieron en el piso de la escuela de una aldea perdida en la inmensidad de Siberia, sin luz eléctrica, sin agua potable y con 45 grados bajo cero. Una historia dramática de unos menores que salieron de una guerra para sufrir las atrocidades de otra todavía más cruel. Hago patente mi lealtad a todos los que se entregan sin reserva a rescatar el patrimonio cultural del exilio. Labor más que encomiástica”, ha apuntado.
A los españoles de ahora, a los que están en todo lo que es la memoria democrática, los amo. Siento que me rescataron, dieron resonancia a mi voz
La poeta ha aprovechado la ocasión para leer el poema 'Los nombres', una de sus obras que forma parte del ciclo 'Cartas a mí misma'. “Nací en una región donde crecen globos y fantasmas, en una casa imaginada por mí, con balcones al césped y cuartos que iluminaba con mis manos. Tendida sobre una hierba cepillada por aves y con los ojos en el cielo, el otro mar, toqué comarcas donde los nombres dóciles se ataban a las cosas. Fueron las flores mis primeras preguntas. El columpio, ese viaje primario al espacio, el miedo jubiloso que me puso cara a cara con el mundo. Crecer fue tarea involuntaria. Espontánea fueron los sueños. Ajustaba el adulto en mis historias. Coleccionaba huesos de frutas. Tejía coronas con margaritas infantiles y era feliz. Invento ser cautiva en algún armario. Creía que la noche la construyeron los dioses para que yo soñara. En la honda oscuridad habitaban otros seres que me mostraban sus árboles más humanos que los nuestros, ríos donde los peces jugaban a ser sombras y unas ardillas que hablaban mi idioma. Un mundo encantado donde volar de cumbre en cumbre, era ejercicio hacedero”, ha narrado.
“Oriunda de la infancia, en las pausas de silencio escucho las niñas que brotaron dentro de mí como rumor de hojas de otros años, que se mueven con el roce del sol y del centeno. Lo distante es aliento de ahora, remuevo cosas y lugares. Lo crecido en mí lo pongo en un lugar distinto al que creció, pero jamás lo aparto. Soy alterando el tiempo. Lo que conmigo fue el juego a la cuerda, la tapia amasada con uvas verdes y ovalada, el arroyo que abre sus campanillas en mi alfombra, empujado por algún recuerdo y el tren llenando mis pequeños bolsillos con pasajeros y pláticas que nunca anduvieron conmigo. Amo las casas de madera con un abuelo dentro que suelta fantasmas en la tarde. Sus relatos crujen con la lumbre del hogar y es como si un forastero rompiera el bosque con sus botas. Amo a la gente sencilla, su forma de dar voz a las cosas. Y creo en los milagros, en los sueños que creía cuando, tendida sobre la hierba primera, esperé la llegada de un mago que me enseñara el arca donde oculta yacían todas las respuestas. En todo estuve con mi nombre, con él me ungí de ramas frescas, quietud de crepúsculos y veranos de lunas rotundas. Aunque cambie de casa, de fantasma, mi nombre siempre es el mismo”, ha concluido Castellote.
Pienso que a la mujer siempre le ha tocado más carga de sufrimiento. Ella sufre por ella y sufre por los otros
Gustrán ha querido recordar a las mujeres en el exilio que en su mayoría han sido relegadas a un segundo plano por culpa del patriarcado. “En la poesía de Carmen hay heridas históricas, alejadas kilómetros de tiempo, que se olvidan recordando. De ahí la reivindicación de su escritura como acto de resistencia colectiva contra el olvido, porque su obra permite recuperar imágenes y espacios de su pasado desde los que generar un nuevo lugar de enunciación no solo para ella, sino también para otras tantas mujeres y niñas que se vieron obligadas a dejar su país tras el golpe de Estado de 1936. Mujeres y niñas que en demasiadas ocasiones han quedado en un segundo plano, relegadas a ese exilio menor del que habla la Academia. Y es que si los escritores españoles forzados al exilio perdieron su patria, ellas, sufrieron una doble penalización por ser víctimas también del patriarcado. Esa indiferencia y desconsideración demasiadas veces ejercida sobre las mujeres”, ha detallado la historiadora.
En el acto, además de las palabras en honor a la poeta y del vídeo de ella misma relatando su historia, ha tenido lugar el espectáculo escénico sobre la trayectoria de la Castellote 'Kilómetros de tiempo', dirigido por el actor Carlos Olalla, que visiblemente emocionado ha recordado a “los niños de aquella guerra y de las de hoy, de la de Ucrania o del genocidio de Palestina”, ha recalcado entre lágrimas. 'Kilómetros de tiempo' es una obra que combina narraciones dramatizadas, música en directo y recursos audiovisuales para transmitir de forma sensible y accesible la trayectoria vital y literaria de la poeta.
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