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Ser médico en la Gipuzkoa de la Guerra Civil: “Los afines al régimen tenían abundancia, el resto hambre y miseria”

Un médico y enfermeras del Hospital militar Cruz Roja en Tolosa operando a herido

Maialen Ferreira

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En el año 1936 en Gipuzkoa hubo cerca de 400 profesionales ejerciendo la medicina, de los cuales 90 fueron sancionados por las autoridades franquistas. Es decir, uno de cada cuatro médicos fue represaliado durante el inicio del franquismo. A pesar de que ninguno fue fusilado, siete de ellos estuvieron condenados a penas de muerte y 22 tuvieron juicios sumarísimos por tener una militancia muy activa. El hecho de que fueran sancionados y destituidos hizo que en los pueblos de Gipuzkoa hubiera momentos de escasez de médicos, puesto que no había sanitarios suficientes que fueran afines al régimen para sustituirlos. Se trata de datos hasta ahora desconocidos y descubiertos por el doctor José Antonio Recondo gracias a la investigación que ha sacado a la luz el libro 'La sanidad en Gipuzkoa durante la Guerra Civil (1936-1939). Los médicos guipuzcoanos en el 36', escrito con la colaboración de la Sociedad de Ciencias Aranzadi.

“Donostia vivió un periodo de patriotismo y abundancia que solo pudo aprovecharse la población afín al régimen, mientras que los derrotados fueron perseguidos y sufrían hambre y miseria. Donostia era la capital de veraneo de Franco de España, estaban las embajadas y las sedes de las empresas y bancos importantes. Los años 38 y 39 fueron años de intensa vida social, abundancia y patriotismo para muchos. Sin embargo, el 50% de la población tuvo que huir y refugiados franquistas de otras partes de España ocuparon sus casas. Mientras la población afín al bando nacional disfrutaba de esa abundancia, otra parte de la población sufría detenciones y persecuciones”, explica a este periódico el autor de la investigación que revela en el libro que tan solo en Donostia hubo al menos siete hospitales franquistas: los hospitales San Antonio Abad y Cruz Roja, los hospitales militares Mola, Generalísimo, Nuestra Señora de las Mercedes, Nuestra Señora de los Dolores y el Hospital José Antonio [por Primo de Rivera].

Según ha descubierto Recondo, muchos médicos catalanes, madrileños y valencianos de ideología de derechas se refugiaron en la ciudad y fueron adscritos a los hospitales militares y clínicas privadas existentes elevando el nivel de la medicina practicada en la ciudad. “El libro aporta muchos datos inéditos y llena un vacío existente, ya que en los colegios de médicos de Gipuzkoa y Bizkaia no hay información alguna sobre los años de la preguerra, guerra y posguerra”, asegura.

El hecho de que los colegios de médicos no le facilitaran información para llevar a cabo su investigación, que ha durado tres años y medio, sumado a que en la República no hacía falta estar colegiado para ejercer la medicina, ha dificultado aún más su trabajo. “Si bien se dispone de una amplísima bibliografía sobre acontecimientos políticos y hechos de armas, así como estudios sobre la represión en general y sobre la depuración del colectivo de maestros en particular, apenas se ha publicado en temas relacionados con la sanidad en la guerra y la actuación de los médicos. Es más, en los colegios de médicos de Gipuzkoa y Bizkaia no se ha conservado información alguna, faltan incluso hasta las actas de las reuniones, correspondiente a los años de preguerra, guerra y posguerra”, señala.

Los años 38 y 39 fueron años de intensa vida social, abundancia y patriotismo para muchos, sin embargo, el 50% de la población tuvo que huir

A pesar de ello, Recondo ha dado con las familias de 30 de los 90 médicos represaliados durante el franquismo. “He descubierto el nombre y los apellidos de 90 médicos, aunque puede que hubiera alguno más. Con mucho esfuerzo he encontrado a 30 familias. Encontrarlos me ha producido verdadera pasión. He vivido sus alegrías, que han sido tremendas y era una necesidad que tenía dentro porque las familias de ningún bando hablaban de la guerra. Yo soy hijo de médico que vivió la guerra y las familias no teníamos ninguna información”, confiesa.

El padre de Recondo, el doctor Emiliano Eizaguirre entró a trabajar en 1933 en el Sanatorio Andazarrate, en Asteasu, que acababa de abrirse para atender a los tuberculosos de la provincia. Su compañero de especialidad y director del centro era el doctor Esteban San Emeterio Godin. Al estallar la guerra, el 18 de julio de 1936, San Emeterio, que se trataba de un socialista muy activo, abandonó el Sanatorio y se ofreció a la Junta de Defensa de Gipuzkoa del Frente Popular para organizar la sanidad, los hospitales y servicio de ambulancias en la capital. Lo mismo hizo el padre del autor de esta investigación, que más tarde se convertiría en una persona pionera en la lucha contra la tuberculosis en la provincia y de fama internacional. Ambos médicos fueron represaliados.

Encontrar a las familias de los médicos represaliados me ha producido verdadera pasión, he vivido sus alegrías

“Mi padre siguió trabajando en el hospital que cayó en poder de los requetés. Asumió la dirección del establecimiento. Los fines de semana bajaba a Tolosa para atender a los enfermos del pabellón de tuberculosos de la casa Misericordia y a los soldados heridos y enfermos del hospital habilitado militar Sanjurjo. Allí conoció a su mujer, mi madre, que trabajaba de enfermera voluntaria con los soldados, la mayoría requetés navarros. Mi padre me enseñó a ser transversal, a juzgar a las personas por sus virtudes y no por sus ideas. Yo nunca supe cuál era su ideología política”, asegura.

Nunca supo qué ideología política tuvo su padre hasta hace poco. “Durante los años 50 al 70, en el Café Frontón, un lugar neurálgico en la vida local, se reunían diariamente a tomar el café de sobremesa un grupo de personas con profesiones liberales, la mayoría médicos. El grupo recibió el apodo de 'La ONU', debido a que a pesar de sus diferentes ideologías se llevaban sumamente bien, algo no muy usual en aquella época. Pues bien, hace relativamente poco tiempo me tropecé con el camarero, en aquel entonces un mozalbete hijo del encargado del establecimiento, y me confesó que todos los años el día de la proclamación de Republica y a escondidas del resto del grupo, preparaba para mi aita y algunos otros una ensaladilla rusa con los colores de la bandera republicana. Así he sabido hace muy poco que mi padre tenía una orientación política republicana. La honradez, la apertura de miras que siempre he pretendido tener la aprendí de él”, cuenta el doctor.

Más allá de la información descubierta por Recondo, que para lograrla ha tenido que visitar diversos archivos militares en el Estado, el libro contiene 170 imágenes seleccionadas que provienen del Museo San Telmo, del Centro Documental de la Memoria Histórica, del Archivo fotográfico municipal de Irún, de la Fototeka Kutxa, del Archivo Histórico de Euskadi y de las colecciones privadas pertenecientes a Manuel Solórzano Sánchez, a las familias Barriola, Zuriarrain, Ayestaran, Mujika y Goñi. 

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