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La 'Red Álava', el grupo de espías vascos creado por mujeres durante la dictadura franquista

De izquierda a derecha, Tere Verdes, Delia Lauroba, Bittori Etxebarria e Itziar Mujika

Maialen Ferreira

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Bittori Etxeberria, Itziar Mujika, Delia Lauroba y Tere Verdes fueron cuatro mujeres que vivían en diferentes lugares de Euskadi y Navarra durante el franquismo. A la vista de los demás, eran mujeres de a pie, cada una con su oficio: Itziar era sombrerera en San Sebastián, Bittori empleada de una fonda en Baztan y Tere, hija de un librero en Bilbao. Pero las cuatro guardaban un secreto: fueron las precursoras de la 'Red Álava', una red de espionaje que entre 1937 y 1940 se dedicaba a trasladar información confidencial entre las cárceles y el Gobierno vasco, en aquella época en el exilio por la dictadura franquista. Estas mujeres, junto al grupo que formaron de entre 30 y 50 personas, se encargaban de dar comida y medicinas a los presos y, gracias a sus informaciones sobre el régimen de Franco, se lograron impedir detenciones e incluso ejecuciones.

“Desde el punto de vista de la historia de género y del papel de las mujeres en la historia, este es un buen ejemplo. Aquí hay unas mujeres que han sido nucleares, centrales, protagonistas y por una vocación y un trabajo político y cultural que venía de antes, de los años de la república, basándose en su conciencia y su ideología, lo llevan a unos papeles de un protagonismo en unas circunstancias totalmente inesperadas, como son las de una Guerra Civil española. Represión, voluntad de exterminio del disidente, y sin embargo ellas no se echan para atrás y juegan un papel primordial y relevante”, cuenta el historiador Josu Chueca, que trató el tema este jueves en su conferencia 'Red Álava. Paradigma para una historia de género' en la Fundación Sabino Arana de Bilbao.

Aprovechando su posición ideológica –la mayoría de ellas formaban parte de Emakume Abertzale Batza, la asociación femenina del PNV– y sus lazos con presos –contaban con hermanos en la cárcel o en el caso de Delia con su marido, que fue encarcelado y posteriormente fusilado–, eran las personas idóneas para el trabajo, que comenzaron en septiembre de 1937 tras la toma de Bizkaia por parte del bando sublevado y la rendición del Ejército vasco en Santoña (Cantabria).

La vigilancia sobre ellas en las visitas a las cárceles era menor, puesto que se hacían pasar por mujeres que visitaban a sus familiares. Eso les permitió cierta libertad de movimiento y facilitó crear la red y poner en contacto a todos los participantes de la misma, entre los que habría incluso funcionarios de juzgados. Su labor consistía en realizar actos solidarios para con los detenidos, pero también trasladaban en mensajes escondidos en cestas de comida información jurídico-militar y social de la España franquista, desde la cuestión de la frontera, instalaciones militares, búnkeres, posiciones del Ejército, movimientos, etc. al Gobierno vasco, que luego sería trasladada también al Ejército francés.

Gracias a los mensajes que enviaban las cuatro mujeres y el resto de los participantes de la red, el Ejecutivo del lehendakari Aguirre, en el exilio en París, fue consciente de la situación de los presos vascos, así como de las penas a las que se enfrentaban. Por su parte, desde el Gobierno vasco trasladaban mensajes de apoyo e incluso se realizaron gestiones para paralizar ejecuciones falsificando documentación.

La 'Red Álava' quebró en 1940 cuando el Ejército nazi irrumpió en París y la Gestapo entró en la sede del Gobierno vasco. Allí encontró la documentación sobre la red que el Ejecutivo vasco había ido recopilando y la trasladó al Gobierno de España. A pesar de que en los documentos figuraban nombres en clave, para aquel momento la Policía contaba con información suficiente como para identificar a las participantes de la red y proceder a detenerlas.

La primera en ser detenida fue Bittori, después las otras tres. Son llevadas a la cárcel de mujeres de Ventas, en Madrid. Junto con ellas se detuvo a 30 personas más, pero fueron procesadas 21, de las cuales un total de 19 fueron condenadas a muerte en un juicio celebrado en julio de 1941. Entre los nombres de los hombres detenidos y condenados figuraban el hermano de Bittori, Esteban Etxebarria, Francisco Lasa, Rafael Gómez Jauregi, Ignacio Barriola Luis Cánovas o Luis Álava. Finalmente, este último es el único que resulta ejecutado, y su apellido da nombre a la red por ser la única víctima mortal. Un recurso en el año 1942 libra al resto de los condenados de correr la misma suerte que Álava, que fue fusilado el 6 de mayo de 1943.

“Ignacio Barriola, que conocía bien el tema porque además de ser procesado, él también escribió un libro llamado '19 condenados a muerte' publicado en el año 78, decía: 'Don Luis se hizo cargo igual de más responsabilidades de las que él había tenido. Así como la mayor parte de los demás intentamos como fuera rebajar nuestras responsabilidades, don Luis se hizo cargo de más'. Fue por eso la víctima propiciatoria de los militares, que no podían dejar pasar que una red u organización que había funcionado pasando información al Gobierno vasco y al Gobierno francés de aspectos militares y políticos de la España franquista quedara sin una fuerte condena”, ha explicado Chueca.

Bittori, Itziar, Delia y Tere, cuando están en la cárcel, pueden vivir en sus propias carnes lo que ellas habían creado. Mujeres pertenecientes a la red llegaban a la cárcel de Ventas a llevarles comida, medicinas o ropa y así pudieron trasladar mensajes a sus allegados, como una carta que firmaron todas menos Delia –con quien los jueces fueron más benévolos al ser viuda de un fusilado y para entonces ya la habían mandado a una cárcel más cercana a su casa, la cárcel de Ondarreta, en San Sebastián– dirigida a Luis Álava, cuando se enteraron de su condena de muerte. La carta decía lo siguiente: “Queridísimo don Luis, después de dudar un rato, hemos decidido escribir estas líneas para que en estos momentos de verdadera prueba no le falte nuestro aliento y decirle que nuestros pensamientos y nuestro corazón no le abandonen un instante, pues desde que supimos la terrible noticia que tenemos, nos cuesta tanto pensar que pueda realizarse. Don Luis, con el alma entera decimos la pena inmensa que nos da que vaya usted solo, pues hemos soñado muchas veces poder repetir aquellas palabras de Azkarate cuando le llevaban para dentro, a fusilar. Doy gracias a Dios que todos nuestros trabajos han sido animados por el ejemplo de tantos hermanos nuestros. Dios le ha designado para seguir el mismo camino que ellos, él le premiará generosamente. Si nos permite velaremos toda la noche, pues ya que no podemos estar junto a usted le acompañaremos en el espíritu. En la gloria que le espera no nos olvide. Reciba con estas frías líneas que nunca podrán expresar lo que en estos momentos sentimos. Un fuerte abrazo y cariño de Mari Tere, Itziar y Bittori”.

Finalmente, salen en libertad entre 1945 y 1946, con la obligación de no poder volver al País Vasco hasta el año 1947. Lo mismo ocurrió con los hombres encarcelados, que no pudieron regresar a su tierra hasta el 47, cuando todos los integrantes de la 'Red Álava' regresaron a Euskadi y Navarra. Según el seguimiento realizado por el historiador Josu Chueca, Tere falleció en el año 1955, y las otras tres precursoras de la red de espionaje vivieron hasta la Transición.

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