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El viaje de Dennis tras los 18: de migrar y la explotación laboral a tener un trabajo digno y formar una familia en Euskadi

Dennis Ukofame, joven nigeriano en Bilbao que ha participado en el programa Hemen de Zehar Errefuxatuekin

Maialen Ferreira

Bilbao —

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Cuando le preguntan a Dennis Ukofame por su historia, no sabe cuál de todas contar, porque a sus tan solo 25 años, ha vivido muchas vidas en una sola. Salió de su Nigeria natal con 16 y tras un año de viaje, logró llegar a Bilbao. Primero, fue trasladado a un centro de menores, pero como muchos de los jóvenes que pasan por ese tipo de centros, a Dennis también le llegaron los temidos 18 y, con ellos, la incertidumbre de no saber qué va a pasar con él. Poco después, acabó en la calle. “De un día a otro me quedé sin nada. Salí del centro de menores y, como no tenía dónde dormir, estuve un tiempo en la calle. Sin permiso de trabajo ninguna empresa me contrataba”, lamenta el joven, que reconoce que para conseguir algo de dinero cantaba en la calle. “Siempre me ha gustado la música y escribir canciones. Y a la gente también le gusta lo que canto, se paran a hablar conmigo y me ayudan”, explica a este periódico.

Logró una oportunidad en el programa Hemen de Zehar Errefuxatuekin que trabaja por la inclusión de jóvenes migrantes no acompañados que, tras salir del Servicio de Infancia no pueden acceder al resto de recursos de la Diputación Foral de Bizkaia, lo que les impide desarrollar su autonomía, y una vida adulta plena y digna en la que puedan valerse sin la tutela de las administraciones públicas. “Me han ayudado con el proceso. Salí del centro de menores y esperé seis meses para entrar al programa Hemen. Me llamaron y me llevaron a un piso compartido en Santurtzi. Ahí vivimos cinco chicos”, recuerda Dennis.

Una de las condiciones para mantenerse dentro del programa, que les ayuda con los trámites para conseguir su documentación, encontrar una casa y un trabajo, es que los jóvenes hayan salido hace menos de un año del centro de menores, que no tengan documentación y que estudien. En el caso de Dennis, escogió un grado en electricidad, ya que previamente tuvo que dejar los estudios por su situación. “Dejé los estudios porque no me podía concentrar. Mientras las profesoras hablaban yo no paraba de pensar en dónde podría dormir esa noche o dónde haré las prácticas si ninguna empresa quiere contratarme”, explica.

En aquella época, cuando aun no tenía un permiso laboral, fue contratado en una fábrica de pan en Basauri. Mientras trabajaba, se cortó en el brazo con una de las máquinas y tuvo que ser trasladado al hospital. Antes de llegar, el jefe de la fábrica le hizo prometer que no iba a contar cómo se había hecho la herida, ya que lo tenía sin contrato. “Él me dijo que me iba a pagar el tiempo que necesitara estar sin trabajar y le creí. No me dio mi dinero y me quedé sin trabajo”, lamenta. Poco después de aquello la empresa tuvo que cerrar, presuntamente tras otro accidente, esta vez más grave, a otro de los migrantes que tenían trabajando de manera irregular.

Dennis también ha trabajado en otras empresas en condiciones complicadas, pero no quiere hablar de eso, prefiere enfocarse en el presente. A día de hoy trabaja en una empresa de placas solares y tiene un contrato laboral, horario y condiciones dignas. “Estoy muy contento y mientras dure lo voy a aprovechar. Yo lo que quiero es trabajar para cuidarme a mí, pero también a mi familia”, detalla el joven, que es padre de una pequeña de seis meses nacida en Bilbao. “Mi hija y su madre son lo más importante. Trabajo duro para que no les falte nada, para que nunca estén como yo he estado”, concluye Dennis con la primera sonrisa de toda la entrevista.

El programa Hemen nació hace 16 años y en este tiempo ha ayudado a encontrar una oportunidad a 2.578 jóvenes, todos ellos, hombres. Las mujeres que llegan son derivadas a otros programas de la Diputación de Bizkaia. Solo en 2022, ayudaron 245 personas. David Pinilla Muñoz es uno de los educadores sociales que trabajan en Hemen y ha seguido de cerca la historia de Dennis. “Nosotros nos encargamos de los jóvenes que necesitan un mayor acompañamiento en ese proceso de aprendizaje para la edad adulta. El programa es desde los 18 hasta los 23 años. Es un proceso largo”, explica Pinilla.

“Primero les ayudamos con los aspectos jurídicos y las peticiones de documentación. Después, con la residencia. Contamos con unos pisos tutelados y albergues en los que pueden estar hasta que cobren las ayudas sociales. Una vez que tienen alguna ayuda, ya sea el Ingreso Mínimo Vital, la RGI o la ayuda del Servicio de Inclusión, tienen que abandonar el recurso residencial y pagarse su propia habitación. Por último, está el proceso formativo. Insistimos en que hagan al menos la formación básica”, sostiene.

Según el educador social, para los jóvenes, acceder a programas como Hemen “supone ser una parte fundamental de la red social que no serían si no fuera por este tipo de ayudas”. “Hemen surge porque cuando salían del centro de menores acababan en la calle. Para ellos es una prolongación del centro de menores, pero con una mayor autonomía. Lo que nos suelen decir es que se sienten escuchados. La intervención que se hace es desde el afecto. Yo no entiendo ninguna intervención educativa que no sea desde un vínculo”, concluye Pinilla, uno de los seis trabajadores que hacen posible el programa que da una oportunidad a los menores no acompañados cuando superan la barrera de los 18.

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