Cáceres rinde tributo a la coleccionista y galerista Helga de Alvear, la mujer que completó la ciudad
El Museo Helga de Alvear abrió este fin de semana sus puertas al recuerdo y a la celebración. El homenaje a la coleccionista alemana, fallecida el pasado mes de febrero en Madrid a los 88 años, reunió a familiares, amistades, artistas, instituciones y público en general en un programa que combinó emoción, arte y música.
El tributo comenzó el sábado con la inauguración del capítulo 'Nuevas islas para Helga: El sentido de la abstracción', dentro del proyecto curatorial '¿Puede el archipiélago entrar en el museo?' La apertura de nuevas salas ofreció un recorrido por obras nunca expuestas hasta ahora, entre ellas piezas de Georg Baselitz, Ángela de la Cruz, Gerhard Richter, Agnes Martin e Ignasi Aballí. La selección, profundamente marcada por el color y la abstracción, refleja al límite la pasión de Helga de Alvear por ese territorio artístico y su compromiso con colecciones que dialogan con el presente.
“No existe mejor forma de honrar su memoria que recorrer estas salas y redescubrir su amor por el arte en las piezas que ella misma reunió”, afirmó la directora del museo, Sandra Guimarães, en la apertura.
La tarde continuó en los jardines del museo con el concierto 'Hommage an Helga', a cargo del pianista Juan Carlos Garvayo. El momento más emotivo fue el estreno absoluto de 'A otra cosa' (2025), pieza compuesta por María de Alvear en memoria de su madre: “He tenido la suerte de tener una madre titánica”, señalaba la compositora, visiblemente emocionada.
A última hora, el grupo Anaut cerró la velada con un concierto de jazz titulado 'Para Helga'. El domingo, bajo el título 'Tributo chiquinino', jóvenes del Conservatorio Oficial de Música Hermanos Berzosa y de FEMAE llenarán de música distintos espacios del museo, recordando que el legado de Helga trasciende generaciones.
Una vida dedicada al arte
Helga Müller Schätzel nació en 1936 en Kirn, Renania-Palatinado (Alemania). Desde niña mostró interés por las formas y colores, cuando recogía piedras junto al río Nahe. Estudió en Salem, Lausana y Ginebra, y en 1957 llegó a España para aprender español. Un año después conoció al arquitecto Jaime de Alvear, con quien se casó en 1959 y con quien fijó su vida definitivamente en Madrid.
En 1967 conoció a la galerista Juana Mordó, una figura decisiva en su acercamiento al arte contemporáneo español. Tras la muerte de Mordó en 1984, Helga de Alvear consolidó su trayectoria como galerista y, en 1995, abrió su propia galería en Madrid, donde expuso a artistas nacionales e internacionales de vanguardia.
Su relación con Cáceres nació en los años noventa, de la mano de Jose y Toño de Atrio, y cristalizó en la creación de la Fundación Helga de Alvear en 2006. Cuatro años más tarde se inauguró el Centro de Artes Visuales, y en 2021 el museo amplió su edificio hasta convertirse en uno de los referentes europeos del arte contemporáneo, con más de 3.000 obras en su colección. En el propio homenaje los cocineros aseguraron que ella les enseñó a mirar.
A lo largo de su carrera recibió numerosos reconocimientos, entre ellos la Medalla de Extremadura (2007), la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes (2008) y la Medalla de Cáceres.
El recuerdo en Cáceres
El impacto de Helga de Alvear en la ciudad fue recordado también por voces institucionales. Rafa Mateos, el alcalde, aseguró que la coleccionista entendía el acceso a la cultura como un elemento transformador de la sociedad.
Luis Salaya, regidor en el momento de la inauguración del museo, alla por 2021, evocó en su momento las dificultades y la tenacidad necesarias para que el museo fuera una realidad: “No siempre estuvimos tan de moda, y hubo un tiempo en que este proyecto parecía lejano. Una parte de la sociedad lo veía como una promesa que nunca llegaría. Pero hubo un grupo de personas que empujaron con fuerza, y Helga estuvo en el centro de ese impulso. Hoy podemos decir que el museo ha cambiado la ciudad”.
Esa reflexión, dicha en su momento, cobra ahora pleno sentido: el museo ha cumplido la promesa, ha conquistado espacios, ha emocionado y ha tejido una red de públicos que Helga siempre imaginó, como ya adelantó Salaya.
Y este espíritu acompañó el homenaje de este fin de semana en la ciudad cacereña, convertido en una celebración de la vida y del legado de quien soñó con transformar las vidas a través del arte.
Queremos tanto a Helga
El escritor argentino Julio Cortázar escribió un cuento titulado 'Queremos tanto a Glenda', donde la devoción de los admiradores por una actriz llega a ser desbordante. En Cáceres, tras el homenaje de este fin de semana, podría decirse sin rubor: 'Queremos tanto a Helga'. Pero, a diferencia del relato de Cortázar, aquí no hay obsesión ni destrucción, sino gratitud y construcción.
El cariño hacia Helga de Alvear no nace de la idealización, sino de su legado palpable: un museo abierto a la ciudadanía, una colección que invita a mirar el mundo desde la abstracción, un gesto de generosidad que ha marcado para siempre a la ciudad. Si Cortázar retrataba el riesgo del amor desmesurado, Cáceres demuestra que querer tanto a Helga es también una manera de querer tanto al arte y de querer tanto a la propia ciudad.
Al caer la tarde, cuando los últimos rayos tiñeron de dorado los muros del museo y los visitantes aún recorrían las nuevas salas habilitadas, quedaba claro que el homenaje había sido más que un acto: fue un rito de gratitud. Helga de Alvear, con su generosidad, su impulso incansable, su amor por lo inesperado, por lo audaz, transformó no sólo objetos, obras, espacios, sino también vidas: de artistas, de quienes descubren su colección, de la gente de Cáceres y de toda Extremadura.
Las salas del Museo Helga de Alvear se llenaron de voces y miradas diversas: niñas y niños que descubrían el arte como algo enigmático aún, especialistas que lo analizaban con rigor, adultos que lo contemplaban con calma y hasta paseantes que, “de casualidad”, se dejaron atrapar por la fuerza de las obras. Esa mezcla, ese cruce de caminos, no era un simple azar: era la expresión más clara de una de las convicciones vitales de Helga de Alvear, la de que la cultura no tiene puertas, que debe pertenecer a todas y a todos. Hoy, en el homenaje que Cáceres le rinde, late esa certeza: que el arte es un lugar común donde nadie sobra. Y a Helga, la ciudad le dice gracias.
Hoy hablamos en pasado porque ella ya no está, ni José María Viñuela, el hombre donde siempre se apoyó profesional y físicamente, pero su obra, sus obras, sus sueños siguen vibrando aquí. En cada pincelada, en cada forma abstracta, en cada sala nueva, su presencia late. Y ese latido nos quedará por mucho tiempo. Ojalá que para siempre. Y es que: “Queremos tanto a Helga”.
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