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Extremadura protegerá como bien cultural la caza de perdiz con reclamo: ya lo hizo con las monterías, las rehalas y la cetrería

Perdiz utilizada para la caza por reclamo

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Extremadura sigue los pasos de Andalucía. La Consejería extremeña de Cultura, Turismo, Jóvenes y Deportes ha incoado expediente de declaración de Bien de Interés Cultural (BIC) a favor de la caza de perdiz con reclamo en la comunidad, con carácter de patrimonio cultural inmaterial.

El Diario Oficial de Extremadura (DOE) ha publicado una resolución por la que se inicia el proceso administrativo para el reconocimiento y protección de este elemento del patrimonio cultural extremeño y se abre el trámite de información pública por periodo de un mes. Dicha resolución señala que la incoación del expediente para la declaración de la caza de perdiz con reclamo en Extremadura como BIC se fundamenta “en su profundo arraigo histórico y social”.

De esta forma, esta práctica cinegética se unirá a otras que en los últomos años también han conseguido protección y reconocimiento como bien cultural por parte de la Junta de Extremadura: como la cetrería, que obtuvo la declaración en abril de 2023 y es atrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la Unesco; y las monterías y rehalas, protegidas como BIC desde 2022 por su “carácter histórico” en la comunidad y su “gran alcance económico”, defendió el Gobierno regional.

Una “tradición”

La caza de perdiz con reclamo consiste en utilizar un ejemplar macho de perdiz roja adiestrado y enjaulado, que es el reclamo, para atraer a machos de perdiz silvestre que acuden a defender su territorio durante la época de celo (entre enero y marzo).

La Junta ha defendido que esta práctica cinegética, con orígenes remotos y aludida en las primeras normativas de caza en España, “trasciende la mera actividad recreativa para convertirse en una tradición dinámica con alta representatividad social, especialmente en los acotados locales autogestionados por las sociedades de cazadores”.

De igual forma, ha destacado que posee una “fuerte dimensión simbólico-identitaria”, vinculando a los cazadores (“cuquilleros”) con el territorio y los ciclos anuales de la naturaleza. “Los saberes y la liturgia de la práctica se transmiten de forma intergeneracional (principalmente por oralidad y observación empírica) dentro del ámbito familiar y se consolidan en el colectivo, reforzando una cosmovisión y un sentido de pertenencia únicos en Extremadura, lo que garantiza la continuidad del acervo cultural”, ha añadido.

También ha subrayado que la modalidad ostenta un “excepcional” valor biocultural y etnológico por la compleja relación que establece entre el cazador y el ave (el reclamo). Y ha destacado que esta práctica implica una “producción artesanal propia”, donde la pieza central es la jaula de reclamo (metálica o de madera) y las arquitecturas de domesticación (terreros) y de caza (puestos o reposteros, algunos históricos, de piedra seca).

Por último, ha hecho hincapié en que esta práctica “ha generado además un rico léxico cinegético especializado, clave para la transmisión de conocimientos y la autoidentificación del colectivo”. 

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