¿Refugiarse en el pueblo... o no?
Tan incierta como la manera en que evolucionará la pandemia son los sentimientos de los madrileños que se plantean si refugiarse en el pueblo o quedarse en la capital. Unos no lo dudan y hacen las maletas, otros se lo piensan por responsabilidad o ante el temor de quedarse bloqueados.
Con el cierre de escuelas y centros de mayores los pueblos suponen para familias y abuelos una opción de escape y para los universitarios la vía de volver a casa, pero hay pensamientos encontrados a la hora de tomar la decisión.
Menos psicosis, un aire más “limpio” o más espacio en la casa son las razones que esgrimen los que se plantean hacerlo o lo han hecho ya, frente a otros motivos como no ayudar a propagar la enfermedad y el miedo a no poder volver a Madrid si cierran carreteras.
“Descongestionar Madrid” es la razón que han empujado a María, de 80 años, a irse con su marido, de 85, a una casa de campo en Extremadura. “Y porque mis hijos me han dicho que los que estemos de paseo dejemos camas libres y no propaguemos el contagio”, explica ya desde la campiña.
Tiene 6 hijos y en su familia, cuenta, hay de todo: una que viene de Italia y está en cuarentena voluntaria en Madrid, otros encerrados en su casa de la capital con niños pequeños y también los que se han ido al un pueblo de Ciudad Real para contener a sus hijos adolescentes.
“Hay que tener responsabilidad, calma y, los que no estemos haciendo nada importante, irnos a otro sitio. Eso sí, para estar en tu casa también encerrado”, resume.
La alarma social que empuja a unos fuerza a otros a irse por imperativo familiar. Los colegios mayores madrileños, donde residen 6.800 alumnos, siguen abiertos, pero la preocupación de los padres está pesando en los universitarios y muchos optan por irse, a pesar de las advertencias de Sanidad de no viajar.
Estudiantes que se vienen
“Lo de volverme es por presión familiar”, confiesa a Alfonso, estudiante de 24 años de un máster en la Escuela Diplomática y oriundo de Badajoz.
Los suyos le dicen que allí estará más seguro y él cree que se quita “de problemas de que se esté cerrando todo”, pero en realidad le da igual quedarse. “Tengo provisiones y no soy alarmista”, resume.
Otros han decidido en grupo quedarse, pero no por la psicosis, sino por responsabilidad. Son los de Jóvenes de Castilla y León en Madrid, una asociación cuyos miembros han decidido no viajar a sus lugares de origen en las próximas semanas.
“Muchos somos de pueblos pequeños de hasta menos de diez habitantes y con una población muy envejecida, por lo que llevar allí el virus sería dramático, también por la situación de la sanidad rural”, asegura María José Pérez, parte de esta agrupación que desde hace meses organiza actividades en la capital en torno a los problemas y necesidades de la denominada 'España vaciada'.
Sí piensa irse Pablo, el compañero de piso de Alfonso que cursa Arquitectura en la Politécnica y que lo sopesa, “no por miedo a nada”, sino porque le da “pereza” quedarse en Madrid con “la gente paranoica en los supermercados” y todo cerrado.
“Me iré la semana que viene, el lunes o así” a Badajoz, explica tranquilo al teléfono, porque opina que la epidemia del coronavirus “no es para tanto”.
A la sierra
Alberto y Belén, con dos hijas de 11 y 12 años, son de las familias que ya han decidido irse. Se han ido a su segunda residencia en la sierra madrileña, más grande que la del centro de la ciudad, y desde allí teletrabajan los dos, ingenieros informáticos de profesión.
“Vamos a estar menos agobiados los cuatro juntos todo el tiempo y, como tenemos internet, nosotros podemos trabajar sin problemas y las niñas hacer deberes o tareas que les manden”, explica Alberto, y aclara que lo que realmente les impulsó a irse es evitar contagiar a sus padres y suegros, que viven también en el centro y con quienes el contacto se planteaba inevitable.
Otro motivo fue huir de la hipocondria de la gran ciudad, pero se la han encontrado en las montañas. “Pensábamos que la histeria en los supermercados iba a ser solo en Madrid capital, pero también vimos un súper arrasado en el pueblo”, afirma Alberto, para quien “una cosa buena de esta epidemia es que algunos jefes se darán cuenta de que no hace falta estar calentando la silla”.
Pero otras familias dudan y ahora ya no lo ven tan claro. Como Mar, periodista de 43 años con dos mellizos de 3 y otra hija de 4. “Era nuestra idea pero al final no lo hemos hecho porque me da miedo que cierren las carreteras, en el último momento me asusté”, confiesa al teléfono desde casa con griterío infantil de fondo.
Iban a mandar a sus hijos con los abuelos a su pueblo de Guadalajara, pero la mayor empezó a tener algo de fiebre y no quieren correr riesgos de contagio o de que se encontrara allí sin poder volver.
Los pueblos también se perfilan un posible refugio para los mayores, los más vulnerables. Como los padres de Mar, que valoraban irse a una casa en Castellón y ahora no lo tienen claro: “Hemos pensado esperar por si cierran Madrid, que no les pille en Oropesa, nos da más seguridad tenerlos aquí para cualquier cosa”.
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