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El conselleiro de Sanidade gallego da por hecho un repunte de la COVID en España tras las celebraciones del fin de semana

El conselleiro de Sanidade, Julio García Comesaña, en una rueda de prensa.

elDiario.es Galicia

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El conselleiro de Sanidade, Julio García Comesaña, se ha unido a las críticas de responsables políticos al comportamiento de algunos ciudadanos que salieron a celebrar el fin del toque de queda el pasado sábado. Ha considerado “lamentables y preocupantes” las aglomeraciones registradas en diferentes puntos de España, aunque no en Galicia, y ha dado por hecho que el aumento de la movilidad y de las interacciones sociales va a llevar a un repunte de los casos de COVID-19 en los próximos días.

Comesaña cree que “va a ser difícil” que no haya un crecimiento de los contagios, aunque “nadie quiere que eso se produzca”. Se vio, ha argumentado, tanto tras las celebraciones navideñas como después de la Semana Santa. En un desayuno organizado por la agencia de noticias Europa Press, ha recordado que la pandemia “no ha acabado”. Sigue centrando los esfuerzos de los profesionales sanitarios y “condicionando” los planes a medio y largo plazo.

El responsable de la sanidad pública gallega ha admitido que en la comunidad el fin del estado de alarma no dejó “demasiadas celebraciones”, a diferencia de lo visto en otras zonas de España. La policía informó el domingo de que intervino en varias ciudades gallegas para evitar algunos botellones. En A Coruña, la policía local indicó de se interpusieron denuncias contra cuatro personas en la noche del sábado al domingo: dos por estar con no convivientes en las horas en las que la Xunta prohíbe este tipo de encuentros -entre la una y las seis de la mañana-, una por no llevar mascarilla y otra por participar en un botellón.

En Santiago los agentes desmantelaron tres fiestas ilegales en pisos y acudieron a la zona de Monte de Deus para impedir que se concentrase gente para beber esa noche. El estado de alarma terminó en la capital gallega en un ambiente de tranquilidad. Muchos bares y restaurantes bajaron la persiana incluso antes de la hora límite. Las calles de la zona vieja en las que se instalan terrazas y que suelen concentrar el bullicio cualquier fin de semana estaban casi vacías pasada la medianoche. Un paseo permitía comprobar que las puertas de los establecimientos estaban cerradas y apenas había uno o dos grupos de más de seis personas -el máximo permitido para reuniones de no convivientes al aire libre-. Solo en una pequeña plaza en torno a una docena de jóvenes bebían de botellas de refresco de los litros. El ambiente de tranquilidad era similar en la zona nueva, en la que apenas circulaban coches y buena parte de los que pasaban eran policiales.

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