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Opinión - El oasis habita hoy en Euskadi. Por Esther Palomera

Álex Vázquez

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El sector turístico en Galicia tenía bastante miedo a afrontar el verano después de más de dos meses de confinamiento. Ahora, casi en el ecuador del periodo estival, el sector hace una primera valoración de cómo se está desarrollando el turismo después de la primera oleada de la pandemia y ante el temor por el aumento de los rebrotes, que incrementan día a día el número de casos activos por coronavirus en la comunidad. Destinos tranquilos, la sensación de seguridad y el cumplimiento de las medidas de distanciamiento e higiene son los principales requisitos para los clientes este año, que tienden a proceder de comunidades más próximas que antes.

Las cifras provisionales de julio que maneja el Clúster de Turismo de Galicia sitúan a los establecimientos de la comunidad en torno al 50% de ocupación, una cifra que varía ligeramente según la provincia. Al presidente del colectivo, Cesáreo Pardal, le gustaría que la facturación fuera mayor, aunque reconoce que la evolución “es positiva” teniendo en cuenta las circunstancias sanitarias de los meses precedentes. En la nueva normalidad, explica, sigue sin variar el destino preferido de los visitantes: la costa.

Con el inicio del verano y semanas después del fin a las limitaciones de movilidad en la comunidad, el turismo en provincias como la de Pontevedra se fue incrementando paulatinamente, casi “al ralentí”, según el presidente de Federación Provincial de Empresarios de Hostelería, César Ballesteros. Las cifras de ocupación en las Rías Baixas finalizaron el mes de julio en torno a la mitad de su aforo total, si bien, aclara Ballesteros, “el inicio fue muy suave y se superaba por poco el 10%”. El perfil del cliente, que en años pasados tendía a proceder de otros países, este verano se caracteriza por proceder del Estado, “sobre todo de Valladolid, Salamanca o Asturias, además de nuestra propia comunidad”, y con una afluencia bastante alta de turistas portugueses.

Los hosteleros reconocen que los datos están siendo “ligeramente mejores de lo que se podía esperar en la situación”, en palabras de César Ballesteros, que no oculta la preocupación del sector por los rebrotes que se extienden por Galicia y en el resto del país y que podrían provocar un retroceso en la actividad turística. “Casos como el del brote en el gimnasio de Meicende o el de los jugadores del Fuenlabrada perjudican gravemente al sector. La gente se alarma durante unos días y llega a cancelar sus reservas y planes de viaje”, indica.

Un destino seguro

Contra eso, explican tanto desde el Clúster de Turismo como desde las asociaciones de hosteleros, cobra especial importancia la consideración de Galicia “como un destino seguro al que viajar”. La Xunta de Galicia obliga a aquellos visitantes llegados de zonas de alta incidencia de COVID a que comuniquen sus datos al Servizo Galego de Saúde (Sergas). César Ballesteros explica que en un primero momento esta medida causó confusión entre los turistas que ya estaban en Galicia o que tenían planeado viajar próximamente. Sin embargo, el procedimiento “se fue sistematizando con el paso de los días” y los clientes “cumplen con mucha naturalidad con todas las normas”.

El auge de destinos como la Ribeira Sacra, que este verano está registrando cifras de ocupación que superan el 60%, se justifica precisamente por esa búsqueda de “zonas tranquilas, en las que puedes disfrutar con tu núcleo familiar sin tropezar con otros visitantes”, como asegura el presidente del Clúster. Pardal apunta que lo que antes eran debilidades, “como un mayor aislamiento geográfico respecto a otros lugares”, en tiempos post-COVID se convierten en fortalezas para los turistas. “Sigue habiendo hueco para reservar una casa rural en la Ribeira Sacra, pero ya cuesta más poder hacerlo durante varios días seguidos porque la demanda se ha incrementado bastante respecto a otros años”, afirma.

Mientras tanto, otro de los puntales del turismo en Galicia, el Camino de Santiago, sigue la tendencia ascendente de afluencia del resto de la comunidad. Después de que el 1 de julio se reabrieran oficialmente todas las rutas y parte de los albergues públicos, el flujo de peregrinos se incrementa con el paso de las semanas y no ha trascendido ningún rebrote relacionado con los trayectos. Con la vista puesta en el año Xacobeo 2021, los objetivos de las instituciones que vertebran el Camino se orientan a mantener el ritmo de crecimiento. La intención, dice Miguel Pérez Cabezas, de la Asociación de Municipios del Camino de Santiago, es que a principios del año que viene se igualen los registros anteriores a la pandemia.

Según los datos de la institución, actualmente los albergues públicos mantienen en torno al 35% de ocupación y en ningún establecimiento se supera la mitad del aforo. Muchos alojamientos continúan cerrados, a la espera de que se incremente el tránsito por las rutas. La Oficina del Peregrino de Santiago reparte de media unas 500 compostelas al día, cuando el año pasado por estas fechas se rondaban las 2.000. Pérez Cabezas estima que en agosto, “si la situación sanitaria se puede mantener controlada”, los registros serán bastante mejores, aunque reconoce que lo principal es que el sector llegue al Xacobeo 2021 “en las mejores condiciones posibles”.

La economía de Galicia, y en especial la de su capital, Santiago de Compostela, depende en buena medida del turismo del Camino. Las rutas xacobeas suponen entre el 17 y el 20% del PIB de la ciudad. El teniente de alcalde del ayuntamiento de Santiago y responsable del área de Turismo, Gumersindo Guinarte, declaraba a elDiario.es a finales de mayo que la crisis derivada del coronavirus supuso “un golpe muy fuerte” para la capital gallega. Ponía sus esperanzas en recuperar parte del tránsito del Camino en la temporada de verano. De momento, al igual que el turismo costero y las casas rurales, los peregrinos tendrán todavía trayecto por delante para alcanzar unas cifras totalmente satisfactorias para el sector.

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