La música como puerta a un mundo diverso: el Festival Maré recorre sonidos contemporáneos de Galicia a Palestina
Felisa Segade, una leyenda de la recuperación del canto tradicional gallego, lo abrirá este miércoles 24 de septiembre. Lo cerrará, cuatro días más tarde, Sol Band, un grupo de folk formado en Gaza y cuyos miembros son refugiados de guerra. En el medio, músicos llegados de medio planeta ocuparán plazas, teatros, salas o centros sociales de Santiago de Compostela en la sexta edición del Festival Maré. La música como puerta de acceso a la diversidad de un mundo convulso, avisa su director Vítor Belho. “Entendemos este encuentro como instrumental”, explica a elDiario.es, “no es un fin en sí mismo, sino que busca la reflexión, fomentar el espíritu crítico y la interpretación de la realidad desde la diversidad cultural”. Maré atiende fundamentalmente a los desarrollos modernos y a veces vanguardistas del folclore de casi cualquier lugar.
El primer disco de Leilía, publicado en 1994, es aún hoy una de las piedras de toque de cualquier pandereteira. Segade fue una de las impulsoras de un grupo que, en cinco discos, convirtió pandereta y voz en elementos fundamentales de las músicas gallegas de raíz. El de este 24 de septiembre será su primer concierto en solitario. “Es una de las personas que con mayor intensidad se dedicó a investigar nuestra tradición”, la define Belho. La cantareira formó parte de las incursiones que, en los años 80, descubrieron un tesoro aletargado en la memoria de las mujeres gallegas y lo sacaron a la luz. La Real Academia Galega dedicó este 2025 a celebrar ese legado y la actuación de Segade es la manera en que Maré, asegura Belho, se suma a los festejos.
No será la única propuesta gallega, ni mucho menos. Davide Salvado, pionero de lo que algunos denominan neotradi, presentará su cuarto disco, mientras el zanfonista Germán Diaz y el oboísta Benxamín Otero -también practica el corno inglés- se unirán a la voz de la india Vidyah Shah. Carabela, A Pedreira o el histórico Quico Comesaña -uno de los fundadores de Berrogüetto- pasarán también por los escenarios de Maré. “Ahora mismo en Galicia existe una gran cantidad de proyectos que beben en nuestras músicas de raíz pero a la vez en el tejido del presente”, considera Belho, “cada vez tienen más visibilidad en festivales y en otros canales”. Otro ejemplo que también estará en Maré: Gala i Ovidio, unión de Aida Tarrío de Tanxugueiras y Raül Refree que indaga en la colisión entre electricidad y folk galaico.
Uno de los propósitos confesos del festival es dibujar un nuevo mapa. “Lo hacemos a través de la historia y de los lazos y conexiones de Galicia con la Lusofonía, con Latinoamérica, con el mundo celta o con los caminos de Santiago”, dice su director. Músicos de Colombia, Níger, Andalucía, Brasil, Portugal, México, Murcia, Suiza o Palestina materializan la tesis. Belho señala algunos de los que estarán presentes en Santiago: los murcianos Maestro Espada, que integran su folclore con una suerte de indietrónica modernista y ensoñadora; la colombiana Briela Ojeda, pop rock de autora contemporáneo y feminista; el impetuoso rock blues amazigh de Bombino, o lo que califica de “absoluto descubrimiento”, el sudafricano Bongeziwe Mabandla, soul africano de vocación experimental. La Sol Band palestina “pondrá los pies en el suelo”, el suelo de un genocidio televisado en directo, lamenta. Son en total más de 30 artistas en diez escenarios, una impugnación del anglocentrismo habitualmente dominante en los festivales de música.
Cultura frente al colapso turístico
Maré, afirma Belho, también busca el diálogo con la ciudad en que transcurre. Habla de Santiago de Compostela como “lugar de encuentro, a dónde llegan personas de muchos lugares”. No se refiere solo a las rutas jacobeas, recuerda su carácter de núcleo universitario y su -a veces sofocada- ebullición cultural. “Nosotros queremos un festival que piense en esas particularidades y con un enfoque útil”, indica. Para cubrir otros espacios y otras realidades, añade, ya hay otros festivales: “No vamos a ir a un recinto de 20.000 personas con un cartel sin coherencia y los nombres que más venden. Lo respeto, pero no es nuestro modelo. En Compostela ese espectro está suficientemente cubierto”.
El director de Maré va más allá y entiende que la capital gallega necesita afinar una estrategia cultural que contraponer al actual modelo turístico. O, en todo caso, discutir más sobre cultura y no únicamente sobre turismo. Pero no es adanista, ni mucho menos. Maré no nace del aire. “Antes de Maré hubo el Folk Cidade Vella, el Feito a Man [organizado por la hostelería de su zona vieja y con preferencia para artistas locales], el [desaparecido] Festival dos Abrazos, Sons da Diversidade [un ciclo anual patrocinado por el ayuntamiento] o las dos ediciones del Womex”. En no pocas de estas iniciativas participó el propio Vítor Belho, que ahora destaca “la viva y activa escena de clubes y salas”: la Capitol, el Riquela, la Casa das Crechas. “Nuestra voluntad es integrarlas en el festival”, dice. Todas ellas recibirán a algunos de los artistas de esta edición, que organiza la productora de Belho, Nordesía, y patrocinan insituciones como Xunta, Deputación y Concello.
El festival Maré tiene un manifiesto. “Maré es una plataforma de intercambio cultural entre territorios y personas que compartimos que la cultura es un derecho”, afirma el documento, “no es solo una programación musical, es una toma de posición”. Belho concluye divertido con una cita del cantautor pop argentinoestadounidense Kevin Johansen -el jueves 25, acompañado de Sofía Espinheira, estará en la Capitol- que resume su intento de buscar otro tipo de festival: “No quiero más / quiero mejor”.
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